Año 2120, momento marcadamente importante en la historia de la humanidad, pues es el período de mayor auge en la tecnología, hasta tal punto que ésta se utiliza para fines morales. Es así como apareció un nuevo sistema en la sociedad, en el cual un instrumento inteligente permitía conocer el índice de felicidad de los ciudadanos. Los científicos establecieron que el índice 180 marcaba una media normal de felicidad, por lo que un valor inferior a 150 implicaría un riesgo en la salud psíquica del individuo y, por ello, debería ser tratado en consecuencia, pues si ésta llega a tener un índice menor a 100 es señal de un riesgo de conducta suicida. Esta nueva tecnología fue muy criticada en su inicio por dos razones: la primera, debido a que los aspectos morales siempre habían estado en manos de los humanos, lo que conllevó cierto miedo ya que nunca se había puesto la felicidad del ser humano al servicio de la tecnología, escapando ésta fuera de su control. Y la segunda razón por el que se rechazaba este sistema es debido a la forma en que se pretendía curar a las personas infelices. Ésta consistía en aislarlas de la sociedad puesto que se creía que ello serviría para poder tratarlas con mayor eficiencia y simultáneamente evitar posibles contagios emocionales de los cercanos al enfermo. A pesar de toda esta crítica, eventualmente los ciudadanos aceptaron el nuevo sistema, sobretodo, porque surgió una necesidad, cada vez más evidente, a ser felices. Entonces, se suponía que al implantar este sistema garantizaría la felicidad de sus ciudadanos. Sin embargo, se produjo un efecto contraproducente pues los ciudadanos estaban más pendientes a mantener un buen índice, forzándose a sonreír y a ser amables con los demás, que a ser felices realmente. Pero lo más grave de todo, es que este sistema creó a personas con pobreza emocional, puesto que se les prohibía de una forma u otra a poder gestionar sus emociones en la medida que se estaba aceptando como normal ser feliz y anormal no serlo. A todo esto no se le puso solución, debido a que la gente aceptó el sistema como algo normal y necesario, pues en realidad su función era hacerlos felices, no siendo conscientes de lo que de verdad estaba provocando.
Entonces, un día como otro cualquiera, Luna recibe la carta que siempre había estado esperando del gobierno, en la cual se le ofrecía la oportunidad de trabajar en el mantenimiento y control del instrumento inteligente que sustentaba el sistema actual, llamado Sistema Autónomo Regulador de la Alegría pero conocido abreviadamente por SARA, este nombre tenía el objetivo de que la gente viera al sistema no solo como tecnología sino como algo "humanizado". Luna, con un índice de 200, fue a su primer día de trabajo motivada e ilusionada; pues era el sueño de toda su infancia conseguir este puesto y así, conocer finalmente a SARA. Los días pasaban con tranquilidad, se sentía cómoda en su trabajo, hizo además amistades, su índice de felicidad normalmente alto subió incluso cada vez más. Todo iba bien, hasta que un día le llegó una alerta del sistema de una persona que presentaba un índice que indicaba peligro de padecer infelicidad pues se encontraba en un valor de 155, muy próximo al límite. En estos casos, Luna debía dar el encargo a sus superiores, puesto que su inexperiencia era riesgo que ante la contemplación de estos casos su índice se viera repercutido. Pero aún así, ella no quiso avisar sobre el problema al querer demostrar su valía. Fue así como contempló en la pantalla de seguridad del sistema la siguiente escena:
–Tengo que ser feliz, tengo que ser feliz – se repetía un anciano.
–Tranquilícese, tenemos la solución a su problema. Solo debe comprar estos libros de autoayuda – Le repetía la dependienta sonriendo forzádamente.
– No vale la pena - decía tristemente el anciano -. Mi índice es insalvable, seguramente ya están viniendo para llevarme lejos de aquí, donde usted ya sabe - Su tono de voz era de una profunda infelicidad.
– Entonces, lo único que le puedo pedir es que se retire, por el bienestar de todos. No queremos que nos transmita su negatividad. Lo sentimos – dijo fríamente la dependienta pues estaba preocupada en realidad de que su índice se viera alterado por la situación.
– Explícame usted como alguien puede estar bien cuando se ha muerto la compañera que ha estado a su lado toda su vida, porque yo no puedo. Pues ella se ha ido llevándose una parte de mi. No tengo hijos, ni hermanos, estoy solo. ¡Me siento obligado a ser feliz, aun cuando no puedo ni aparentarlo! Si esto es ser anormal, prefiero serlo a negar que no sienta este sufrimiento, pues no dolerme sería lo mismo que no sentir su perdida, y yo la siento - decía llorando.
El índice del anciano bajó por debajo de 150, ya era el momento en que Luna tenía que dar el aviso para que se llevaran al enfermo al centro de tratamiento. Pero esas últimas palabras, le hicieron dudar. De repente, un superior se dió cuenta de lo que estaba sucediendo y la apartó bruscamente para realizar aquello que ella era incapaz de llevar a cabo. Fue así como observó la impactante escena en que se llevaban al anciano entre llantos y lamentos. Luna chocó con la realidad, SARA no era alguien, sino algo pues una máquina no puede sentir y pensar como un ser humano; y, entonces, empezó a cuestionarse lo que nunca antes se había planteado: ¿Qué es la felicidad?
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La noche es eterna
FantasyEsta novela cuenta la vida de una chica aparentemente normal, llamada Luna y de 17 años. Lo que sucede es que, como todo ser humano en algun momento de su vida, se siente perdida en el mundo, desorientada y en falta de una brújula que la guíe en su...