Irracional

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Justo un segundo antes de que Mycroft Holmes se topara con una persona interesante había resoplado por décimo tercera vez en el día. Una berlina tuvo la enorme desgracia de cruzarse en el camino de su propio coche y, por consiguiente, se había visto obligado a no solo caminar cinco calles hasta el hogar de su querido hermano menor, sino que además, por si realmente fuera poco, el caso de Charles Augustus Milverton continuaba siendo un delicado tema sobre el que debía seguir tratando.

Más ahora ahí estaba. Admirando, por decir lo menos, a esa interesante persona. Ese pequeño caballero que había tenido la osadía de cruzarse en su camino, cuando no estaba precisamente en su mejor humor, con aquella aura de presa rodeándolo venía a ser el blanco perfecto para que la bilis acumulada pudiera por fin ver la luz. No obstante, había sido aquella misma aura lo que apaciguó, de una manera increíble, los deseos insanos, por no decir asesinos, que desde hace un rato acaparaban los pensamientos de Mycroft.

Con una inteligencia tan notoria como la suya, poco había tardado en dar cuenta sobre aquella inmediata tranquilidad. Sin embargo, aún no comprendía cómo es que una sola persona podía poseer tan innata capacidad para apaciguarlo con tan solo su mera presencia. Entendía, por supuesto, la parte en la que él se había interesado de una manera no precisamente amistosa con el hombre, lo que deseaba saber era por qué. ¿Qué de atractivo había en el caballero de delicadas manos, de estrecha cintura, grandes ojos avellana y pequeña estatura? Mycroft necesitaba averiguarlo, el físico de alguien jamás había significado gran cosa para él, entonces ¿por qué ahora sí?

-¿Una cena será suficiente para que pueda perdonar mi descuido? -Interrogó al mismo tiempo en que apretaba sutilmente la mano del hombrecillo. Su piel clara inmediatamente se tornó escarlata, Mycroft notó con claridad cómo es que su corazón comenzó latir más rápido y la duda, por sobre otras cosas, acaparó su atención. ¿Por qué le parecía tan atractivo ese rostro sonrojado?

Mycroft pudo ver que, a pesar del obvio deseo del pequeño caballero a negar la invitación, terminó finalmente asintiendo. No quería mostrarse intimidador, pero no había ahora una cosa que le hiciera apartar su mente del tema en cuestión. Él descubriría el encanto de ese hombre así se viera en la necesidad de secuestrarlo, usar sus contactos e incluso acudir a su hermano menor. Más, por fortuna, parecía ser que el caballero aceptaría sus términos por las buenas.

Besando una vez más la delicada mano del hombre, le indicó que debían verse en ese mismo lugar dentro de un par de horas. Obviamente no estaba dispuesto a esperar, por lo tanto, debía terminar sus asuntos antes de la hora acordada. Una vez se despidió adecuadamente, marchó en dirección al 221B de Baker Street. Se dio cuenta, luego de unos minutos, que no sabía el nombre de tan encantador caballero, más, por si llegaba a darse el caso de que este no se presentase a la cita, Mycroft bien podía encontrarlo en las instalaciones del Scotlan Yard. Como había podido deducir por el porte y la fuerza usada del mismo, además de la calidad de su traje, el hombre era detective, por lo tanto, no debería tomarle mucho esfuerzo el descubrir incluso más que su nombre, en caso de necesitarlo, claro.

Aun si estaba convencido de obtener sus resultados de la forma más sencilla posible, siendo realistas, no creía en absoluto que fuese tan fácil, estaba planeando ya algún modo de descubrir más sobre el adorable caballero. Por supuesto, tratándose de quien se trataba, Mycroft no planeaba fallar. Cual depredador, perseguiría a su presa hasta fatigarla, le acorralaría y haría de su cuerpo el más delicioso manjar.

Sonrió casi divertido, ya podía saborearlo.

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