Capítulo 13

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Capítulo 13

Cuando desperté a la mañana siguiente, el sol iluminaba las montañas que rodeaban el valle. Ya no estaba en el lado de mi cama. Diablos, ya no estaba en la cama. La mitad de mi cuerpo estaba sobre el pecho de Sasuke. Nuestras piernas estaban entrelazadas debajo del edredón. Uno de sus brazos estaba alrededor de mi cintura como una banda de acero. Mi mano sobre su estómago. Podía sentir su corazón latiendo en mi mejilla, constante y fuerte.

Me quedé allí, mi respiración atorada en mi garganta.

Había algo íntimo en la manera en que estábamos sobre el otro en la cama. Como amantes.

Un fuego dulce y ardiente se apoderó de mi piel y apreté mis ojos cerrados. Cada centímetro de mí estaba súper consiente de él. De cómo mi cuerpo encajaba con el suyo, la forma en que sus muslos presionaban contra los míos, la dureza de su estómago en mi mano.

Mis hormonas se apoderaron de mí como una patada en el estómago. Rayos de fuego atravesaron por mis venas. Por un momento, pretendí. No que no éramos de dos especies diferentes, porque yo no lo veía así, pero que realmente nos gustábamos.

Y luego él se movió y rodó. Estaba sobre mi espalda y él aún seguía moviéndose. Enterró su cara en el espacio de mi cuello y hombro, suspirando. Maldición... Su aliento cálido bailaba sobre mi piel, enviando millones de escalofríos por mi cuerpo. Su brazo era firme contra mi estómago, su pierna entre la mía, empujando más y más arriba. El aire abandonó mis pulmones.

Sasuke murmuró algo en un idioma que no entendí. Fuera lo que fuese, sonaba hermoso y suave. Mágico. Sobrenatural.

Podría haberlo despertado, pero por alguna razón no lo hice. La sensación de estar enredados de piernas y el tocándome era mucho más fuerte que cualquier otra cosa.

Su mano estaba en el dobladillo de la camisa prestada, sus largos dedos acariciando la piel expuesta entre el dobladillo de la camisa y la banda de los pantalones de pijama. Su mano se deslizó debajo de la camisa, a través de mi estómago, donde disminuyó ligeramente. Mi pulso se disparó a un ritmo cardíaco. Las yemas de sus dedos rozaron mis costillas. Se movió, su rodilla presionada contra mi entrepierna.

Solté un jadeo ahogado.

Sasuke se detuvo. Ninguno de los dos nos movimos. El reloj de la pared marcó la hora.

Y me estremecí.

Él levantó la cabeza. Sus ojos como un negro ónix líquido me miraron con confusión. Éstos rápidamente se aclararon, volviéndose filosos y duros en cuestión de segundos.

—¿Buenos días, ttebayou? —chirrié.

Usando sus poderosos brazos, se levantó. Sus ojos nunca dejaron los míos. Sasuke tomó una respiración profunda. Y no estaba seguro si la dejó escapar. Algo pasó entre nosotros, silencioso y pesado. Sus ojos se estrecharon. Y tuve la extraña sensación de que estaba analizando la situación y que de alguna manera yo sería el culpable de sus —muy, muy agradables— caricias.

Como si nada de esto fuera mi culpa.

Sin decir palabra alguna, su peso abandonó mi cuerpo. La puerta se abrió y se cerró de golpe detrás de él sin que tuviera la oportunidad de vislumbrarlo.

Me quedé allí, mirando el techo, el corazón palpitando enloquecedoramente. Las mejillas enrojecidas y mi cuerpo muy, muy, acalorado. Sin saber cuánto tiempo había pasado, la puerta se abrió de nuevo a una velocidad humana.

Sai se asomó con los ojos muy abiertos. —¿Ustedes dos...?

Era gracioso que de todo lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas, esa era la pregunta que tenía que cuestionar.

Scarlat.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora