Dark.

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Los cerebros huecos de sus soldados me agarraron y me llevaron de nuevo al cuarto. Parecía una muñeca: ahora me agarran y me llevan hacia allá; ahora me empujan hacia atrás. Un juguete, esa es la sensación que tenía en aquel lugar. Me tumbé en la cama echando un vistazo a toda la habitación. Y en mi mente comenzaron a surgir miles de preguntas: ¿Quién era ese tipejo? ¿Por qué no le pregunte más? ¿Cuál era ese objetivo “tan importante”? ¿Quiénes eran esos tipos que me buscan también? ¿Qué es eso que tengo que es peligroso? Después de estas preguntas, me di cuenta de que lo que pasó en el precipicio no fue una casualidad. ¿Fui yo? Quizás. Aquello era de película de ciencia ficción, porque no se parecía en nada a la realidad.

Interrumpió sus pensamientos un golpe en la puerta, después otro, al que prosiguió una voz baja y dulce.

—¿Se puede?

—Eh… sí, creo.

Entró por la puerta una sirvienta, totalmente uniformada a la antigua manera inglesa. Me quedé alucinando.

—El señor pide que os pongáis esto.

—¿Cómo te llamas?

—Eso no importa.

—Sí, sí importa.

—Nelia, señorita.

—Nelia, dile al señor que no voy a la cena y que mucho menos me voy a poner eso.

—Pero se enfadará con vos.

—Me llamo Alexandra, no me llames de otra forma, ni señorita ni mucho menos vos.

—Jamás, eso es una falta de respeto.

—Eres mayor que yo, no deberías tratarme como si fuera superior.

Desde que salió por esa puerta, siento que es peligrosa, pensé que era débil, pero ahora...

—Mi señor, están aquí los embajadores de Shangan.

—Decidles que esperen.

—Pero, señor…

—¿No te has enterado de lo que te he dicho?¡Fuera de mi presencia, fuera todos, largaos!

Y así, todos los soldados presentes se salieron de la sala, y de una pared trampilla salieron aquellos soldados que se habían presentado en el cuarto de Alexandra para llevarla ante Marfol. Como siempre, a la cabeza iba Yusuf, el hombre con la melena gris, y después Jackson, el indio que siempre iba con gafas negras y serio rostro. Cerrando la hueste se encontraba James, el más joven, cuya mirada todavía reflejaba la conciencia, algo de lo que los otros dos ya carecían.

—¿Y ese mal genio, Marfol? Vaya, y yo que pensaba que solo yo podía ponerte de tan mal humor, y esa humana te ha dejado peor.

—Yusuf, no tengo tiempo para tus argumentos sobre mi humor.  ¿Por qué no te esfumas?

—Marfol, ¿llegamos en mal momento?

—Para ti siempre tendré tiempo, James.

Jackson se sintió ofendido y lanzó una mirada de reproche a Marfol, a lo que respondió rápidamente.

—No te pongas celoso, Jackson. Tú y tu silencio también sois bienvenidos.

—¡Oh! Vaya, qué gran decepción—dijo, pavoneándose y fingiendo lástima exageradamente—. Soy el único que sobra. Claro, uno es el favorito del rey y el otro… Bueno, digamos que, aunque esté no molesta, no existe.

—Yusuf, hermano mayor, si esto se trata de tu visita diaria para torturarme por la envidia a que yo sea el rey y tú no —contestó, poniendo énfasis a cada palabra que usaba—, lo siento, pero no estoy de humor. Lárgate.

—Y si no, ¿qué?

Marfol se movió a la velocidad de la luz y llegó hasta donde estaba su hermano mayor. Ambos sacaron la espada y se amenazaron mutuamente de muerte.

 —Basta, mi señor, Yusuf; no ganáis nada con esto. Los embajadores están ahí afuera y, para colmo de males, los ancianos de Worldreams ya saben que tenemos a la elemental aquí. ¿No es suficiente?

—Cierto, James. —Yusuf retiró el arma, pero Marfol aún la sostenía en su garganta con los ojos ardiendo en cólera.

—Marfol…

Cuando Jackson habló, el rey retiró el arma y les dio la espalda a ambos para volver al trono y reflexionar.

—¿Qué vas a hacer, gran rey?

—De momento necesito estar solo, pensar.

—Como ordenéis, hermanito.

Y se fueron por donde habían venido. Respiró hondo y convivió con el silencio durante cinco minutos, en los que sus pensamientos no dejaron de buscarle, en los que sus recuerdos no dejaron de atormentarle.

—¡Haced pasar a los embajadores!

Inmediatamente, por la puerta, apareció un soldado que se inclinó a modo de respuesta afirmativa. “Maldigo la hora en que nací”, se dijo para sí y, a continuación, hizo llamar a todos los soldados, volviendo a quedar la sala tal y como estaba cuando entró la elemental.

Night.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora