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Holmes lo había hecho. El primer paso a su futuro rosado y lleno de flores se dio en cuanto Watson se acercó lo suficiente como para que él pudiera acortar la distancia. Pudo haber sido una situación tan romántica como las novelas de Watson si tan solo hubiera tenido su tamaño normal. Pero ahí estaba, abrazando el rostro de Watson con todo lo que sus brazos podían y apenas alcanzaba llegar a las mejillas calientes. Su cabeza se sintió rascada por el bigote que adornaba tan bien al hombre que besaba castamente.
Ese era su primer beso, pero en verdad no esperaba que el otro par de labios cubriera todo su maldito rostro. Aquello le parecía más como que Watson se lo comería de un solo bocado. Escuchó cómo las voces celebraban con silbidos, aplausos, además de muchas risillas burlonas. Y entonces la puerta se abrió.
—¡Ella se estaba yendo! ¡Estábamos convencidos de que se iría! —Watson se separó inmediatamente, Holmes podía notar cómo el calor de su doctor le abandonaba. Su corazón latía con ferocidad y aquella sensación en su cuerpo solo era comparable a la que tenía cada vez al terminar de resolver satisfactoriamente un crimen. Se sentía feliz.
—¿Le ocurre algo doctor Watson? —Preguntó preocupada la señora Hudson, su ex inquilino tenía el rostro teñido por completo de carmín y si recordaba bien aquello solo sucedía cuando se encontraba enfermo o su pierna llegaba a doler demasiado.
—No es nada señora Hudson, ¿Necesitaba algo? —Holmes se contuvo en despedir de una vez a su casera. Ya estaba enojado con esas voces, no quería estarlo con la señora Hudson, más ella no le dejaría opción si pasaba un minuto más ahí, interrumpiéndolos.
Luego de un rato la paciencia del detective se había ido muy lejos, al escuchar como la puerta se cerraba y ver a Watson completamente tieso en su lugar ya no pudo soportar más esperar a que su doctor se pusiera de romántico por voluntad propia. Había resistido todo lo que podía, consideraba de hecho que había batido un record. Si se estaba apresurando o no, era algo que ya poco importaba. Si Watson lo rechazaba, pues bien, relegaría roda su concentración hacia sus casos. Si era aceptado, mejor. Se sentía listo para enfrentarse a lo que fuera, ya que cualquiera de las dos opciones tendría como resultado el ser devuelto a su tamaño normal. Y cierto era que no estaba dispuesto a pasar un solo día más así.
En medio de disculpas de parte de las voces y la vista del doctor que seguía de pie sin mover un músculo, trepó hasta la cima del respaldo de su sofá. Desde ahí arriba el panorama que había a partir de su lugar hacia el suelo era algo desagradable, pero poco importaba ahora, cada pensamiento se dirigía a una sola dirección.
—¿Watson, realmente se encuentra bien?
—Holmes... sí... yo-bien, me encuentro bien —Watson cubrió su sonrojado rostro con ambas manos, Holmes podía escuchar el acelerado respirar—L-lo que hizo... lo que hice... Holmes, u-usted me correspondió. —El detective solo asintió mientras hacía todo lo posible por no vomitar su corazón ahí mismo.
—Así es, querido Watson —respondió Holmes con toda solemnidad, más aun así podía sentir cómo sus mejillas adquirían un sutil rubor. Holmes no supo qué hacer al ver el estremecimiento de los hombros contrarios. ¿Qué había dicho para hacerlo llorar? En un segundo Watson apuntó acusadoramente a Holmes, sin tener la más mínima intención de ocultar sus lágrimas.
—¡Usted es el hombre más egoísta que he conocido en toda mi vida! No puede simplemente hacerme esto. ¡Estoy casado! Por dios Holmes, no puede solo porque sí corresponder un acto de locura y luego hacer como si todo estuviera bien. No puede hacerle eso a un hombre que se alejó de usted solo para poder olvidar estos sentimientos. No puede simplemente besar a alguien que le ha amado desde siempre... siempre —Watson se volteó, pero no dio ningún paso. El corazón de Holmes dolía. ¿Pero no se supone que solo debería sentirse feliz? Comprendió entonces que a pesar de lo dicho por Watson, no había una respuesta definitiva.
—¿Qué estás esperando? Dile que lo amas —Holmes se había petrificado, si se declaraba ahora su doctor sufriría por su esposa, si lo rechazaba Watson sufriría por él. No obstante, se dijo, la diferencia radicaba en que Watson le amaba a él.
—Seré entonces el más hombre más egoísta que haya sobre la tierra. Watson, no sabe lo que he pasado para decirle cuánto le he querido... desde siempre.
El corazón de Watson se detuvo un segundo. Holmes sintió un incómodo cosquilleo en el estómago.