CAPÍTULO 2

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Edelweiss hincó los pies en el costado de Atlas. Este desplegó sus grandes alas negras y alzó el vuelo en cuanto sonó el silbato.

Eran veinte jinetes, más la conductora del carromato. Enseguida estuvieron sobrevolando las nubes. En cuanto comprobó que todo el comité había despegado, Edelweiss pidió permiso a su padre para alejarse un poco. Él aceptó y ella alzó el vuelo, incluso se animó a meterse en un banco de nubes. A Atlas le encantaba volar entre las nubes, y para qué engañarnos, a ella también.

El vuelo transcurrió sin apenas contratiempos , hasta que a media tarde, cuando ya hacía rato que habían parado a comer, se toparon con una tormenta que no estaba prevista.

-¡Papá! ¿Qué pasa?

-Esta tormenta no estaba en nuestros planes. Debe haberla provocado algún mago y haberse alejado con alguna corriente de aire. ¡Chicos, viramos a la izquierda, no podemos arriesgarnos a atravesarla con el carromato hasta arriba de nogtails y kneazels, se pondrán nerviosos con el movimiento del carromato.

-¡Edelweiss, entra en el carro y tranquiliza a los animales! ¡Pueden sufrir un síncope si se ponen demasiado nerviosos.

-¡Sí! -ella se acerqué lo maximo que pude al carromato y saltó hacia él desde el caballo. Abrió el pestillo con la varita y entró en el carromato. Los animales se estaban poniendo muy nerviosos porque estaban escuchando la lluvia y se agobiaban al estar encerrados en un espacio tan pequeño tanto tiempo. Tenía que hacer algo para evitar que los animales comenzaran a pelearse entre sí, así que se concentró, cerré los ojos y usó mi poder para establecer una conexión con ellos.

Los Maiden son una familia muy antigua y, como tal, conservan algunos poderes únicos, que solo los miembros de la familia pueden usar, como el de establecer conexiones con las criaturas mágicas, para simplificar, pueden "hablar con los animales", lo cual es un poder muy útil cuando se tiene una granja de animales fantásticos.

A este "poder" se le llama "enlazamiento", y esto es justamente lo que estaba haciendo ahora. Les estaba diciendo que se calmaran, que no pasaba nada y que todo iba a estar bien.

Tardó más de una hora en hacer que todos se tranquilizaran, porque llevaban más de cien animales de varias especies distintas en el carro, y con cada una había que enlazarse de una manera distinta. Cuando por fin salió, estaba agotada y ya era casi de noche.

-Edelweiss, nos hemos retrasado por el rodeo de la tormenta, monta, tenemos que apretar la marcha.

-Voy -sin pensárselo ni un segundo, saltó al vacío. Casi no veía nada de lo que había a su alrededor, pero sabía que Atlas la cogería. Sabía que no la dejaría caer. Y efectivamente eso hizo. Tal y ella le había enseñado, se puso a volar muy cerca suya para que pudiera agarrarse a él y montar.

-Edelweiss -dijo su padre -sabes que tú madre odia que hagas eso.

-¿Y quién se lo va a decir, eh? -Edelweiss adoraba volar así. Le encantaba sentir el aire en la cara, el peligro de poder caer en cualquier momento, la confianza de que Atlas no lo permitirá... Adoraba hacer eso cuando volaba en escoba también, saltar al vacío y agarrarme con los brazos y las piernas al caer. Aunque siempre había gente a la que aquello le parecía una barbaridad, su madre incluida.

Por fin, y ya de noche cerrada, vieron a lo lejos emerger entre las sombras el castillo de Hogwarts.

-¡Llegamos! -exclamó Edelweiss llena de felicidad.

-Sí, vamos a aterrizar, ¡ahí! Junto a ese bosque, en el campo de Quidditch. ¡Formaos!

-¡Sí! -exclamaron todos, y se colocaron en posición para el aterrizaje.

Los MerodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora