El agua durante la noche de verano

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La noche había llegado durante el día, así como la muerte solía llegar en el transcurso de la vida, no como contrario a esta, más bien, como parte irrefutable de ella. Aunque no logren mezclarse, así como el agua y el aceite están ahí tocándose y desconociéndose infinitamente.

Así estábamos él y yo, dos conocidos desconociéndose.

- Dime cosas cualquiera sobre ti, yo diré cosas mías igual, quiero conocerte – Estábamos sentados en el suelo de madera, con una pierna cálida sobre la mía, y fumando como siempre un cigarro compartido, he comenzado a fumar, pensé.

- Está bien, comienza – Dije incitándolo

- Tengo un solo nombre, Ivo – Sacó el humo de su boca, deseaba besarlo, Ivo…Ivo, podría repetirlo mil veces sin cansarme. – Tu turno – Dijo sacándome de mi mundo de ideas.

- Mi madre sacó mi nombre de un libro antiguo

- Tengo miedo a que el planeta caiga al vacío

- Ya estamos en el vacío, no cayendo pero dentro de él, ¿has pensado en cómo se puede estar dentro de nada?

- Tal vez somos una nada que se encuentra en otra más grande

- Tal vez somos un todo

- Tal vez, solo tal vez, siempre es un tal vez – Dijo – Es tu turno

- Tengo miedo a dormir con la puerta abierta

- ¿Por qué? – Prendió otro tabaco

- Siento que mientras duerma podría salir y perderme por siempre – Rio. Hice una mueca haciéndole notar que decía la verdad. Paró de reír y me dio un beso en la mejilla.

- Lo siento, es lo más raro que he escuchado – Se disculpó con un tono tranquilo, para nada lastimero. Ivo nunca sentía lástima.

-  Te toca – Dije yo, volviendo al tema

- Mis animales favoritos se llaman efímeras, se llaman así porque tienen una vida muy corta, de menos de un día

- Tal vez no necesiten más, tal vez para una medusa nuestra vida sea corta, pero es lo necesario, no quisiera vivir más de cien años, no sabría qué hacer con tanto tiempo. Las efímeras de seguro tienen una buena vida de un día.

- Ni siquiera deben pensar en la muerte – Suspiró – Que suerte – Prosiguió. – Sigue

- Me gustan los pulpos

- ¿Por qué?

- Tienen ocho tentáculos, es increíble, nosotros no sabríamos que hacer con ocho brazos

- Alguien tuvo que habernos hecho con dos, tal vez un tercero sería innecesario, imagina jugar basquetbol con tres brazos, no podríamos hacerlo. – Me gusta el agua, es como si al estar adentro los sonidos se amortiguaran y todo fuera lento, muy lento, y ves todo borroso porque no es necesario ver algo para sentirse bien dentro de ella. Algo que, no podríamos hacer aquí, necesitamos ver algo lindo para sentirnos bien o debemos escuchar para entender, ¿de verdad hay necesidad de entender cosas que no queremos?, por ejemplo, no quisiera entender por qué tuve que ser así.

- ¿Qué te hizo así? – Así de increíble, así de tú, así de rojo, así de Ivo.

- Toda mi vida sufrí de abusos – Le dio una calada a su cigarro - ¿Sabes lo que es sentirte sucio siempre?, me baño cada día como un maldito ritual de purificación y me drogo para no estar aquí, como para estar bajo el agua. – Botó el humo – Levántate – Hice caso sin titubear y lo seguí, bajamos las escaleras a oscuras, su madre de seguro dormía sin saber nada, dormir es otra manera de estar bajo el agua, pensé.

Salimos de su casa, estaba realmente oscuro, caminamos hasta que logré oír el río. No, no quería seguir caminando, me paré de golpe.

- Ven, ¿qué haces ahí? – Agarró mi mano y entrelazó mis dedos con los suyos.

- Yo…yo no puedo – Me miró a los ojos esperando una respuesta – Es que, le tengo miedo al río – Se acercó y me dio un pequeño beso en los labios. Me agarró de la mano más fuerte y me tumbó en el suelo, rio, y logré ver sus dientes blancos pese a la oscuridad, pero es que todo su ser resplandecía.

Volvió a besarme, más profundo, se sentía realmente bien, él sobre mí, movió un poco sus caderas mientras mis manos estaban en su cintura. Y, así comenzó la noche que llegó durante el día.

El Rojo de sus MejillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora