Capítulo 10

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Los días continuaban pasando lentamente, de la manera más tortuosa posible. Creía que conforme el tiempo pasara yo podría sentirme más tranquila, pero no era así en lo absoluto.

Viktor había arreglado un cuarto para mí y me dio llaves para que pudiera ir y venir a mi gusto. me hizo sentir como en casa. Supongo que después de todo Viktor es lo más cercano a un hogar que tengo en estos momentos. Sin embargo, no podía dejar de sentirme mal, era claro que yo no merezco a alguien como él.

―Pareces pérdida ―habló en voz tranquila sacándome de mis pensamientos. Estaba sentado justo frente a mí envolviendo con sus manos su taza de café.

Era una mañana fría y casi todos los días desayunabamos juntos en su cocina.

―Lo siento, sólo estaba pensando... ―Le dediqué una sonrisa y le di una mascada a mi sándwich.

―Te ves un poco pálida.

Últimamente me sentía mal, débil, y el hecho de pasarme la mayoría del día llorando no me ayudaba para nada. Estaba cansada de todo el drama en que se había convertido mi vida.

―Me siento bien...supongo que me haría bien ir a tomar algo de aire fresco.

Sólo habían pasado siete días desde que dejé el piso que compartía con Castiel. Dolía mi pecho cada vez que recordaba que él no había llamado ni una sola vez.

―Es una buena idea. Me gustaría acompañarte pero sabes que tengo mucho trabajo...lo lamento.

Le di un vistazo a Viktor, por primera vez desde que me recibió en su casa me estaba preguntando si él aún me amaba. ¿Cuándo él me miraba su corazón se partía? ¿Qué daño es el que le causé? ¿Qué tipo de amor era el que él tenía, tan cordial, tan tranquilo?
―No te preocupes. No quiero molestarte en tu trabajo. Ya es suficiente con todas las molestias que te he hecho pasar.

―Sabes que para mí no es ninguna molestia.

Viktor siguió con su trabajo y yo aproveché mi tiempo para dar una vuelta por el parque que quedaba cerca. Me senté en la primera banca que vi y observé a la gente pasar. Parecían tan tranquilos.

Tan fuertes.

Yo no era así.

No importaba cuando me dijera a mi misma que ya era suficiente de llorar, no importa cuanto quisiera dejar todo atrás. Seguía atada a mis sentimientos.

Miré la pantalla de mi celular, deslizando mi dedo a través de ella, mirando cada uno de los mensajes que Castiel y yo habíamos intercambiado. Quisiera saber exactamente cual era el problema entre nosotros, quizá así podría al menos entender que era lo que nos había llevado al desastre.

"Sigo viva, sólo por si te lo estabas preguntando."

Apreté a enviar perdiendo mi dignidad en el acto. Ahí estaba yo, otra vez buscándolo primero. Aunque para mi sorpresa su respuesta no tardó en llegar.

"Eso es lo que hago cada jodido segundo."

Me pregunto a mí misma hasta que punto estoy dispuesta a llegar otra vez. ¿Hasta dónde dejaré que mi vida sea controlada por un amor tan enfermizo?

Castiel y yo podríamos ser mucho, él y yo podríamos lograrlo pero era consiente de que nuestras actitudes eran las que nos llevaban a la deriva. ¿Valía la pena intentar canbiar aquello una vez más?

"¿Este es el final?" escribí en mi celular pero fui incapaz de enviarlo. No quería leer la respuesta y es que a pesar de todo, aún estaba esperando un movimiento de Castiel.

―Haz algo. Haz algo ―recé en voz baja mirando la pantalla.

Como si fuera una señal del cielo, el celular vibró en mis manos con un nuevo mensaje.

"Creo que deberíamos hablar."

Leí las palabras con recelo cuando su mensaje llegó.

"Me parece una buena idea..."

Respondí y guardé el celular en mi bolsillo, contuve el aliento y luego respiré hondo. No sabía donde nos llevaría "hablar". Yo era muy débil cuando se trataba de Castiel.

Me puse de pie para volver a casa de Viktor, tomar un ducha y relajarme un poco antes de tener que enfrentar a Castiel una vez más. Con cada paso que daba me sentía más cansada, más débil, más extraña. Para cuando llegué a la entrada todo se sentía irreal, el mundo a mi alrededor se veía nublado y lo único que escuchaba era el irritante sonido de un pitido.

Me afirmé de la reja pero no fue suficiente y antes de darme cuenta estuve de rodillas en el suelo. No alcancé a sacar las llaves ni a llamar a nadie, antes de eso todo se volvió negro y me perdí.

Antes de abrir los ojos el recuerdo de lo qie había pasado llegó a mí. Apreté los puños y maldecí y voz alta creyendo que aún estaba de rodillas frente a la entrada de la casa de Viktor. Al abrir los ojos me di cuenta que no, el pánico me recorrió. La luz blanca me cegó, pero toda la confusión pareció dispersarse cuando vi el rostro de Viktor mirándome.

―Oh, Sucrette. Gracias a Dios ya despertaste... ―Sentí su mano envolverla mía y me miraba con una dulce sonrisa.  Debió comprender la confusión en mi rostro porque siguió hablando―. Te desmayaste fuera de casa, afortunadamente yo justo iba saliendo y te vi.

Me había desmayado, claros, eso explicaba todo. Y seguramente, basándome en lo que me rodeaba, estaba en el hospital.

―Dios... ―murmuré sentándome en la cama y acomodando mi cabello, aún me sentía algo mareada.

Viktor aún me observaba y yo aún no sabía  que las palabras que estaban apunto de salir de su boca cambiarían todo.

―No te preocupes, el doctor dijo que el golpe no fue grave. El bebé está bien.

Jodida mierda. Perdí el aliento.

―El bebé está bien ―repetí mirándolo, abriendo los ojos con desesperación.

Viktor no necesitaba repetirlo. Yo no necesitaba preguntarlo. Lo entendí en ese preciso momento y todo comenzó a tener sentido, todas las piezas comenzaban a encajar. Y sentí el mayor terror que alguna vez sentí en mi vida.

―Entiendo que no hayas querido contármelo. No hay problema, Su. Sabes que estaré aquí en caso de cualquier cosa.

Inconscientemente llevé las manos a mi vientre y asentí hacia Viktor.

―¿Podrías llamar al Doctor, por favor? ―dije casi sin aliento.

Viktor salió de la habitación y entonces comencé a llorar, muy silenciosamente, pequeños sollozos se escaban de mi boca y las lágrimas salían con fuerza.

Corazón de melón: Lo intentamos ||LSDP#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora