Capítulo 2

1.5K 60 9
                                    


- Hostia, ¡si estás vivo!

La voz de mi queridísimo amigo retumbaba en mis tímpanos después de que previamente lo hubiesen hecho sus incontables llamadas perdidas que amenazaban con romper mi sueño de la forma más desagradable posible.

Objetivo conseguido.

- No podrás decir lo mismo cuando te vea, subnormal –gruñí incorporándome en mi amplia cama, articulando como mejor podía las palabras a la par que desperezaba mis ojos con mi mano libre- ¿qué coño quieres? No son ni las diez de la mañana.

- Buenos días, Roi, tío, ¿qué tal? –ironizó mi amigo simulando la respuesta que esperaba- deberías darme las gracias por no dejarte ser un despojo humano durante todo el día. ¿Levantarte a la una del mediodía entra dentro del "en cuanto pase el verano me pongo las pilas"?

- ¿Tú sabes que el verano no termina hasta el 23 de septiembre? Me quedan diez días para tocarme los cojones –dije dirigiéndome a la cocina para servirme un buen vaso de zumo de naranja- no es necesario que me los toques tú.

- ¿Y tú no sabes eso de que a quien madruga, Dios le ayuda?

- ¿Y a los pesados como tú, Dios no les pone un bozal? Y por cierto, no sé a qué ayudará, pero si es a incrementar las ganas de que se acabe el día, lo tiene más que conseguido.

- Oye, ¿piensas hacer algo o vas a seguir todos los días encerrado en tu casa sin salir a que te dé el aire? -preguntó, desenganchándose del tono satírico-.

- El aire me da en la terraza.

- Cepeda, te lo digo en serio. –noté como Roi, ahora sí, abandonó por completo la ironía para adoptar una postura de hermano mayor rozando la figura paternal-.

- ¿Qué? -contesté desganado tras un suspiro-.

- ¿Ya no vas a volver a hacer nada con tu vida? –preguntó retóricamente- Tienes un mal momento y te plantas con todo. Vuelves a tu nido, y desconectas de cualquier contacto con el exterior. Joder, Lui...

- ¿En serio vas a utilizar "un mal momento" para describirlo? ¿Me lo estás diciendo en serio? –recriminé de mala gana, y cortándolo de repente, dejando el vaso vacío con más rabia de lo que esperaba en el fregadero- ¿De verdad? No tienes ni puta idea de lo que es eso, Roi, ni puta idea.

La conversación había llegado a su fin, y no precisamente por falta de insistencia de mi amigo en retomar nuestra conexión mediante numerosas llamadas a posteriori.


Había pasado un mes de ello. En cambio, aquel tiempo equivalía a una infinidad de segundos de angustia, de sangre hirviendo en lo más profundo de mis venas y de impotencia al ser incapaz de dar marcha atrás en el tiempo y haberlo evitado.

Ansiedad. Presión. Dolor.

Mis pensamientos jamás dejarían de atarme a aquellos sentimientos.


Aproveché el inesperado madrugón y la rabia contenida para adentrarme en la ducha de mi pequeño apartamento y dejar que el agua helada se deslizase por cada poro de mi piel con el objetivo, completamente en vano, de tranquilizarme. Volver a contemplar aquellas imágenes en mi cerebro desprendía fuego en mi interior. A veces me cuestionaba acerca de ello. ¿Cómo es posible que un suceso sea capaz de cambiar por completo la forma de ver la vida de una persona? O, la idea que más me aterraba imaginar: tal vez mi verdadera personalidad había permanecido escondida durante 28 años, y esa timidez o introversión que me había acompañado a lo largo de todo aquel tiempo, era simplemente un sentimiento de frialdad que necesitaba salir a la luz tarde o temprano. Y tal sensación daba miedo. Mucho miedo. Me aterraba.

Imperfectos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora