Los Merodeadores

CAPÍTULO 4

Cuando Etna se levantó al día siguiente, el sol aún estaba saliendo.

"Claro, acostumbrada a levantarme temprano en la granja..." -pensó.

Enseguida se dio cuenta de que la noche anterior se había acostado con la ropa puesta, zapatos incluidos. Miró a su alrededor y vio que el resto de chicas estaban aún dormidas. Todavía faltaba una hora para que se despertaran.

"Entonces creo que iré a dar una vuelta"

Etna cerró los ojos y se concentró. Cuando los volvió a abrir, la chica de 11 años pelirroja y con la ropa arrugada había desaparecido y en su lugar ahora había un pequeño zorro, con el pelaje suave y naranja y una cola larga u esponjosa. El zorrito olisqueó el aire y, con un ágil salto, se subió al alfeizar de la ventana.

Otro "detallito" que se me había olvidado comentar sobre los Maiden es que, además del enlazamiento, todos los miembros de la familia son animagos de nacimiento; todos pueden transformarse en el mismo animal, que además es el emblema de la familia, en zorros. Esto es muy útil para muchas cosas, para moverse por la granja, por ejemplo, y, sobre todo, para moverse por la casa, porque la casa Maiden no era una casa normal. Era una mansión victoriana, enorme, con el único detalle de que está en la copa de un árbol, y está a trozos, un salón por allí, una habitación por allá, a distintos niveles, y están unidos por pasillos, escaleras y pasarelas. Y es mucho más fácil ir de una lado de la casa a otro en forma de zorro. 

La historia de la casa es tan curiosa como la historia de la familia en sí. Hace unos 200 años, cuando la granja ya llevaba varios siglos funcionando, todos vivían en esa enorme casa, solo que en aquel entonces la casa estaba en el suelo. En esos momentos en la granja además de la cría de animales se dedicaban al cultivo de algunas especies de plantas mágicas, ya que había muchísimo terreno sin explotar y esto aumentaría la demanda. En aquel entonces estaban investigando una nueva especie de fertilizante que aumentaría el crecimiento de los árboles muchísimo, el cual tenían en el laboratorio del sótano. Una vez cada cuatro años se celebra una gran carrera de jinetes de caballos voladores, en la que suelen participar los miembros de la familia que estén en edad de competir, y el resto van a ver la carrera. Esto fue lo que sucedió, dejaron el fertilizante en el sótano haciendo pruebas en varias especies distintas y se fueron el fin de semana a ver la carrera. Al volver ya no había un casa, había un enorme árbol y restos de lo que fue su hogar desperdigados por las ramas. El fertilizante era más efectivo de lo que creían. Dejaron de lado la idea del cultivo de plantas, centrándose de nuevo en los animales y, tras algunas reformas, la casa pasó a ser una casa en el árbol.

Etna, que se había quedado mirando por la ventana, decidió que iría a dar un paseo. Miró hacia el suelo. Había una caída de varios pisos, ni con esa forma podría saltar desde tan alto. Se fijó en una enredadera que había trepando por la pared y, con la agilidad que solo un zorro podía tener, bajó por ella.

Cuando por fin estuvo en el suelo, comenzó a correr. Tras unos segundos de carrera, decidió ir hacia el bosque en el que habían aterrizado el día anterior. En su carrera espantó a una bandada de pájaros que estaban posados en el suelo.

Atravesó lo más rápido que pudo el campo de quidditch hasta que llegó a la linde del bosque. Había un cartel medio oculto por el musgo cerca de allí, así que Etna se acercó a leerlo: "Bosque Prohibido. Prohibida su entrada a cualquier estudiante"

"Este debe ser el bosque que dijo ayer el celador"

Etna no pudo resistirse, era demasiado tentador, no había nada que le diera más ganas de hacer algo que un cartel de prohibido entrar. Justo cuando iba a cruzar, vio por el rabillo del ojo algo que le resultó más interesante. El semigigante del día anterior, cómo dijo que se llamaba... ¿Hagrid? Sí, Hagrid. Llevaba un cubo que, por el olor, Etna intuyó que era carne cruda. Y al lado de él iba un perro negro gigante. El perro se puso tenso en cuanto la vio, con la cola tiesa y enseñando los dientes, y se abalanzó sobre Etna.