Sueño 4. Tesoro (parte 2)

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Pasaron los días. El humor del capitán se deterioraba tanto como el barco, con el que corrían por las aguas turbulentas del océano. Los náufragos intentaron animar a Barba Negra, aunque sus ánimos tampoco fueran los más alegres, pero lo hicieron en vano pues su actitud empeoraba con los días. Su obsesión por conseguir el tesoro parecía cada vez más insana, todos querían regresar a su cálido y agradable hogar, pero nadie se atrevía a decírselo. En él algo había cambiado pues nadie parecía reconocerle. Su larga y cuidada canosa barba ahora estaba despeinada y oscura por la suciedad. Sus claros y brillantes ojos, ahora parecían oscuros por la penumbra que le cegaba. Su ancho y musculoso cuerpo, que le hacía parecer joven, ahora estaba encorvado y engordado lo que le hacía parecer más mayor de lo que era en realidad. El culpable de todo ello no era la enfermedad o la vejez, sino el desgaste que provocaba su ofuscación por alcanzar algo que ni si quiera sabía con exactitud si existía. El tesoro no le había producido más que desdicha, pero estaba obcecado que con él conseguiría el perdón de todos aquellos que había perdido en el camino.

Parecía ser que los dioses ya no querían deleitarles con aguas favorables, y entonces llegó un día en que el mar se transformó en un ser indomable. La mano derecha del capitán intentó, sin éxito, convencerlo de que seguir en esas aguas acabaría con sus vidas y con sus cuerpos en el fondo del océano.

- No! Vamos a seguir sin descanso. - le dijo el capitán muy enfadado a Billy -. Si nos detenemos ahora, no podremos volver a la mar en mucho tiempo y no nos podemos permitir perder más días, pues corremos el riesgo que otros piratas lleguen al tesoro antes que nosotros.

- ¡Pero capitán, sólo nosotros poseemos el mapa y casi nadie cree ya en la existencia del tesoro, nadie se nos va adelantar! Si no paramos ahora, nos vamos a arrepentir ... - le respondió Billy con un tono de voz que mezclaba el enfado y la desesperación.

Después de dicha escena, algunos incluso se plantearon abandonar la tripulación, pero acabaron por no hacerlo, e incluso se sintieron al final culpables por pensar algo así, debido al respeto que sentían por el capitán, que una vez fue el mejor de los piratas. Como ya advirtieron, la tempestad nunca desvaneció, perduró días y noches, y con ella se llevó las vidas de otros compañeros. Aún así, nunca se desviaron del rumbo y Barba Negra pasó días sin apartar las manos del timón. Parecía que había perdido la cabeza, pero ninguno quiso marcharse de su lado. Su lealtad quedó patente. Las muertes accidentadas por la mala mar, se le sumaban a las que se producían por falta de alimento, debido a que llevaban tanto tiempo sin pisar tierra que se les acabaron las provisiones, y también a las que se eran resultado de un profundo pesar. En unos pocos meses, la cubierta del barco pasó de ser un lugar alegre y animado a ser un lugar triste y desolado.

- No! Vamos a seguir sin descanso. - le dijo el capitán de nuevo muy enfadado a Billy -. Si nos detenemos ahora, no podremos volver a la mar en mucho tiempo y no nos podemos permitir perder más días, pues corremos el riesgo que otros piratas lleguen al tesoro antes que nosotros.

- Capitán... por favor... esto ya no tiene sentido alguno... acabaremos muriendo todos... volvamos a casa... - le decía Billy una y otra vez, perdiendo la esperanza.

- No! Vamos a seguir sin descanso. Si nos detenemos ahora, no podremos volver a la mar en mucho tiempo... - no hacía más que repetir lo mismo.

Después de seis días, de un modo u otro, pudieron llegar a la isla. Lo que en un principio era una tripulación de más de cincuenta piratas, ahora solo era de cinco. Pero, además, de esos pocos tripulantes, solo había dos que estaban con la condición de seguir, Billy y el capitán, pues los otros estaban gravemente enfermos, debido a la hambre y la desdicha. Billy ya nada le decía a Barba Negra, sabía que sería inútil, y simplemente lo siguió, como lo había hecho siempre. El capitán sostenía en sus manos el mapa fuertemente, mientras por su rostro recorrían grandes gotas de sudor y su vista poco a poco se nublaba, estaba débil, pero el malestar era casi imperceptible para él. Se había olvidado de lo gravemente afectada que estaba toda su integridad física. Y peor aún estaba la de Billy, no solo manifestaba dichos malestares sino que además sus piernas eran cada vez más temblorosas, ya no podrían seguir cumpliendo su función de mantenerlo en pie. La única diferencia entre Billy y el capitán es que, él al menos sí que era consciente de la fragilidad de su cuerpo.

Pasaron así horas caminando hasta llegar a su destino. El capitán se asomó a las ruinas dónde se encontraba el tesoro y, cuando se dio cuenta que había llegado, sus manos soltaron el mapa que hacía pocos segundos agarraba fuertemente, como si su vida dependiera de ello. Las lágrimas empezaron a fluir por su demacrado rostro y sus piernas parecían darse cuenta por fin de la fatiga, haciendo que Barba Negra se cayera de rodillas. Sentía que todo por fin había acabado, que la desdicha había desaparecido junto a la culpa que lo aterraba. Pero entonces se giró hacia dónde estaba Billy.

- Billy! hemos llegado! hemos encontrado el teso... - chillaba de la emoción hasta al girarse vio que detrás de él no había nada más que su sombra. Entonces, se dio cuenta de lo que había pasado, de lo que había hecho. Estaba solo, rodeado de miles de joyas preciosas. Por una estúpida obsesión, había abandonado a sus compañeros y había permitido que murieran. Aunque le insistieran, aunque le rogaran, aunque viera como poco a poco fallecían, él continuó buscando algo que ya nadie recordaba ni le importaba. Por unas piedras, por unos objetos inanimados, sin realmente un valor que fuera más allá de la avaricia o el miedo a perderlo todo, sacrificó a sus amigos y hermanos, el más preciado de sus tesoros. Entonces, se dio cuenta que aunque estuviera delante del mayor tesoro del mundo no tenía realmente nada. Había perdido lo más importante. A partir de ese desgarrador sufrimiento, pudo comprender porqué la princesa del tesoro de la noche estrellada lo tirara por la borda, pues las joyas nunca le harían más feliz que el tener a alguien que la quisiera de verdad a su lado. Como así era con su tripulación. Pero ya era demasiado tarde...

La noche es eternaWhere stories live. Discover now