Rutina Mal Querida

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El sonido más tedioso para los  oídos, suena en la fría y oscura  habitación. «Verdaderamente aquella alarma no tiene compasión contigo». 

Reposas el peso  del  cuerpo sobre la vieja cama, masajeas tus  párpados con  las manos  empuñadas.
«Odias la sensación de estar soñolienta y no poder retomar el  acogedor trono con sábanas» .

Lo peor del caso es que  mantienes  un ojo cerrado y otro abierto. «Un desacuerdo muy peculiar entre el ocio  y el compromiso».

No quieres caminar, no quieres levantarte de la cama, porque odias levantarte en horas de la mañana. Pero al final tú sentido responsable  decide levantarte después de amonestarlo por varios minutos.

Abres  la puerta de la  habitación un «buenos días»  surge por el ambiente mañanero; tal vez, vengan de los labios de aquella persona que te importa.

Ignoras el hecho de que te tambaleas camino a la ducha. «Una vez vistes una película de zombies, y consideras que es así justamente como  te ves, por la lentitud de pies; entonces haces obligar a tus piernas a movilizarse con más rapidez».

El agua está fría, no quieres arriesgarte a que se te ponga la piel de gallina.  Tomas aquel  cepillo viejo primero, y  lo llevas a tus dientes, del mismo sueño dominante, has olvidado la pasta dental. «Que torpeza sigilosa»

Vuelves al paso anterior por aquella torpeza, decides humedecer tu rostro con rigidez de manos. Ya  ves con claridad todo a tu alrededor, pero sigues odiando el hecho de que... despertar temprano no es lo tuyo.

Visitas nuevamente la ducha y como valiente das  batalla al líquido frío que corre por el camino de tu columna vertebral. La ducha te ha despertado, pero la pereza te ha vencido.

Ahora que el cereal te espera como todos los días. Decides tomar  la leche directa de su envase; como te gusta dulce, solo  dos cucharas de azúcar basta.

–¿Que hay de aquella vestimenta que armastes en tu cabeza? ... «Jurarias que realmente te quedaba  mejor como lo imaginates» pero como el tiempo corre, te conformas con lo primero que has tomado del armario.  «Ahora si, los zapatos a las medias, las medias a los pies».

Ahora empecemos con el dilema de siempre, mientras vas  camino hacia tu destino: «Que si el pasaje» , «que si la comida», «Que si la tarea», «que si el trajín del estrés» Bla, bla, bla... Y la violencia del sueño sigue  sin medida. «Pues todo sigue siendo una rutina mal querida».

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