En esa semana, comprendí que siempre tuve ese sentimiento innato de querer salvar el mundo.
Cada vez que leía alguna historia, o veía una película, yo quería ser la heroína, la que resolviera el conflicto y la que dejara todas las consecuencias de lado. En el colegio, si veía a alguien mal quería ir a socorrerlo. Así me hice amiga de Hailey, así me interesé por Mikey y así tuve miles de amistades aunque no hayan persistido. Cuando mis padres se separaron, sufrí por no poder ser el lazo que los mantenga unidos, por no haberles dado esa felicidad que tanto buscaban de modo tal que fuésemos la familia que ansiábamos. Incluso cuando Hailey no sabía qué hacer para que Luke deje de ignorar todo lo que habían vivido juntos, yo estuve ahí para incentivarla a cambiar su estilo y, con eso, su actitud.
Siempre había querido ayudar a todos, mas las veces en que realmente lo había logrado se contaban con los dedos de una mano.
En esa semana hablé mucho con mi papá. De Mike, de mí, de mamá. Ella seguía sin hablarme y el momento en el que me fuera de casa llegaría en cuanto menos lo notara. Ella seguía trabajando más de lo que podía. Yo estimo que, en parte, fue para huir de la situación. No debía ser fácil mantener tal relación con tu hija, aunque ella fuera la única causante. Se recluía en su trabajo para seguir manteniendo su orgullo. Yo la escuchaba llorar por las noches mientras ella creía que yo estaba dormida, y por las mañanas ella fingía estar bien e ignoraba cada intento de cercanía. No se podía hablar con ella, era hablarle a una pared. Y eso, a pesar de que hacía como que no, me dolía. Sorprendentemente, papá estaba postergando cada intento mío de irme e insistía que no era una buena idea dejarla sola. Papá seguía enamorado de ella, estaba convencida.
Respecto a Mike, me dijo lo mismo que me habían dicho los chicos: que era mejor dejar reposar las cosas y darle espacio para que él mismo pudiera entender qué estaba pasando. Me animó, me aseguró que yo había hecho todo lo posible desde mi lugar pero que esto incluía mucho más de lo que yo sola podría lograr. También me ayudó a resolver tareas del instituto, las que no había logrado entender del todo gracias a que tenía la mente en otra parte. También me ayudó a despejarme y a lograr pensar con claridad.
En esa semana de espera aprendí a la fuerza que no todo se da como soñamos. Yo pensé que él iba a llamar, que me iba a buscar, pero no. Sus demonios pudieron una vez más: Luke, Ashton y Calum me contaron cómo él sentía que nada iba a ser lo mismo después de lo que había pasado, que no sabía cómo reparar este desastre y que no quería verme herida. Yo había prometido que no iba a buscarlo, que dejaría que se tome su tiempo y me quedaría a aguardar: Pues lo lamento, no sirvo para esperar por siglos. Es así como el mismo viernes donde se cumplió una semana de mi charla con los chicos en el hogar de Ashton me encaminé hacia la casa de Hailey, para hablar con Susan acerca de dar este gran paso. No quería hacer algo de lo cual me arrepintiera, así que era mejor ir a lo seguro.
Pondré en breves palabras lo que fue mi encuentro con la psicóloga: Antes que nada, apenas me vió, se puso contenta porque estaba a punto de pedirle a mi amiga que me llamara, que quería hablar conmigo. Me dijo que Mikey estaba sanando de a poco. Las cosas iban por buen camino, y ella me confesó que lo alentó a que habláramos. Que era momento, que no podría seguir postergándolo. Él, sumido en sus inseguridades, le dijo que simplemente no podía hacerlo, que iba a alejarse de mí. Ella le insistió que lo piense bien, que no era necesaria tal medida. Él lo dudó, y así terminó la última sesión hace un par de días, ella sugiriéndole que lo repensara. Aquí es donde viene mi parte: Susan quiso que yo deje de esperar y lo visite. Se lo consulté una y otra vez, para chequear haber entendido bien. Sí, tenía que hablar con Mike. Me pidió que recuerde la situación que habíamos vivido, que no simule estar molesta con él, que lo comprendiera. Que si no quería verme, que no insistiera. Y que si quería verme, que aproveche la ocasión para decirle todo lo que amaba de él. Sin listas, sin planes, sin fotos. Palabras, gestos, abrazos y besos. Amor en su máxima expresión.
