XII
—No sabe de verdad cuánto lo lamento por usted, doctor Watson —pronunció con suave voz la señora Hudson, y ante los ojos casi llorosos del hombre, le sirvió una taza más de té. Holmes por su parte, no quería hacer notar lo feliz que le hacia la noticia que había llegado a las manos de Watson aquella mañana, por lo que se paseaba tranquilamente, con una pipa entre los labios, detrás de su queridísimo doctor.
Obviamente la señora Hudson reprobaba aquella actitud, Holmes no debería simplemente mantenerse tan apacible viendo la situación por la que Watson estaba pasando. Sin embargo, había descubierto desde hace ya bastante tiempo que su opinión poco o nada le importaba a ese hombre, así pues, con la promesa de ir a preparar una merienda especial para el doctor, la señora Hudson salió de la pequeña sala.
Una vez el ama de llaves se hubo retirado, Holmes tomó entre sus brazos al triste y aparentemente frágil doctor, que sin ánimo de nada, solo se dejó hacer. Sobre su mano, pudo ver Holmes, aún sostenía al culpable de dejarlo tan deprimido; un simple papel, cuyo contenido revelaba el porqué de su estado. Solo deseaba deshacerse de ese papel y del deprimente humor que había apresado a Watson.
—Ella... me ha... me ha abandonado Holmes... —Le escuchó decir el detective con una de las voces más lastimeras que le había escuchado hasta el momento. Eso, por supuesto, le golpeó de lleno en el pecho, justo sobre su corazón, que recientemente se había vuelto ligero y le provocaba una sensación de calidez. Ahora, por otro lado, comenzaba a dolerle. Podría describir aquella emoción como empatía, más Holmes no tenía la más mínima idea de cómo es que se siente ser abandonado por una mujer, y ya que obviamente no iba a ser abandonado por su Watson, tampoco es como si pudiera imaginarlo—. Mi esposa... me ha dejado... —completó Watson, dando a Holmes finalmente el golpe necesario para terminar de describir su situación.
Comenzaba a sentir celos. Y eso no le gustó. Para nada.
Holmes no había pasado por todo aquello para tener esa clase de resultados. Puede que sí, en algún momento, desesperadamente, había pensado que en realidad la respuesta no importaba, pues el resultado sería el mismo, más en este punto, sabiendo lo que sabía y sintiendo lo que ya no podía dejar de sentir, Holmes estaba seguro, en suficiente medida; no iba a dejar que su doctor desviara sus sentimientos en la dirección equivocada. Mucho menos si podía evitarlo.
—¿Planeaba entonces regresar a ella? —Preguntó el detective, no quería demostrar alguna de las tantas emociones que lo embargaban, pero no estaba seguro de haberlo logrado. Watson aferró con sus manos los brazos que le rodeaban por los hombros, trató de tranquilizarse recargando su cabeza sobre el pecho de Holmes.
—Claro que sí... estas situaciones se tienen que aclarar. Holmes, yo no podría abandonarla solo así —Watson hizo lo posible por controlarse, no solo estaba el tema de su esposa abandonándolo, sino que también tenía a Holmes y su recién iniciado romance, si es que podía llamarle así. Aunque obviamente no esperaba más. Conocía a su detective lo suficiente para saber que su relación no estaría rodeada de flores y frases románticas. Pero debía admitir, esta pequeña muestra de celos era algo que no esperaba. Obviamente, estaba encantado.
Holmes decidió no responder, si aclaraba el hecho de que Mary, en efecto, sí había abandonado a Watson solo así, volvería a tenerlo a punto de las lágrimas, y si bien esta vez no sería por su culpa, aun así la idea no le gustaba. Comenzaba a comprender con una claridad no deseada, que cualquier emoción proveniente de Watson le hacía reaccionar más de lo esperado, tanto si el sentimiento era positivo como negativo. Y aquello tampoco le gustaba. La idea de una persona teniendo tanto poder sobre él solo podría ser sobrellevada por el hecho de saber que Watson era esa persona.
—Pero ahora... ¿qué se supone debo hacer? —La carta de Mary era tan firme como corta, no decía a dónde iba, solo que se iría. No le contaba el porqué, aún si la mención de su última salida era una gran pista. No mencionaba nada, o al menos algo que pudiera ayudarle a encontrarla. Holmes seguía sosteniéndolo con firmeza, como desde el día de ayer y hasta ahora, no se apartaba de su lado. Excepto por la pequeña interrupción de esa mañana, cuando recibió la misiva que ahora le hacía pensar en muchas y a la vez ninguna cosa.
—Mudarse, por supuesto —respondió Holmes, encontrando fácilmente la única respuesta viable. Aun si ciertamente esperaba obtener alguna negativa, tenía ya listos sus argumentos para que Watson volviera a vivir con él. Desde luego, no deseaba una respuesta ahora, su doctor seguía en shock y Holmes no tenía las suficientes pocas emociones como para saber que debía esperar un tiempo. Y lo haría, pero no demasiado, Watson volvería al 221B esa misma semana.
—¿Y qué hay de Mary? La quiero Holmes... no como a usted —dijo, en cuanto se dio cuenta de sus palabras, aún con el rostro sobre el pecho contrario, le gustó imaginarse a Holmes reaccionado más celosamente ante sus palabras—, ella es una mujer increíble, inteligente, amable, cariño... —Watson se detuvo, más sorprendido por la acción de Holmes que por realmente tener un impedimento. Sonrió sin querer contra una de las manos de Holmes sobre sus labios.
Sabía, de verdad sí, que debía aún sentirse mal por el abandono de su esposa, pues se había casado apenas hace una semana y él realmente la amaba. Sin embargo, lo que sentía por ella se sentía tan pequeño, tan infinitamente diminuto, comparado con la emoción embriagadora y cálida que tenía por Holmes. Por ese hombre aparentemente celoso por escuchar de sus labios alabanzas hacia una persona que no fuera el mismo detective. Watson sintió su sonrisa crecer. Besó la mano que cubría su boca, la piel blanca de Holmes reaccionó a su contacto, sus dedos nudosos acariciaron los labios rosas de Watson mientras los retiraba.
—Mary no merece... ella es una buena mujer, la quiero y por ello no merece que... —se detuvo, absolutamente nada de lo que podría decir cambiara en algo su situación con Mary. Suspiró, ¿quizás había hecho más drama del que debió? No, se dijo, realmente le dolía el abandono de su esposa, por otro lado, la sola presencia de Holmes era suficiente para tranquilizar cualquier emoción negativa. Recordando las palabras del detective, pensó que en realidad, la mejor de las opciones ahora sí era mudarse nuevamente a la calle Baker.
—¿John, qué harás entonces? —Preguntó Holmes, en cuclillas entre las piernas de Watson. Sostuvo entre sus manos el sorprendentemente suave rostro del doctor. En aquella mirada de hermosos ojos verde pasto y con la habilidad que su tiempo compartiendo momentos le había otorgado, Holmes encontró la respuesta antes siquiera de escuchar las palabras de Watson.