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La tensión se palpaba en el ambiente, mientras los ojos claros de Diana se fijaban en el mismo punto, tan quietos como el resto del cuerpo de la pelirroja, como si cualquier movimiento que pudiese hacer, fuese capaz de provocar su muerte absoluta, o resultase en consecuencias de lo más catastróficas.
La realidad era una muy distinta, sin embargo. El único peligro que corría la Slytherin, era el provocado por la tentación de acercar su pluma, que apretaba con tremenda fuerza en su mano derecha, y escribir su nombre en aquel trozo de papel, que colgaba del tablón de anuncios del vestíbulo.
PRUEBAS PARA EL EQUIPO DE QUIDDITCH DE SLYTHERIN Se buscan cazadores y golpeadores, solo de la casa de Slytherin. El viernes en el campo a mediodía se harán las pruebas. Los participantes deberán ser estrictamente puntuales. Quienes deseen participar, deberán escribir su nombre debajo:
Entonces, más abajo, la información seguía:
Los participantes no deben traer escoba. Cada uno será proporcionado con una Nimbus 2001, que deberá ser devuelta al final de las pruebas.
Sin darse a si misma tiempo de preguntarse de dónde habían sacado Nimbus 2001 para cada uno de los participantes, Diana leyó el único nombre escrito en el papel, con letra pulcra y distintiva:
Daphne Greengrass.
Diana se dijo a si misma que no quería volver a interactuar con la chica y que aquel era el motivo por el que se negaba a escribir su nombre, pero conocía la realidad; que ahora el quidditch le importaba demasiado y que si fuese rechazada, no sabría que hacer.
Pensó en lo mejor que sería todo si aún hablase con Tom, y pudiese consultar con él lo que hacer.
Si no lo intentas nunca sabrás lo buena que eres, y ambos sabemos que serías la mejor de todas, le escribiría él de vuelta, haciéndola sonreír. Y si no te eligen, tendrás más tiempo para invertir en cosas mucho más importantes.
¿Como qué?, le preguntaría ella y, aunque no le pudiese ver, podría sentir su sonrisa divertida mientras le contestaba:
Hablar conmigo.
Diana suspiró y negó con la cabeza. Le encantaría tener el valor de poder tomar riesgos como aquel, pero al fin y al cabo, no era una Gryffindor por algo. Se dio la vuelta, haciendo contacto con alguien inmediatamente, que se acercaba al cartel al mismo tiempo que ella se alejaba.
Diana le reconoció en seguida, la mirada brillante, el pelo rubio y la tez clara. Se sostuvo de rodar los ojos, pero no le faltaron ganas.
—¿Pensabas apuntarte? —dijo él, sin pizca de burla o sarcasmo en su tono.
Extrañada, Diana se dio la vuelta y miró el trozo de papel una vez más.
