Capítulo VI: Chispas que causan incendios

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"¿Problemas en Hogwarts? Le aseguro que es sólo una calumnia, nada cierto. Hogwarts está en total estabilidad en manos de Amycus Carrow. El Ministerio de Magia confía plenamente en él"

(fragmento de entrevista a Pius Thicknesse)

28 de febrero de 1999

Hogwarts era un caos. Por más que intentaran ocultarlo, los Carrow no sabían cómo lidiar con armaduras que intentaban recuperar el colegio a ratos y a ratos sólo causar caos. Ginny había sido la primera en aprender a controlarlas, pero casi siempre necesitaba una varita prestada, ajena y la magia no era igual de esa manera. Los hechizos se le resistían, aunque había aprendido a luchar contra eso, pero efectivamente, detestaba la sensación de saber que podía hacer mucho más con una varita propia. Pero no tenía ni idea que había sido de la suya, que probablemente ya estaba rota y hecha pedazos y realmente no quería saberlo. Tenía que conseguir una nueva, una de la aceptara y que no le causara problemas.

Pero por lo pronto, lo que tenía era suficiente. Aquella era la primera vez que se atrevían a reunirse, al menos la gran mayoría, en la sala de los menesteres. Era su mejor refugio. Mientras hubiera alguien adentro, la sala los protegería de los Carrow y sus intentos de restablecer el orden en Hogwarts que casi siempre resultaban fallidos. Ginny sabía que sólo necesitaba una chispa para encender la llama y la chispa había sido ella; después de lo que Amycus Carrow le había hecho, había visto toda la cadena de apoyo.

«Hogwarts para sus legítimos estudiantes», pensaba. De repente, viéndolos reunidos, se dio cuenta de que les habían arrebatado tantas cosas que les habían quitado el miedo. Tantos meses de desesperación se habían traducido en aquello, les habían arrancado una adolescencia de cuajo y los habían obligado a luchar por lo que querían. Porque si no luchaban ellos, no lucharía nadie. De repente se habían dado cuenta de que la mayoría de la gente se había quedado sentada, viendo la desgracia pasar, callada por miedo —y razones no les faltaban—, pero ellos querían hacer algo o morirían de desesperación. Hogwarts se había convertido únicamente en otro lugar tomado, que cada vez se alejaba más de lo que era una escuela.

Se puso en pie, sabiendo que de repente las miradas estaban sobre ella y empezó a hablar.

—Somos el ejército de Dumbledore —empezó, para darse valor, intentando mostrar el aplomo que le costaba sentir después de todo lo que había pasado. Habían perdido la guerra el 3 de mayo del año anterior y allí seguían—. Sé que muchos... —hizo una pequeña pausa y recorrió a su auditorio con la mirada, descubriendo caras que ya había visto antes, y muchas caras nuevas—, de ustedes, están dudosos de esto... —Suspiró—. No puedo pedirles que se arriesguen por una causa que ya muchos consideran perdida. Sobre todo cuando hay tanto en juego... pero... —volvió a titubear, maldiciéndose internamente—, creo que es lamentable que un grupo que nació para aprender Defensa Contra las Artes Oscuras se haya convertido en lo que es ahora: la única fuerza que tenemos para oponernos a los Carrow. —Se detuvo, intentando evaluar las reacciones de su público, algunos la miraban preocupados y otros sonreían, intentando darle apoyo, pero en general eran sonrisas nerviosas, que apenas se animaban a esbozar—. Convoqué a esta reunión por la necesidad de organizarnos, no podemos seguir dando palos de ciego.

»A la larga, eso sólo nos afectará más —poco a poco iba cobrando más confianza en sí misma. Había decidido, ya, que llevaría al Ejército de Dumbledore allá donde este decidiera ir; Neville había tomado la batuta el año pasado, la que Harry había dejado y ahora le tocaba a ella—. Sacar de quicio a los Carrow es lo único que hemos hecho, sí, quizá no sea mucho, pero es un paso en el camino que tenemos que recorrer. Tenemos que recuperar Hogwarts. Y no estamos solos en eso.

El país de las pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora