Sueño 4. Tesoro (parte 1)

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Jack Nelson, o también conocido como Barba Negra, era uno de los piratas más conocidos de la historia por su inteligencia y por el temor que infundía a sus enemigos. Esta imagen que el mundo tenía del pirata, aun ser cierta, reflejaba en realidad solo una pequeña parte de su personalidad; pues, a pesar de lo despiadado que podía llegar a ser con sus enemigos era, al mismo tiempo, el amigo más fiel que uno podría imaginar. Jack se consideraba afortunado, debido a que todo lo que él había conseguido se lo debía a todos aquellos que le habían acompañado en el camino. Fue así que un día, en una de sus numerosas embarcaciones por la inmensidad del océano, encontraron en la mano de un mugriento y viejo esqueleto un mapa de lo que parecía ser el tesoro más grande del mundo: El tesoro de la noche estrellada. No había alma en la tierra que no conociera la existencia de dicho tesoro, pero como nunca hubo pista alguna sobre donde podría encontrarse, la gente con el tiempo asumió que era seguramente una historia inventada por algún pobre juglar que necesitaba urgentemente algo para llevarse a la boca. Pero no era una vulgar invención, el tesoro existía y la prueba se encontraba en las manos del famoso pirata. Así que, después de estudiar el mapa detenidamente, pues las aguas del mar son siempre traicioneras y uno debe saber bien por donde navega si no quiere perderse, ya que ello significaba la muerte asegurada, decidieron emprender el viaje del que todos estaban seguros cambiaría no solo sus vidas, sino el mundo.

Como toda la tripulación realizaba su trabajo con eficacia y ante un día tan tranquilo y soleado, como si los dioses les dieran su bendición por el largo viaje que les esperaba, el capitán se encontraba relajado en su timón recordando la historia que de pequeño oyó hablar a su padre sobre el tesoro de la noche estrellada. La historia empieza con la princesa más bella del reino la cual se encontraba encerrada en el castillo por el temor desproporcionado de su padre a que alguien se aprovechara de la inocente y bella princesa, como así lo hicieron con su madre quien terminó muriendo por confiar demasiado en las personas. Pero, en realidad, resulta que la princesa no tenía nada de inocente, aunque sí de bella, pues utilizaba el amor desmedido de su padre para obtener las más bellas joyas del mundo, se dice que tal era la cantidad de riquezas acumuladas que hasta atrayeron la atención de los Dioses, que finalmente castigaron a la princesa por su avaricia condenándola a la infelicidad hasta que no encontrara el amor verdadero. La joven, que nunca salió del castillo y que no conocía persona alguna más que su padre y sus doncellas, perdió esperanza por ser feliz de nuevo, ya que las joyas no le aportaban más que amargura y estando encerrada nunca conocería ni se enamoraría de nadie. Y aunque los años pasaron, y la princesa no era tan bella como en su juventud, pudo encontrar ese amor verdadero. El problema continuaba siendo su padre, quién seguía creyendo que todo aquél que se acercaba a su hija en realidad quería aprovecharse de ella. Fue por ello que, para asegurar su felicidad con su amor verdadero, la princesa tuvo que huir, en una noche estrellada, a escondidas de su temoroso padre. Se llevó con ella las joyas, no para quedárselas, sino para arrojarlas al mar ya que se dió cuenta que incluso antes del castigo de los dioses, nunca le hicieron verdaderamente feliz, como lo era ahora. La historia termina así, aunque nunco hubo nadie quién comprendiera de verdad porque tiró las joyas en el mar, algunos dicen que lo hizo por rencor a su padre y otros dicen que en verdad nunca las tiró sino que se las quedó, ello daría explicación de por qué nunca se había encontrado pista alguna, hasta ahora. Y aunque pudiera ser cierta esta última explicación, Barba Negra siempre tuvo la sospecha que había algo más en la historia que nunca se había contado, algo que era vital para comprender la verdad sobre la princesa y sus joyas. Se dió cuenta entonces que ya era hora de dejar de pensar en teorías o intuiciones de las que no se sustentaban en nada, lo importante ahora era llegar al tesoro fuera como fuera, y su tripulación no llegaría sola, necesitaban de su ayuda.

Los días pasaron, parecía que nunca llegarían a su destino, pero nunca se rindieron. La perseverancia, una virtud importante en la vida de todo pirata, fue en realidad la que los condenó. Todo empezó en el séptimo día de viaje, tras una noche de tormenta, el barco quedó en malas condiciones, así que los piratas decidieron detenerse en la isla más próxima. Afortunadamente, se encontraban cerca de una, la cual no esperaban pues no aparecía en mapa alguno. Cuando llegaron a dicha isla observaron que no estaba tan desolada como se la imaginaban, puesto que, ésta estaba repleta de casas y de habitantes. Las casas eran bastante pequeñas y aparentemente acogedoras, y de los habitantes, se podría decir que parecían ser personas hospitalarias ya que prestaron todo tipo de ayuda a los piratas, les acogieron en sus casas y les ayudaron a reconstruir el barco, entre otro tipo de ayudas inimaginables pues la gente los trataba normalmente con prejuicios. Pero en realidad todo era una farsa, pues no pasó mucho tiempo para que descubrieran la verdadera naturaleza de los habitantes y es que parecía que todo estuviera planeado, ya que en un día de celebración los habitantes esperaron a que los piratas estuvieran muy ebrios para atarlos y entregarlos como ofrenda a unos dioses desconocidos por el resto del mundo. Cuando todo parecía perdido, cuando pasaron los días y algunos compañeros ya fueron entregados a los dioses de la forma más cruel y despiadada que ningún humano podría imaginar, y aun la desolación que producía ver morir a sus compañeros, que eran como amigos y hermanos, uno de los más jóvenes tripulantes encontró las fuerzas para desatarse de las gruesas y apretadas cuerdas que le tenían apresado, y entonces fue a ayudar inmediatamente a sus amigos. Tenían que escapar lo más rápido como fuera posible, pues si seguían transcurriendo los días de la ofrenda acabarían muriendo más de la mitad de la tripulación. Billy, así es como se llamaba el joven pirata, estaba preocupado porque no veía el capitán, no solo lo estaba por el aprecio y admiración que le tenía y la tristeza que le supondría no encontrarlo, sino porque si ya estaba muerto sería imposible subir la moral del resto del grupo para poder salir a salvos de la isla maldita en la que se encontraban. Entre sollozos silenciosos, para evitar ser escuchado por alguno de los locos habitantes, pudo encontrar al capitán, pero algo en él había cambiado, puede que por el doloroso golpe de perder aquellos de los que se consideraba familia, abatido por la impotencia de no haber hecho nada por sus hermanos. Aun la desolación, en sus ojos Billy también descubrió rabia y fue entonces cuando sus ojos se encontraron, el capitán no tuvo que mover los labios para hacerle entender a Billy lo que debía hacer, y así sus cabezas asintieron a la vez. Las siguientes horas pasaron como una eternidad, arduamente pudieron escapar con la mitad de la tripulación y un barco deteriorado. Pero a pesar de la desgracia no quisieron detener su viaje, pues si lo hacían, la muerte de todos aquellos que se habían quedado atrás carecería de sentido. 

La noche es eternaWhere stories live. Discover now