Vacaciones.

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La luz entraba por una pequeña  ventana de un cuarto humilde en el que solo había una cama y un armario. El cuarto era amarillo, un tanto gastado por el paso del tiempo. El suelo era de madera, lo que lo hacía agradable al tacto, y el techo estaba pintado de blanco.

Nada más abrir los ojos, me sentí un poco mareada y desorientada, todo parecía muy borroso y aún más mis recuerdos. Pero en aquel cuarto extraño me sentía segura, como si de repente mi locura de vivencias se hubiera parado para que pudiese descansar.

Se intentó levantar, pero las piernas no le respondieron a tiempo y cayó al suelo haciendo un fuerte ruido, tanto como le dolió, a pesar de estar el suelo tan cerca. Al instante, la puerta se abrió, y una mujer de unos cincuenta años, regordeta, con un rostro redondo y sonriente que llevaba un moño castaño recogido muy hacia arriba, entró.

-¡Ay! ¡Madre mía! ¿Qué te ha pasado, criatura? ¿Estás bien? —Dijo mientras la recogía del suelo.

—Bueno, me conformaría con dejar de sentir mi cuerpo entumecido.

—No te preocupes, es normal que tu cuerpo no responda al principio, llevas durmiendo y sin alimentarte cuatro días. Te traeré algo ahora mismo. Por cierto, soy Doroti.

—Yo me llamo Alexandra, Alex solo, mejor. ¿Llevo tanto durmiendo?

—Pues sí, Klaud ha estado visitándote, te ha traído esa ropa de tu mundo, tan extraña. Mi sobrino es un encanto, ¿verdad?

—Ropa de mi mund… ¡¿Usted sabe de dónde soy?!

—Claro, hija —dijo entre carcajadas—. Soy su tía, y le he criado desde que mi hermana falleció dándole a luz. ¡Y más le vale a ese chiquillo no ocultarme nada! Además, yo vivo alejada de guerras y politiqueo entre Woldreams, Dark o lo que sea. Estoy alejada de todo, así que aquí no te encontrarán, tranquila. Tómatelo como unas vacaciones.

—¿Cómo consiguió la ropa? ¿Sabe ir a la Tierra?

—Pues yo no entiendo de esas cosas, Klaud, tampoco mucho. Seguro que le ayudó Yeremi, ese hombre es otro encanto.

Me sonrió y volvió a la media hora con una sopa verdosa y agua. No tenía buena pinta, pero mi cuerpo se moría por dar un bocado a lo que fuera, y cuando la probé, estaba realmente buena.

Mientras comía, me contaba cosas de su vida, de lo que sabía de Woldreams y de Klaud. Woldreams empezaba a entusiasmarme cada vez más, parecía el centro de un mundo increíble. Le pedí que siguiera y me mostrase todo lo que pudiera. Ella me enseñó un mapa del planeta, el cual se parecía bastante a la Tierra, pero este mundo tenía muchas más zonas de agua, había cuatro continentes muy separados, dos muy grandes y otros dos más pequeños. Me contó gracias a libros de ciencia y magia, que el núcleo parecía tener algo más que magma. Las leyendas decían que, hace treinta siglos, un extraño meteorito chocó con tanta fuerza que atravesó las profundidades del mar del norte, llegando hasta el centro, y aquel meteorito fue el fruto de la magia que adquirieron los soberanos antiguos de los continentes. El origen de la leyenda era tan desconocido como la procedencia del meteorito. Decían algunas teorías que venía de la Tierra y que por eso mi planeta se quedó sin magia, pero se mantuvo unido a Klight. Después, me fue mostrando la geografía del plantea: el continente donde estábamos se llamaba Fuyuri, era uno de los mayores. Había cuatro ciudades claves: Woldreams, El castillo Dark, la zona del desierto que estaba controlada por Shangan y, entre las montañas, estaba Njike. Había pocas poblaciones fuera de estas, pues las zonas “sin habitar” eran territorios de seres de la naturaleza: ninfas, hombres lobos… y de la nieve: vampiros, serpientes de arena y mar, etc. Los otros continentes obedecían al gobierno central que estaba en otro de los grandes, Yurioro. Era el continente más avanzado. Ella no lo había visto, pero Klaud le contó que allí la magia no era el mayor logro; la tecnología superaba las expectativas de cualquiera, tenían tanto poder en una sola ciudad que pudieron hacerse con el control de los continentes pequeños en unas décadas, pero no de este, porque era donde había mayores guerreros con poderes. Por eso, llegaron a crear un ejército para la protección de todo el mundo. Ellos podrían intervenir en todos los continentes, pero no controlarlos, ya que en cierto modo estaban al servicio de las ciudades de Fuyuri. Los otros continentes pequeños, Sarari y Lamain, eran una mezcla de seres mágicos, sin poder ni tecnología. Esta combinación los llenaba de continuas guerras.

Pasé tres días allí antes de que viniera Klaud. Me dediqué a explorar los alrededores y me di cuenta de que estaba en medio de un bosque. Supuse que estaba en el que se sitúa entre Woldreams, Dark y las montañas. Descubrí un pequeño lago que llegaba, a través de una cueva, hasta unas catacumbas subterráneas. Cuando nadé por ellas, llegué hasta una zona iluminada por una especie de piedras blancas que brillaban en la oscuridad,  pero su brillo no era normal, iluminaban la oscuridad de una forma fantástica. Tanto me fascinó que guardé uno de aquellas piedras que se volvían transparentes a la luz del día.

Pregunté a Doroti qué era, pero no lo sabía. Aun así, con mucha maña, me hizo un colgante con cuerdas de cuero. Al colocármelo, sentí una misteriosa fuerza. Después de mi descubrimiento, me dediqué a entrenar mis “habilidades”, aunque no me excedí con mis ejercicios, pues Anne me contó que Marfol guardaba una preciosa flor de cristal y oro que, al recitarle un conjuro, podía localizar a seres que usaran grandes cantidades de magia, aunque Doroti me dijo que allí no decían “magia”, sino Esencia.

Night.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora