Jiménez

5 2 0
                                    

Estaba en el consejo de guerra de su señor, Jiménez acababa de llegar de conquistar un pequeño territorio no muy lejos de la Fortaleza de Sangre donde se resguardaban, había sido una pelea fácil, se les habían opuesto cuatro granjeros y en el momento que vieron que no se andaban con chiquitas e herían a uno en la pierna se rindieron lo mas rápido que habían podido.

-¿Así que ha sido un éxito?- Dijo Warred, su señor.

-Absolutamente mi señor, ha sido como tan difícil para nosotros, como lo sería para un lobo cazar.

-Y lo habéis conseguido sin ninguna baja... Sorprendente.

-Ha habido un herido por su parte.

-Bueno ¿A cuanto dices que habéis tardado en ir hasta allí?

-Más o menos una hora a pie, no llega a cuarentaicinco en caballo.

-Bien, pues quiero que me lo traigan, envía dos soldados o ves tú si quieres, pero lo quiero aquí cuanto antes mejor.

-Sí mi señor.

En la sala no solo estaban ellos pero muchas veces hablaban como si lo estuvieran, entre los presentes estaban: Deallius Kezello que se ocupa de la "diplomacia", que en ese momento era mas bien poca porque tenían pocos territorios y no les daba para hacer negocios ni nada, también estaba Atlas, uno de los comandantes junto a Jiménez, por ultimo estaba Noelle una sacerdotisa de una de las iglesias que capturaron hace un poco tiempo, para Jiménez era una pesada que lo único que sabe hacer es rezar. Pero parecía ser que Warred tenía algún trabajo para ella.

-Pobre alma, solo intentaba proteger su hogar y vosotros...- Dejó escapar unos sollozos.

-Oh, vamos.- Dijo cabreado.- Deja de llorar de una vez, compórtate como una mujer, rézalos si quieres, es tu trabajo, pero no llores por dios, me pone nervioso y no te servirá para nada.

La mujer dejó de llorar, le dio una mirada de seriedad máxima y dijo.

-Si me lo traéis, mis compañeros y yo podremos darle un cuidado para que se recupere de la herida.

-Es lo que iba a hacer.- Soltó Warred con su voz grave, potente y seria.

-¿Habéis puesto la bandera?- Preguntó Deallius

-Sí

-Bien que todos sepan que ahora Villahortaliza es nuestra, la Mantícora hondeara por todo el mundo al final.

-Sí.- Dijeron Gault Jiménez y Atlas al mismo tiempo.

-¿Bueno pues quien irá, Gault o Atlas?- Les dijo Warred, aunque era mas como si se lo preguntase a el mismo en voz alta.

"Yo no, así que no diré nada." Ninguno dijo nada tampoco, así que Warred decidió por el mismo y envió a Atlas para el trabajo. Atlas se fue nada mas enterarse de que era elegido, era su forma de ser, siempre quería hacer las cosas lo mas rápido posible, es enterarse de una tarea para hacer y se ponía en marcha.

Aunque Atlas se hubiera ido el consejo seguía en pie y a Warred le gustaba saber siempre los detalles de todo.

-Haber Deallius ¿Por qué era importante este sitió para nosotros?

-Haber por donde comienzo... aporta gente, cosa que ahora mismo necesitamos, quitamos territorio al reino de Atlaia y como es un territorio tan reducido una de dos, o no se dan cuenta o se dan cuenta pero pasan por ser un territorio tan pequeño y por ultimo y lo mas importante, comida. El pueblo se llama Villahortaliza por algo, es comida para nosotros cosa que es lo que mas necesitamos.

-¿Vale y que nos aconsejarías hacer ahora?

-Conseguir dinero y eso se consigue con minerales, cuanto mas raros mas beneficios.

-¿Y por qué minerales?

-Aún no podemos comerciar con productos, no nos sobra nada, lo que necesitamos solo es un empujón de dinero con algo que no nos importe vender, el hierro nos lo quedaríamos y el acero, lo demás lo podríamos vender.

-¿Cual podríamos quitar?- Preguntó Gault.

-A nadie.- Respondieron Warred y Deallius a la vez.

-No podemos, ya que robar a al reino un área de minería es mas importante que robarles un pequeño pueblo, lo mejor es encontrar algún área no explotada de minería y sacar todo lo posible de ahí dentro.

-Así que tenemos que buscar zonas de minería. Y tu serás el encargado de encontrarla Gault

-Pero mi señor... no es mi estilo y lo sabes.- Buscaba en su mente algún modo de librarse de aquella tarea.- Tengo una queja mi señor.

-¿Cual?

-Que tenemos poca gente para poder trabajar en una minería, somos en total treinta personas en nuestro grupo señor, seis de ellas son mujeres, tres son niños, uno es un anciano, otro eres tu mi señor y no creo que quieras trabajar, otro es Deallius y otro es Atlas, yo tampoco quiero ponerme a picar, otras seis doce son granjeros, pero descartando las mujeres son seis y por ultimo diez son soldados...

-¿Y?

-Tiene razón mi señor.- Intervino Deallius.- Si ponemos soldados a trabajar seremos blanco fácil y si ponemos a los granjeros nos moriremos de hambre, lo único posible es capturar el feudo de Fan.

-¿El feudo de Fan?

-Claro mi señor, es el feudo mas pequeño, pero aún así son doscientas personas. Tomarlo supondría un gran aumento en nuestra compañía y mayor cantidad de soldados y trabajadores.

-Entiendo, Jiménez... tu te encargas de como serán los ataques y esta vez si alguien se opone en vez de herirlo, matarlo. Así nos tendrán mas respeto desde un principio.

-Claro. Bueno me retiro.

-Vale.

"Tengo que preparármelo muy bien, con once soldados tenemos que conquistar un feudo de doscientos... Claro que las doscientas personas ni están juntas ni son todos soldados, pero aún así... Bueno pues tengo trabajo para bastantes días."

Los Caminos de EredolphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora