Capítulo 12

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Casi quince minutos habían pasado y Castiel seguía sin decir una sola palabra, sólo se quedaba en su lugar mirando desde la mesa hacía mí. Al menos no huyó como temía que hiciera, tenía que darle crédito por ello.

Sus ojos grises miraban los míos casi con desesperación, la expresión dura en su rostro se suavizaba cuando me miraba y pude ver en él a aquel chico del instituto del que me enamoré tan desesperadamente. Algo se removió dentro de mí y pude notar como mi labio inferior comenzaba a temblar por las ganas de llorar que me estaban invadiendo otra vez.

Apoyé mis codos sobre la mesa y escondí mi cabeza entre mis manos, tratando de controlar mi respiración, tratando de no derrumbarme ahí mismo.

La espera me estaba pareciendo una eternidad.

―¿Por qué no me lo dijiste antes? ―Su voz gélida me asustaba pero también podía notar que en realidad estaba asustado, quizá tanto como yo.

―Lo supe hoy...Yo-Yo no lo sabía... ―Tartamudeé y deje las lágrimas salir de una vez, no podía hacerme la fuerte con él.

Otra vez nos envolvió un profundo silencio, pero cuando volvió a hablar quedé aún más paralizada.

―Vuelve a casa, conmigo.

Su voz no era dura, no me estaba dando una orden ni aconsejando, al contrario, sonaba casi como una súplica y mi corazón volvía a romperse.

Lo miré en silencio, apretando los labios, y por mi mente pasaron ciento de imágenes de nuestros recuerdos. Y lo vi allí, dándome la espalda por Debrah, lo vi junto a Juliet, lo vi junto a la chica de vestido rojo y me di cuenta que yo lo amaba tanto que era capaz de romperme a mí misma una y otra vez sólo para tenerlo a mi lado, pero también que realmente nunca lo perdoné por dejarme en el instituto.

Aquella sombra nos perseguía, seguía estando allí. Porque me moría de miedo de que un día apareciera Debrah o cualquier otra chica y él hiciera lo mismo, la inseguridad me comía por dentro.

―Castiel ―Lo miré con súplica.

―Sucrette, yo te necesito, y tú me necesitas y ahora... ―dio un suspiro y apuntó hacia mi vientre―. Él también nos necesita...

Sus palabras me conmovieron y quizá fue eso lo que me hizo decirle que sí, apesar de llevar otra vida en mi vientre seguía siendo una niñita estúpida.

―¿Viviríamos en el bar, no? ―pregunté haciendo una mueca.

―Sé que no es lo mejor. Si quieres podemos volver a casa de mis padres...

―No ―Le interrumpí―. Quiero que hagamos esto solos, empezar de nuevo. Empezar de cero.

Castiel suspiró mirando hacia arriba, como si supiera que todo lo que vendría sería malditamente difícil.

―He estado tocando en el bar algunas noches, me ha ido. No me estoy haciendo millonario pero podríamos sobrevivir.

―¿Ya dejaste el tráfico de drogas? ―le sonreí.

―Totalmente ―sonrió de vuelta, provocando que ahora el silencio entre nosotros fuera más cómodo.

―¿Qué pasó con tu trabajo con Juliet? ―Pronunciar el nombre de la chica me dejaba un mal sabor de boca. Sabía que no era culpa de ella pero aún así, imaginar a Castiel con otra no era muy agradable.

―Lo he dejado ―se encogió de hombros mientras yo notaba como a ratos su mirada se dirigía a mi vientre.

―Me he estado quedando con Viktor...

―Lo sé ―asintió y decidí no preguntar como se había enterado.

Castiel pagó lo que habíamos consumido y caminamos juntos hasta su auto. No estaba segura de cual era el siguiente paso, ni siquiera sabía si éramos otra vez oficialmente novios. ¿Debería besarlo?

No lo hice.

―¿Vamos por tus cosas a la casa de Viktor?

Asentí y durante todo el viaje sólo cerré los ojos, disfrutando del silencio y del viento que golpeaba en mi rostro. Mis pertenencias no eran muchas así que no me tomó mucho tiempo arreglar todo. No quería molestar a Viktor así que sólo dejé una nota sobre su mesita de noche, esperaba verlo pronto.

Castiel me ayudó con mis bolsos y nos fuimos a casa. Nunca hubiese considerado aquel feo piso sobre el bar un hogar, pero supongo que ahora era lo más cercano que tenía a uno, junto a Castiel. Tal vez él era mi hogar.

Todo estaba exactamente como lo recordaba, quizá un poco más desordenado pero mucho mejor de lo que esperaba. Me senté a los pies de la cama y Castiel se quedó de pie frente a mí, mirándome.

―¿Así que cinco meses, eh? ―Se rasco la nuca y yo le sonreí.

―Es una pena que hayas tirado todas las cosas que compraste cuando creiste que Debrah...

―Quedaron algunas cosas en casa de mis padres, pero no sé si me sentiría muy cómodo con eso.

Sentía que estábamos bien, nuestras sonrisas y miradas eran reales pero no podía soportar esto más. Lo necesitaba cerca de mí y seguíamos actuando casi como dos desconocidos.

Me puse de pie rápido y me lancé hacia él para abrazarlo, sus brazos eran cálidos y me sostuvieron de inmediato. Escondía mi cabeza en su cuello y pensé qué aquí era donde tenía que estar, era increíble como estos momentos hacían parecer que nada de lo que pasaba entremedio era importante.

No me importaba lo que podría decir Laeti o Rosalya, Nathaniel o mis padres. Estaba perdida, lo sabía.

Antes de darme cuenta sus labios estaban sobre los míos y mi espalda sobre el colchón, mis brazos envolvían su cuello y no podía dejar de pensar que eso era exactamente lo que ahora necesitaba. Sólo a él. 

Corazón de melón: Lo intentamos ||LSDP#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora