La huida.

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—No sé cómo has podido convencerme de que me ponga esto.

—Porque eres buena y comprendes que en caso de que no le sigas la corriente al rey, la dañada seré yo.

—¡Increíble! Eso es una injusticia.

—Cierto, pero mi vida solo es una moneda de cambio. ¡Ala! Ya estás lista. Estás guapísima.

—No debería ser así. —dijo Alexandra mientras se dirigía al espejo. Aquello era digno de una película, más que de un sueño.

El vestido era de lo más curioso: blanco, largo hasta los pies, abierto por la derecha y la izquierda desde más abajo de la cadera hasta el suelo; dejaba los hombros descubiertos. Las mangas eran abiertas por los lados y caían libres hasta los codos. Nunca se había puesto nada semejante, y se planteaba aún si aquello podía gustarle a alguien. Era muy ligero, solo estaba cogido por la cintura con una fina cuerda negra muy elaborada, con perlas blancas trenzándose. Se notaba que estaba hecho de seda; resaltaba su largo cabello rizado, su rostro redondo lleno de pecas y sus ojos verdes. De calzado, se negó tajantemente a ponerse unos ridículos zapatos de cristal, ya que se pensaría Marfol que ella era La Cenicienta o algo parecido, pero no era así, así que acabó poniéndose unas botas azules que vio en el armario.

—Pero lo es. Me gustaría visitar tu hogar. Por lo que me has dicho, eso tiene que ser un paraíso.

Me fui hasta la cama y me eché en ella. Después, le indiqué a Nelia que se tumbara conmigo. Antes se habría opuesto por las formalidades, pero tras estar largo tiempo discutiendo sobre eso, acabó dándome la razón.

—Nelia, ¿dónde estoy?

—Esto es el castillo Dark. A su alrededor hay un bosque; después de este, un reino que se llama Worldreams, el cual es enemigo de este castillo. Más allá hay unas montañas por el oeste, una ciudad gris y triste de la que no tengo datos por el este y al norte, tras cruzar un desierto, está Shangan, una hermosa y cálida tierra.

—Esto no es el planeta Tierra, ¿verdad?

—¡¿El planeta Tierra?! A ti desde luego te falta un tornillo. Este planeta se llama Klaight, no sé de qué me estás hablando, el planeta Tierra solo aparece en los libros de ciencia ficción. —Y comenzó a reírse.

—No, nada, he tenido que darme un golpe muy fuerte al caerme antes.

—Desde luego. Bueno, me voy, volveré cuando la cena esté lista.

—No sé si iré.

—Da igual si no lo haces, vendrá y cenará aquí mismo.

—Eso no me consuela.

—Lo sé, pero podrías estar mucho peor, mírame a mí.

Aquello me consoló mucho menos. Solo el pensar tener que volver a ver ese rostro satírico me ponía los pelos de punta. Nelia se había marchado ya hace rato cuando escuché golpes y gritos al otro lado de la puerta. Intenté abrirla, pero parecía atascada. De repente, se abrió, y un chico salió por ella con tanta fuerza que chocamos y caímos al suelo.

No debería haber hecho aquello. A veces era demasiado bruto, pero no había manera de abrir semejante puerta. Y ahora había chocado con alguien. Me levanté corriendo cuando vi que era una chica, que no dejaba de quejarse.

—Oye ¿estás bien?

—Bueno, define bien, porque me has machacado los huesos.

—Lo siento, no podía… la puerta…

—Sí, estaba atascada, yo también he intentado abrirla.

Me extendió la mano, como todo un caballero. Una vez levantada, durante unos instantes, no pude apartar mi mirada de la suya. Esos ojos celestes, tan profundos como el mismo mar, me hipnotizaron.

Night.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora