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La adrenalina al sentir la pelota de hierro, pesada, acercarse a ella a toda velocidad, se convirtió en una adicción para Diana.
Como Ginny estaba siempre en su habitación, ya que la niña tenía la tremenda pesadilla de encontrarse a Harry Potter si salía de ella, Diana no pudo hablar con Tom en los días siguientes, pues tenía miedo de que la pequeña diablilla se enterase de lo que sucedía con el diario y quisiese ser parte de ello. Si eso sucedía, Diana sabía que debería aceptar, porque su hermana pequeña la chantajearía con contarle a todos lo que era en realidad aquel objeto si no le dejaba hacerse amiga de Tom también.
Y Tom no podía ser amigo de Ginny, porque Tom era amigo de Diana.
Con esto asumido, Diana tuvo que buscar una nueva forma de canalizar sus emociones. Quizás George era más inteligente de lo que Diana pensaba, o quizás lo hizo sin querer, pero le mostró la manera perfecta aquella vez después de que Fred le dijese aquellas palabras en lo alto de las escaleras de la Madriguera.
George la había cogido y la había arrastrado, junto con dos escobas, un bate y una quaffle, hasta el jardín. Le había dado a su hermana una de las escobas y el bate, y se había lanzado al aire con la pelota.
—¿Qué se supone que debo hacer con esto? —preguntó Diana, refiriéndose al bate, mientras se sentaba en su escoba y ascendía hasta el nivel de altura de su hermano mayor.
—Le das a la pelota —contestó él, como si se tratase de algo obvio—. Creía que te gustaba el quidditch.
Diana rodó los ojos, tratando de averiguar como coger el bate correctamente.
—Me gusta verlo. Y cuando juego, lo hago como cazadora. Además, ¿no se supone que si tengo esta cosa debo darle a las bludgers?
—Si quieres morir, es una buena idea. Pero yo que tú no haría eso hasta saber usar esa cosa.
Diana sonrió de manera divertida.
—No puede ser tan difícil.
Su sonrisa se borró de inmediato. Antes de que pudiese reaccionar, George le había lanzado la pelota, que había rebotado en su frente, desconcertándola.
Diana enfureció, mientras George estallaba en carcajadas y bajaba en busca de la quaffle.
—¡No estaba preparada!
—¡Está bien! —contestó George, volviendo a ascender—. Pues prepárate.
Diana hizo eso mismo. Trató de mantener el equilibrio sobre la escoba mientras se aferraba al bate con ambas manos. George elevó las cejas ante la cara de concentración de la chica, quien le asintió de manera muy seria, para indicarle que estaba lista.
George negó con la cabeza, pero se preparó para lanzar. Sorprendiéndole a él, y a si misma, Diana fue capaz de darle. Es decir, lo hizo con el borde superior del bate, lo que provocó que la pelota saliese disparada en línea recta hacia arriba (lo cual no era el objetivo, ni mucho menos), y tras darle, Diana perdió el equilibrio y dio una vuelta completa, casi soltando el bate para poder agarrarse a su escoba.