Contando con el apoyo de Susan, decidí que era imprescindible pedir una autorización más antes de actuar. Llamé a Karen y le expliqué todo. Ella me había mantenido actualizada sobre el estado de Mikey y todos sus avances. Ni bien atendió, me dio las gracias por seguir en esta encrucijada y me dijo que, si no era la semana entrante, la otra Michael ya volvería al instituto. Luego, le comenté mi deseo de visitar a Mike. Ella no lo negó ni un segundo. No sólo Susan le había dicho que sería bueno que hablemos, sino que Mike se lo había comentado también, lamentándose por no "deber" hacerlo. Manifestó sus muchas ganas que tenía de que hablara con su hijo, por lo que aceptó gustosa. Le dije que en una o dos horas estaría allí. Me dijo que esperaba que pueda darle una mano en esto.
Y sabía que podía hacerlo. Lo que más quería era tener a Mikey a mi lado. Ayudándolo a sacar afuera todos sus demonios, haciendo lo imposible para ayudarlo para sanar.
Iba a encontrar la manera de arreglar todo el lío que habíamos causado. Entendí que no podía salvarlo si él no lo intentaba antes, entendí que prácticamente todas las historias de heroínas salvando el mundo son ficción, que el mundo entero no puede cambiar gracias a una sola persona. No podría, ni aunque quisiera, cambiar el mundo. Pero, quizás, tan sólo quizás, haría que Mike cambiara de parecer.
...
En medio de una sensación de déjà vu, recordando la primera vez que fui a la casa de Michael sin invitación suya, la tarde en la que me enteré con variadas demostraciones qué pasaba en la mente de mi novio, me paré frente a la puerta de la casa de los Clifford. El corazón me latía a mil kilómetros por hora, mi respiración no seguía su curso habitual. Esto podría salir muy bien o muy mal, me repetía en mi mente. Para colmo, mi celular comenzó a sonar. No me importaba quién mierda podría ser, no me interesaba en lo absoluto, estaba a punto de cometer lo que podría ser una locura desde el punto de vista de cualquier adolescente, ya no quería saber más nada. Lo ignoré y cerré los ojos. Levanté la mano, posicioné mi dedo en el timbre. A la cuenta de tres, uno, dos... No, no podía. Diablos, ¿qué estaba mal conmigo? Siempre había sido fuerte, animada, esta Sasha Ross era una cobarde, una estúpida, en mi vida había sentido tal nerviosismo, tal...
Escuché un ruido. Había presionado el timbre, sin pensar.
Pasos tras la puerta, no había marcha atrás. Una sensación de miedo invadió mi estómago, podría ser rechazada en los próximos minutos y ya no había forma de evitarlo.
La puerta se abrió. No era Karen, era él.
Michael, con su teléfono en la oreja, quedándose de piedra al verme.
Mi teléfono no dejaba de sonar. Él sonrió, sugiriendo que conteste.
¿Por qué no estaba enojado? ¿Por qué no me estaba evitando?
Saqué el dispositivo. La foto de un chico de pelo verde aparecía, con la leyenda "Mikey" y un corazón.
Él cortó la comunicación, se acercó y, sin mediar palabras, me besó.
No me había dado cuenta de cuánto necesitaba eso, de cuánto me estaba matando la abstinencia hasta que lo hizo. No, no comprendía para nada lo que estaba pasando, parecía un sueño, un estúpido sueño del cual despertaría sin aviso previo.
Se separó de mí, abrí mis ojos, quedado muda.
—Te estaba llamando, quería hablar contigo y dejar toda esta mierda atrás, Sash —confesó.
Yo sonreía, incrédula. No me esperaba eso, para nada.
—¿Vas a quedarte en la puerta o quieres pasar, eh? —bromeó, tomando mi mano.
Lo seguí, en una mezcla de emoción y confusión.
Por primera vez, en esa semana, sentí que todo iba a estar bien.
ESTÁS LEYENDO
Mixtape #1, lado B {mgc} // EN EDICIÓN
Fanfic¿Qué se hace para salvar a alguien de sí mismo? Sasha quiere acabar con el autoestima bajo de Mike y demostrarle lo maravilloso que es. Temas secundarios: autoflagelación, estereotipos, padres separados, la "primera vez". Serie Mixtapes: Cuatro hist...