CAPÍTULO 1

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PRIMER AÑO

-¡EDELWEISS! ¡EDELWEISS! ¡Ya te he avisado seis veces, no me hagas tener que subir!

La joven agarró la manta y se cubrió con ella la cabeza.

-¡EDELWEISS!

-¡Voy!

-¡Venga o no te va a dar tiempo a desayunar!

-¡Siiii!

Abrió los ojos y se enderezó en la cama mientras se frotaba los ojos. Entonces se dio cuenta de qué día era.

-¡HOY EMPIEZA EL COLEGIO!

-¡Sí! ¡Ahora baja, tienes que desayunar, vestirte y ayudar a cargar a los animales en el transporte!

-¡Siiii! -la chica, que no debía tener más de 11 años, se levantó de un salto y salió corriendo de la habitación. Edelweiss Maiden era un torbellino de energía, con una larga melena pelirroja, increíblemente rizada, grandes y expresivos ojos verdes y una cara pecosa y sonriente la mayor parte del tiempo. Con las prisas se le olvidaron las zapatillas. Bajó las escaleras, atravesó el pasillo, bajó las otras escaleras, cruzó la entrada y por fin llegó a la cocina.

"Menos mal que he nacido aquí, si no estoy segura de que me perdería, esta casa es como un laberinto" -pensó

La familia Maiden llevaba viviendo en aquella casa desde hace siglos, y la casa se había ido agrandando a medida que la familia crecía.

-¡Buenos días! -dijo ella.

-Buenos días Edelweiss.

-Hola tía Amapola.

-Venga venga, siéntate y desayuna. Yo voy a ir peinándote -con un movimiento de su varita, la tetera voló hasta sus ojos y llenó una taza mientras que un cuchillo comenzó a untar de mantequilla un bollo de pan.

Se sentó en una de las sillas que estaban alrededor de la mesa, entre su prima Cala, una chica un año menor que ella que aún estaba en pijama y su primo Crisantemo que era varios años mayor que ella y ya trabajaba como el resto de la familia en la granja.

Su madre, Eveline Maiden, se colocó detrás de ella e intentó, sin lograrlo, peinar sus rizos pelirrojos, pero el pelo de Edelweiss era indomable, ni con golillas, ni con pinzas, ni con pociones, ni con hechizos, nunca habían conseguido peinarlo correctamente ni su madre ni ella, aunque la verdad era que Edelweiss no lo intentaba con muchas ganas. Le gustaba su pelo salvaje, toda su familia lo tenía igual, podría decirse que era su... seña distintiva. Bueno, una de ellas.

-¿Has terminado? -preguntó su madre.

Asintió y sus platos volaron hasta la pila y comenzaron a fregarse solos.

-Bien, he hecho lo que he podido con el pelo -dijo su madre -pero no se puede hacer más.

-Edelweiss, tú uniforme llegó anoche, está en el salón principal -dijo su tío Agerato, que acababa de entrar en la cocina. 

-¿¡De verdad!? ¿¡De verdad!? ¿¡De verdad!? -de lo contenta que estaba se puso a dar saltos por toda la cocina.

-Edelweiss, relájate -su madre trataba de hacer que dejara de saltar, pero era imposible, estaba demasiado nerviosa.

"Mañana a esta misma hora seré una estudiante de la mejor escuela de magia y hechizería del mundo, Howgarts"

-Es que no puedo, estoy muy nerviosa.

-Pues venga, ve a probarte tu uniforme -su madre finalmente cedió.

-Yujuuuuuuu -salió corriendo de la cocina y atravesó volando los pasillos hasta llegar al salón, donde vio un enorme paquete marrón.

Los MerodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora