~ Novena parte

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Ojo por ojo, diente por diente

Se giró sobre los mortales zapatos aguja y se la tendió sin problema.

Tenía una confianza en sí misma que muchas mujeres envidiarían. Mostrar cada centímetro de su piel no la avergonzaba, todo lo contrario, se sentía orgullosa. Dicha desnudez conllevaba sentirse poderosa de una forma compleja de explicar. Al despojarse de sus prendas la mayoría se sentía más vulnerable, pero para Roselyn era algo natural y vivificante.

—Quédatela como recuerdo de esta noche —declinó de forma inteligente Jack.

—Insisto —dijo sacudiendo la prenda hacia él, quien negó con la cabeza esta vez.

—Consérvala, tengo una decena igual de esas en ca...

Roselyn se la lanzó.

La tela cayó hasta arrugarse en la alfombra. Javok Blake reforzó su agarre sobre el cuchillo de cocina en cuanto cayó el mutismo y levantó la mirada hacia la morena. Aquellos ojos cafés brillaban con desafío y burla, y cada músculo de él se tensó.

—Si tanto insistes me la vuelvo a poner —dijo ella inclinándose para recogerla—. De todas formas me queda mejor a mí.

Jack sabía por el tono de su voz que planeaba hacer algo, pero en cuanto quiso dar un paso atrás fue demasiado tarde. Veloz y ágil, Rose barrió con una pierna sus pies, y él perdió el equilibrio. Sin embargo, antes de que pudiera terminar en el piso, ella tomó su brazo al desnudo y tiró del hombre hacia la cama. Las largas uñas arañaron su antebrazo antes de que rodara sobre el colchón, y, en un pestañear, ella estaba sobre él, montándolo como hace horas atrás, pero no de la forma en que al sicario le gustaba.

Jack no pensó, levantó el cuchillo y lo dejó caer, o esa fue su intención ya que con destreza Rose sacó del bolsillo de su pantalón la otra arma blanca y lo apretó contra su garganta. El trabajado brazo con que sostenía su cuchillo quedó suspendido en el aire, con el filo justo sobre la cabeza de la mujer.

Ahí estaban los dos amantes de una noche y enemigos de por vida, a punto de matarse el uno al otro. Ella podía ver la sombra proyectada por el peligroso utensillo de cocina en la cama, y él debió estirar el cuello al sentir el acero presionado azarosamente contra su piel.

—¿Últimas palabras, señor Blake? —indagó sonriendo como lo hizo por primera vez en el restaurante.

—Si corta yo también corto, señorita Nyxabeen —advirtió con la respiración entrecortada.

—Créeme, no tendrás tiempo ni para pestañear, ¿verdad, cielo? —llamó a McKlint.

El sujeto, Blas, atravesó el umbral de la habitación con las manos metidas dentro de los bolsillos del pantalón de vestir, a juego con una expresión divertida.

Jakov Blake observó la escena atónito, y eso fue lo último que hizo antes de que Roselyn le cortara la garganta de un solo movimiento.

—Pensé que batirías tu propio récord esta noche, cariño. —McKlint observó el Audemars Piguet que envolvía su muñeca—. Sin embargo, te tomaste tu tiempo con este.

Roselyn contempló con una sonrisa la manera en que Jack terminaba de desangrarse. La sangre fluía inmarcesible, de forma relajante y bellamente oscura a la vez.

Ella, que aún seguía sobre su regazo, acarició con el filo del cuchillo el contorno de la mejilla de aquel hombre cuyos ojos carentes de vitalidad se anclaban en el techo. Las sábanas se tiñeron de rojo, pero ya no importaba si debía limpiar aquello con sus propias manos o esperar a que llegase la señorita Sommers dentro de un par de días, la satisfacción que arrolló y llevó su cuerpo hasta aquel éxtasis valía la pena.

—Este me gustaba, eso es todo —se sinceró con su esposo.

—¿Más que yo? —Se acercó y sentó al borde de la cama.

Rose se rio como una colegiala en cuanto Blas enarcó una ceja.

—Sabes la respuesta.

Tras contestarle se estiró y pasó del regazo de Jakov al de su marido. Él apreció cada centímetro de su desnudez, pero se detuvo para admirar un poco más la sangre que le salpicaba el pecho.

Una mezcla de colores fascinantes, sin duda.

Ella comenzó a desabotonarle la camisa con un hambre insaciable. Él echó esa larga cabellera negra tras su hombro para apreciar la totalidad de aquella obra de arte que su esposa representaba.

Una vez que lo vio con el torso desnudo Rose desprendió sus pantalones y lo empujó hacia atrás. McKlint quedó lado a lado con Jack, y estirando su mano tomó de la barbilla del cadáver para que sus ojos apuntasen al lugar donde el cuerpo de Blas y el de Roselyn se unían.

Jakov Blake, después de tantos años, había resultado el perdedor.

 Jakov Blake, después de tantos años, había resultado el perdedor

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Mrs. NyxabeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora