Elian

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Mientras afilaba su espada como de costumbre, sus compañeros soldados iban pasando de un lado a otro, algunos iban a batallar contra otros compañeros, otros al cuartel a comer, otros hablaban entre ellos. Le gustaba ver las batallas, le servían para ver como luchaban sus compañeros, saber que armas utilizaban, saber por cual lado golpean mas y sobre todo, ver movimientos nuevos, los que le gustaban se los memorizaba y los practicaba. Hubo alguno que le gustaba, pero los sabia desde hace tiempo: como el de desenvainar la espada dando un golpe al rival, también el desarmar con la axila o el girar la espada y dar con el pomo en la cara, estos golpes lo hacían mejorar y nunca quería parar de mejorar.

Mientras afilaba la otra cara de la hoja, se acercó Iokin su mejor amigo y compañero desde que el tenia doce años y Iokin quince. Se acerco con la sonrisa que el siempre luce, ni su barba enmarañada podía ocultar sus dientes blancos como la leche.

-¿Que? A tu edad y aún sonríes, quedan diecisiete días, si no lo cuento mal, para decir que has vivido otra década.- Le dijo, en un tono de complicidad, como siempre.

-¿Tres décadas ya? ¿Y aún sin una mujer que me quiera?- Dijo soltando una carcajada.

-Riendo así te oirán hasta en Snaga.

-¿Snaga? Creo que ese continente es una invención del reino para que tengamos miedo de algo- Soltó otra carcajada igual de potente- ¿Y tu que? quince años y ningún día has dejado de afilar es espada tuya, como se llamaba ¿Craig?

-Brach- dijo mientras soltaba un suspiro- Ya te lo he dicho millones de veces, el mayor enemigo de las espadas...

-No son las otras espadas, sino el tiempo. Ya lo se, pero es que ningún día... Creo que te obsesionas demasiado con ser mejor soldado... ¿En cuantas batallas has participado? Sí no recuerdo mal solo en dos, si seguimos este camino vas a hacerte viejo y no habrás ni vivido la vida, ni haber luchado en suficientes batallas como para morir. Te lo he dicho muchas veces ya... a las mujeres les resultas atractivo. Aprovecha y vive.

-¿Por que crees que me encuentran atractivo?

-No me lo preguntes a mi- Dijo riendo una vez mas- No es a mi al que me lo pareces, a mi solo me pareces un renacuajo demasiado centrado en los combates.

-Je... Tal vez tengas razón.

-Siempre la tengo.

-Siempre la tienes...

Se fueron los dos a entrenar las batallas como hacían siempre, mientras batallaban se explicaban cosas de sus vidas.

-Mis padres no podían hacer-se cargo de mi, por eso me alistaron aquí, en Roxana a cuatrocientas cincuenta i dos millas de aquí, mi padre era quizás de los hombres mas altos de todo el mundo. Por eso soy así de alto. ¿Y tú, como has llegado aquí?

-Pues yo soy hijo de un caballero y de una doncella de alta cuna, mi padre decía que quería un heredero que siguiese sus pasos y que fuera el primogénito.- Le dijo mientras hacia un tajo diagonal de abajo a la derecha hacia arriba.

-Y entonces naciste tú, supongo.- Le dijo al bloquear el golpe

-Pues no entonces nació mi hermana, que no se nada de ella desde hace siete años.

-Ay, es verdad, ya no me acordaba de tu hermana. ¿Después fuiste tú?

-Otra vez no. Mis padres me han explicado que nacieron mellizos.- Ioquin aprovecho que Elian estaba distraído explicando la historia de su vida para ejecutar un ataque que le dio en el hombro.

-¿Tan grande es tu familia?

-Déjame acabar.- Dijo como si le hubiera dado un niño de diez años. Y eso que Ioquin era fuerte y nunca se reservaba fuerzas en los entrenamientos- Nació el primero y después fui yo.

-Nunca me dijiste que tenias un mellizo ¿Donde está?

Elian cerró los ojos y señalo a las nubes, por primera vez desde hacia mucho tiempo, Elian veía que Ioquin no sonreía.

-No te quedes así, piensa que si no le hubiera pasado eso nunca te hubiera conocido.

-Pero no te duele saber eso.

-Sí, pero no se puede hacer nada, el tiempo no se corregirá por mas que lo deseemos, solo podemos mirar para adelante y seguir nuestro camino, sin mirar atrás.

-Tal vez, pero el pasado merece ser recordado, por muy adelante que quieras ir.

Elian se fue para donde se guardaban las armas, dejó su espada sin afilar, se fijó en las armas de delante: Un hacha, ligera y potente, pero necesitabas manejo para poder dar los golpes como querías, una espada enorme, la arma que solía coger Ioquin, un mangual, una de las pocas armas que Elian no se había atrevido a probar nunca, por la necesidad de tener una precisión, un equilibrio y una habilidad perfectas, también vio una espada de una mano con un escudo, una de sus armas favoritas detrás de la espada a dos manos, yal final cogió una lanza, perfecta para ataques veloces y para desestabilizar al rival. Perfectas contra su amigo.

-Una lanza, eh.- El cogió la espada de siempre, enorme como una persona y media. Aunque las armas no estuvieran afiladas, el daño de golpearte con esas armas dejaba hematomas para mas de unas semanas.

Comenzó un combate que duró mas de media hora, los demás soldados se ponían a ver la batalla y algunos hacían apuestas entre si. Pero la victoria no se podía decantar por ningún lado, Elian daba estocadas combinadas con tajos y patadas, muchas patadas. En cambio Ioquin iba a la defensiva, pero si en algún momento Elian fallaba, hacia una combinación de golpes, que combinado con el peso de la propia espada, eran imbloqueables.

Pero cuando Ioquin calculó mal uno de sus contra-ataques, llegó el momento de empujar los pies con la lanza acompañados con una patada también hacia los pies que hizo desestabilizar al grandullón y cuando este intentó levantar-se ya tenia la lanza en el cuello.

-Esta vez he ganado yo- Anunció Elian, haciendo una sonrisa que Ioquin no era capaz de igualar.

-Bueno, ya veras las próxima.

Mientras ayudaba a levantar-se a su amigo , veía las monedas volar de un lado a otro.

-Tengo una idea, pero ahora no digas nada.-Susurró a su compañero- Amigos- dijo con voz alta y clara - He visto como negociabais sobre quien de los dos ganaría, así que como algunos han conseguido dinero a nuestra costa propongo que nos deis una parte- Se empezaron a oír abucheos por parte de los que habían ganado el dinero- Bueno, si es lo que queréis, diré al capitán que nos enfrente cada día a cada uno de vosotros con nosotros durante tres años haber que le parece- todos los abucheos se volvieron almas caritativas.

Cuando era hora de cenar, los soldados no tenían que comer allí, así que Elian y Ioquin avisaron que se iban y comieron en la mejor taberna del lugar. Compartieron un buen pavo con sus patatas, que era el plato estrella de la casa.

Ioquin soltó su risa característica, que asustó a casi todos en el lugar

-Elian... Hoy te has lucido, dentro y fuera del campo.

Los Caminos de EredolphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora