Capítulo IX: El sabor de la victoria

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"La guerra no es ganar batallas y coleccionar triunfos. Eso puede ser inútil en el momento decisivo. La guerra es ganar la batalla más importante de todas: la que les va a permitir ganar todas las demás, una tras otra."

(Olenka Kuznetsova, bruja rusa)

11 de marzo de 1999 (poco después de las 7:30)

Tracey Davis no cuestiona los motivos de Blaise Zabini. Antes lo habría entendido, pero ayudarla en una situación tan suicida va contra lo que Tracey sabe de su ex novio. Blaise Zabini nunca se metió en un plan suicida, siempre fue a las de ganar. Quizá por eso no se atrevieron a desafiar al orden establecido juntos y lo dejaron estar. Tracey decidió meterse en la boca del lobo el día que murió su padre; ya estaba tan adentro que nada ni nadie podría salvarla, pero Blaise Zabini permaneció en lo seguro. Hasta ese momento.

No lo entendía y tampoco le interesaba, porque, armada sólo con una varita que Zabini le había dado, tenía que salir con vida de ella. Había alguien que, estuviera donde estuviera, la estaba esperando. Dennis Creevey. ¿Cómo había llegado a desarrollar esa relación con el chico? A veces se lo preguntaba, pero la respuesta no llegaba nunca. Sólo había empezado un día, cuando Dennis Creevey había empezado a aparecerse por su apartamento cada vez más seguido. Hablaban mucho a veces, pero nunca de sus demonios.

El día que lo hicieron, se entendieron.

Pero en aquel momento no tenía tiempo de pensar en eso. Tampoco quería. Tenía que apuntar con la varita y no fallar, pues aunque Hogwarts estaba mal defendido —en parte por su colaboración con la causa—, había varitas letales acechando cada poco.

De no haber dejado aquella nota falsa plantada en donde había dejado también el cadáver de Yaxley, Hogwarts estaría lleno. Pero en ese momento los supuestos aurores —mortífagos o carroñeros disfrazados de aurores— más competentes defendían un ministerio que no iba a ser atacado esa noche. De hecho Tracey sabía que atacarlo era un suicidio y no lo harían hasta que estuvieran seguros de poder ganar, como en aquel momento.

—¡Desmaius! —gritó, y derribó a uno de los aurores que se acercaba corriendo. Blaise se encargó del otro antes de que pudiera comprender exactamente qué pasaba allí.

A Tracey le gustaría preguntarle por qué la ayudaba exactamente.

Pero intuía que no quería conocer la respuesta porque ella lo había superado. Ella había aceptado que lo que había sido nunca volvería a ser, mientras que él se había quedado con ella grabada a fuego en el cerebro y en el corazón. Ella sabía que los recuerdos nunca volverían, pero intuía, por la manera en que la había tratado, que había esperado encontrarse con su recuerdo y en vez de eso se había topado con una Tracey distinta, diferente, que en nada se parecía a la de sus recuerdos, más que en los rasgos y el cabello pelirrojo teñido.

Corrían. Tracey no sabía a donde pretendía llevarla él, pero tampoco le importaba. No pensaba salir de allí sin Dennis o sin Vaisey, por más que Blaise insistiera qué era más seguro que se fuera ella sola. Las únicas dos personas en el mundo que le importaban lo valían.

Fue cuando doblaron otra esquina y ella alzó la varita, dispuesta a disparar un aturdidor contra los dos carroñeros que corrían hacia ella. Los catalogaba como carroñeros al primer momento porque no cualquiera recibía la marca. Tracey sabía que el Señor Tenebroso era selectivo y sólo les plantaba una cuando les convenía. En el casi de Malfoy, para castigar a sus padres, con Nott, porque su padre había insistido lo suficiente, con Zabini, para atarlo a su lado y no darle posibilidad de escape.

—¡Desmaius! —disparó el primero y fue certera.

—¡TRACEY!

La voz, detrás de ella, sin embargo, la distrajo. Volteó la cabeza y vio de refilón el cabello claro de Dennis Creevey, la palidez casi mortal que su rostro, su pecho subir y bajar. No vio a Blaise Zabini intentando alzar la varita, pero bajó la suya en un momento de descuido. Todo le pareció en cámara lenta en ese momento, como si en verdad no estuviera pasando. Dennis, en cambio, comprendió lo que sucedía, abrió la boca y estuvo a punto de lanzar un grito mientras alzaba una varita que nunca llegaría a tiempo.

El país de las pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora