~ Cuarta parte

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Necios pintores

Roselyn parpadeó aturdida por la orden. Antes de que pudiera separar sus labios para responder algo, Jack estrelló su palma contra el botón en el panel.

—¿Qué estás...? —comenzó intrigada, sin ser capaz de terminar.

Se precipitó hacia ella empujando su espalda contra la pared de espejada. Sus bocas colapsaron con tanta violencia como sus cuerpos y se fundieron en un beso que fue el fósforo que inició el incendio. El fuego se abrió camino en los más recónditos lugares de su ser, expandiéndose con una velocidad demoledora, calcinándolo todo a su paso, consumiéndolos y haciéndolos estallar en llamas tan calientes como las del propio sol.

—Vamos a deshacernos de esto —dijo Roselyn exhalando entre los dientes.

Sus manos encontraron el pecho de Jack y se arrastraron hasta sus hombros. Ansiosa, quiso quitarle la camisa. No iba a desprender botón por botón, estaba demasiado cegada por la luz de esta hoguera en propagación como para eso. Los botones saltaron en todas direcciones cuando tiró de la tela con incontinencia.

—No pareces ser muy tímida —observó él mientras le quitaba el abrigo y guiaba una mano hacia sus pechos.

—Tú tampoco.

La mente del hombre estaba dividida en aquel momento, cosa poco usual dadas las circunstancias. Sin embargo, no pudo evitar preguntarse si McKlint lo mataría de la misma forma en que tenía pensado matar a Roselyn. Al sentir que todo en su cuerpo palpitaba por el toque de la mujer en los lugares correctos, intentó decidirse.

Había ciertas formas de deshacerse de alguien que no eran para él. ¿Quemarlo? Podría quedar algún hueso, y por supuesto los dientes. No le parecía atractiva la idea de ponerse a molerlos. ¿Un tiro? Demasiado ruidoso y cliché. Además, a su disposición solo había una bellísima arma italiana que era casi decorativa. Sabía que la policía podría encontrar algo si la bala quedaba dentro del cuerpo y no estaba dispuesto a ensuciar sus ropas de diseñador abriendo al hombre por la mitad. ¿Ahogarlo y dejar el cuerpo en un río? Saldría a flote en algún momento aunque lo lanzara atado junto con un par de ladrillos.

Una que otra idea le llamaba la atención, pero él tenía su propio método: limpio, efectivo y que dejaba el cuerpo en excelentes condiciones para que lo velaran.

Usaba una sustancia que detenía el corazón, haciendo parecer que la víctima había muerto por causas naturales. Era traficada por un conocido cerca de Bélgica, que le hizo un generoso descuento por ser cliente regular, revelando que hay delincuentes amables.

El mundo ilegal no estaba lleno de canallas.

Muchos podrían considerar que Jack no era un verdadero asesino ya que no le gustaba la sangre. A pesar de eso, él se creía uno de los mejores de su clase. Era más inteligente, el que equilibraba el gusto y la lógica, el placer y la precaución.

—Dibújame como a una de tus chicas francesas, Jack.

El hombre sonrió ante Roselyn citando Titanic. Rozando su pezón endurecido sobre la tela y acercándola por la cintura con su mano libre, se inclinó hacia su oreja.

—El arte no es una de mis grandes fortalezas, pero puedo prometerte algo más.

—¿Y qué sería eso? —susurró avivada.

—Prometo hacerte todo, e incluso más, de lo que les he hecho a mis chicas francesas.

Rose soltó una carcajada y poniendo sus palmas sobre su cálido pecho al desnudo, lo alejó.

—¿Estuviste con alguna francesa? —Arqueó una ceja antes de rodearlo y enderezarse el saco frente a su reflejo. Luego se paró frente a las puertas y presionó el botón. De inmediato el ascensor retomó su labor—. Dicen que ellas hacen cosas fabulosas en el dormitorio.

Jack quiso abotonarse la camisa, pero no había con qué. Con el torso descubierto, relajado y sin vergüenza alguna, se le aproximó y estuvieron hombro a hombro.

—Sí, hacen unos masajes de pies para morirse —bromeó.

Su menté voló un poco a todo lo que haría con la señorita Nyxabeen al quedarse mirando esos agraciados labios, torcidos en una sonrisa que prometía entretenimiento.

—¿También te hicieron la pedicura?

Jack se rio con fuerza. Una imagen mental de él observando cómo le limaban y pintaban las uñas casi lo mata. ¿Quién hubiera dicho que su casi víctima sería así de ocurrente? Quiso darse una palmada en el hombro por la buena decisión de no acabar con la vida de tan extraordinario ser. En su lugar tomaría la vida de un vividor aburrido y petulante a quien nadie echaría de menos.

O eso pensó que haría, porque Roselyn —la bellísima y seductora Roselyn—, tenía planeado matarlo antes de que siquiera pudiera cambiarse la camisa por una que sí tuviera botones.

Ella sabía sobre el trato de Jack con McKlint.

El hecho de pensar en su ventaja la hizo sonreír aún más.

 El hecho de pensar en su ventaja la hizo sonreír aún más

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Mrs. NyxabeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora