Capítulo 14

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Capítulo 14

Odiaba a Uchiha Sasuke—si es que ese era su nombre—con una fuerza que igualaba la energía de mil soles. Ya casi no brillas. Él se fue después de eso, agarrando su camisa del suelo y saliendo de mi casa.

Ese hijo de puta quemó mi portátil.

Eso era lo que olía a quemado. Resulta que su extraño mojo tenía un efecto importante en las luces y electrodomésticos. Ahora tenía que usar las computadoras de la escuela para actualizar mi blog. Mundana mierda. Y además, después del episodio en el sofá, duré una hora remplazando las bombillas por toda la casa y arreglando el problemita físico de mi cuerpo en el baño. Por suerte, la televisión no se había frito.

Pero mi cerebro sí. ¿Qué diablos estaba pensando? ¿Haciendo?

Tenía que haber sido el argumento entre nosotros. Esa era la única explicación de por qué comenzamos a besarnos. Y él no estaba tan inafectado como pretendía. Nadie podría fingir eso.

Lo odiaba.

No sólo por el hecho de que me había probado de ser un mentiroso, o que ahora tenía que esperar hasta mi cumpleaños para un nuevo ordenador portátil, o el hecho que Sai sospechaba el cómo mi luz había desaparecido, pero lo odiaba por lo que me hacía sentir, por hacerme admitirlo en voz alta.

Y si me codeaba en la espalda con ese jodido bolígrafo una vez más, yo mismo lo tiraría delante de un Arum.

Mi celular sonó en mi mochila mientras me dirigía hacia mi coche, agachado para evitar el viento implacable de las montañas. Sin mirar, sabía que era un texto de Kiba. Durante la última semana había estado enviándome mensajes de texto disculpándose una y otra vez. No se atrevía a dirigirme la palabra en clase o en público, mucho menos con la amenaza de Sasuke colgando sobre su espalda. No lo perdonaría pronto. Borracho o no, no era una excusa por ser un jodido idiota que no entendía la palabra "no."

— ¡Naruto!

Salté ante el sonido de la voz del hermano menor de los Uchiha. Reajustando mi mochila, me volví y esperé.

Como siempre, Sai estaba increíblemente apuesto. Hoy se había puesto jeans oscuros y un jersey ligero. Con su cabello negro sedoso y sus ojos oscuros y brillantes, él era impresionante. Su sonrisa era amplia y amable, pero se desvaneció rápidamente mientras se acercaba.

—Hola, pensé que no te ibas a detener —dijo.

—Lo siento, ttebayou. Estaba perdido en mis pensamientos. —Empecé a caminar de nuevo, mi mirada en mi coche—. ¿Qué pasa?

Sai se aclaró la garganta. — ¿Estás evitándome, Naruto?

Había estado evitando a todos, lo que era difícil. Vivían al lado. Estaban en mis clases. Se sentaban conmigo en el almuerzo. Y extrañaba a Sai. —No, de veras.

—En serio, porque no has charlado mucho desde el sábado —señaló—. El lunes ni siquiera te sentaste con nosotros en el almuerzo, alegando que tenías que estudiar para un examen. Ayer, creo que no me dirigiste ni dos palabras.

Mis entrañas se revolvieron de culpa. —He estado... ocupado, dattebayou.

—Es demasiado, ¿no? ¿Lo qué somos? —Su voz era pequeña e infantil—. Tenía miedo de que esto sucediera. Somos unos bichos raros.

—No son raros —le dije, lo cual era verdad—. Ustedes son... más humanos de lo que ustedes creen, ttebayou.

El pelinegro parecía aliviado al oír eso. Se acercó a mí. —Los chicos, ellos aún siguen buscando a Momoshiki.

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