Capítulo 8.

506 31 4
                                    

Effie se asegura que vayan al entrenamiento a tiempo y mis tributos hacen de todo, desde atar nudos hasta camuflarse a sí mismos. Más importante, lo hacen juntos. Peeta es alguien tan abierto y positivo que creo que Katniss está siendo contagiada. En los días siguientes veo cuánto más cercanos se están volviendo, incluso aunque Katniss aún esté resistiéndose. Les recuerdo a diario (mientras miro directamente a Katniss) que deben mostrarse juntos en púbico. Parecer tan amigables como puedan. No sé de qué hablan y no me importa. Podrían quejarse acerca de lo insoportable que yo soy si quieren, mientras mantenga una conversación amistosa.

            Ya que no puedo vigilaros mientras entrenan durante el día, Effie y yo les hacemos incontables preguntas por la noche cuando estamos alrededor de la mesa en la cena en el decimosegundo piso. Necesitamos saber todo. Todo lo que hicieron, quiénes los miraron, qué cosas dijeron. Nuestro tácito acuerdo es que los tributos son la prioridad número uno. Seguro, ella probablemente tiene un motivo ulterior. Quiere ser enviada a un Distrito mejor el próximo año, y ésta podría ser su oportunidad. Supongo que yo también tengo un motivo ulterior, ya que quiero hacer algo bien por una vez.

            Al tercer día de entrenamiento mis tributos son enviados a ver a los organizadores de los Juegos. Una vez más el Distrito 12 tira de la pajita más corta, ya que deben entrar últimos. Si sé algo de los organizadores de los Juegos de mi propia experiencia frente a ellos, es que no son las personas más pacientes y atentas. Tenga la esperanza que mis tributos obtengan algunos números altos así pueden atraer más patrocinadores.

Peeta llega al piso 12 primero, lentamente arrastrando los pies, y se sienta con Effie, Cinna, Portia y conmigo en el comedor.

            — ¿Cómo te fue? — pregunta Effie alegremente, dándole a su hombro un apretón maternal.

            — Pudo haber sido peor.

            Estoy a punto de hacerle más preguntas cuando escucho al ascensor abrirse y pies golpeando el pasillo alfombrado, corriendo rápido, como alguien huyendo de un perro rabioso.

            — ¿Katniss? — la llamo.

            Escuchamos un portazo. Effie y yo intercambiamos una mirada preocupada, y nos apresuramos a llegar a la puerta. Intento abrirla, pero está cerrada con llave.

            — ¿Katniss? — pregunto de nuevo, mientras Effie y yo golpeamos la puerta —. Katniss, ¿qué está mal? ¿Qué pasó?

            Me gustaría preguntar ¿Qué hiciste? ¿Asesinaste a un organizador de los Juegos o algo así? Pero no debería bromear. Quizás lo hizo.

            — ¡Váyanse! — Ella grita, medio sollozando.

            — ¿Por qué no sales y hablamos de lo que pasó? — pregunta Effie, tratando de mantener la alegría en su tono a pesar de parecer tan preocupada como yo me siento.

            — ¡VÁYANSE! — Katniss grita de nuevo, más fuerte. La puerta permanece cerrada, y es bien obvio que no va a salir por un rato.

            — Bueno, esto es genial — le susurro a Effie, alzando las manos en exasperación —. ¿Qué se supone que debo hacer con esto?

            Nunca tuve experiencia con una adolescente gritando antes. No soy padre por razones más que obvias, y me siento completamente fuera de mi territorio. Las adolescentes no son mi fuerte. Miro a Effie en busca de algún tipo de guía de qué hacer en esta situación. Seguro que sabe algo sobre chicas adolescentes. Ella fue una, una vez.

A través de los ojos del mentor. «Los Juegos del Hambre»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora