seis; ¿puedo ser la madrina?

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Habían pasado cuatro meses. Mi pancita había aumentado y mi relación con Cristián iba más que bien. Discutiamos, pero no hubo más infidelidades.

En este momento, estábamos tomando café y riéndonos junto a algunos amigos y sus novias de nosotros. Por ejemplo, Fernando Gago o Paulo Dybala.

El timbre sonó, Cristián fue a abrir. Seguí tomando mi café y entablando conversación con mis amigas hasta que la vi. ¿Qué mierda hace ella acá? Miré a Pavón, que subió las dos manos y se encogió de hombros.

—Hola —dijo Jazmín. Me saludó con un beso en la mejilla y se sentó a mi lado, ocupando el lugar de Cris.

Esperanza, la única que sabía, la miraba fijo. En cualquier momento iba a saltar a arrancarle los pelos, así que la miré y negué con la cabeza.

Jazmín empezó a hablar con nosotras, e intentando de ser amable y dejar de ser rencorosa porque me hizo cornuda como cinco veces, la incorpore a la conversación.

—¿Cómo se va a llamar? —dijo Jazmín. Cristián vino a mi lado y me agarró la mano.

—Se va a llamar Melissa —sonreí al imaginarmela.

—Saben... estuve pensando. Hace mucho conozco a Cristián ya que somos como hermanos —hipócrita. Me cae tan mal, que si no la saco de mi casa a patadas es por educación—. Así que.. ¿puedo ser la madrina?

A mí y a Espe se nos escapó una carcajada. Me levanté de mi asiento y la agarré del brazo, empujandola hasta la puerta.

—No quiero que vuelvas a acercarte a Cristián, ¿me escuchaste? —la morocha levantó una ceja y rio.

—Esta bien, Cotita, pero entonces decile que me deje de textear todas las noches para vernos mientras vos dormis —cerré fuertemente la puerta en su cara.

Caminé hasta Cristián y sonreí, como si nada pasará.

Agarré el celular de Cris disimuladamente y una vez que lo tenía en mis manos, lo desbloqueé ya que no tenía contraseña.

Cuando entré a WhatsApp, leí la conversación con Jazmín y no pude evitar llorar. Los mensajes eran recientes. ¿Cómo pudo?

Me sequé las lágrimas y salí del baño. Fui hasta mi pieza y arme un bolso.

Cuando todos se fueron, lo agarré y caminé hasta la puerta. No podía dejar de llorar, pero me repetía que esto solo era temporal. Cristián iba a volver a pedirme perdón y yo iba a volver a mi hogar.

—¿Qué haces? —me miró y después al bolso.

—Lo que tuve que hacer hace mucho tiempo. Irme —abrí la puerta.

—¿Ahora qué paso? —reí sarcasticamente.

—Pasa que seguís siendo el mismo gato de siempre. Lo mejor va a ser que vos sigas con tu vida de famoso y yo crié a mi hija sola —no le di tiempo a contraatacar, porque cerré la puerta y corrí con el bolso en la mano.

¿Qué iba a hacer ahora?

masoquista » kichan pavón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora