Ayko

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Autor: Helindir.

Los pensamientos del almuerzo se vieron interrumpidos por un rugido leve de un dragoncito azul que entraba por el mismo lugar en donde las lechuzas llegaban con el correo

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Los pensamientos del almuerzo se vieron interrumpidos por un rugido leve de un dragoncito azul que entraba por el mismo lugar en donde las lechuzas llegaban con el correo.

Era extremadamente raro que volara tan bien a pesar de ser tan pequeño. Los entendidos sabían que requeriría más años para tener las fuerzas suficientes para alzar vuelo. Y por lo menos, un metro y medio de largo, no 50 centímetros...

Planeó hasta cerca de la mesa de los profesores y se quedó mirando fijamente la comida.

Ivonne se levantó con mucha sutileza. Severus sintió una brisa proviniendo de ella y acto seguido, la vio transportarse junto a su dragón.

Tras unas palabras en un claro élfico, un gran tazón con carne fresca apareció en las manos de ella.

El pequeño dragón saltaba, resoplaba, gruñía... era claro que quería comer.

- No hasta que te calmes- Le dijo su dueña.

Un minuto después, el dragón ya perfectamente calmo, recibía su comida que prácticamente era devorada al instante.

Ivonne ni siquiera intentó sentarse. Conocía la gula de su dragón y lo poco que duraría la comida. No se equivocó. Un eructo agudo acompañado por un "hip" fue el toque final que hizo reír a la gran mayoría del alumnado.

- Cerdo pero tierno ¡que combinación!- Exclamó Hagrid desde su lugar.

Con un sutil movimiento de su pie, el tazón desaparecía y el zafiro se recostaba para hacer su digestión. Aprovechando la atención que había llamado el suceso, Ivonne aclaró:

- Alumnos, no olviden que estoy en este colegio para ayudarlos. Si tienen alguna pregunta, de lo que sea, háganla. Pueden hacerla desde sus asientos, para que el resto lo oiga y aprenda, o se me acercan y lo discutimos sin público. ¿De acuerdo?

- Yo tengo varias preguntas- Dijo una Lovegood encantada con la bestia.

- Soy toda oídos- Decía Ivonne, que había decidido no sentarse nuevamente. Le gustaba estar cerca del alumnado.

- ¿Cómo se llama el dragón?

- Ayko - Recibió una mirada directa de su zafiro.

- No creo que sea un dragón ordinario. ¿Es cruza de zafiro y multiformo? El poder cambiar de tamaño no es propio de esa especie. ¿Y cómo puede volar siendo tan pequeño?

- Excelentes observaciones Lovegood. En primera instancia, es un zafiro pura sangre. El hecho de que pueda cambiar de tamaño y volar siendo tan chico es resultado de una palabra: montura.

El susurro general se hizo evidente. La gran mayoría desconocía ese término. Solo los alumnos más inteligentes y los profesores entendieron a lo que se refería.

- Vaya sorpresa- Le murmuró Minerva a Dumbledore, luego en voz alta dijo- Querida, creo que la gran mayoría no conoce ese término.

- Cierto, disculpen. Montura es el nombre que se le da a la relación que tienen todas aquellas criaturas con su jinete. No es una relación de amo-mascota. Se trata de una unión de por vida. La criatura adquiere habilidades únicas, como es el cambio de forma, en Ayko; e inmortalidad. Por ejemplo, Ayko no morirá si no muero yo antes. Podrán cortarle la cabeza o lo que sea, pero se rehabilitará y vivirá. Esto es gracias a que su vitalidad y habilidad son producto de mi energía, de mi magia. Así también, las criaturas que están destinadas a tener montura, no crecen o nacen si no reciben un contacto directo con su jinete. Ayko permaneció 23 años dentro de su huevo hasta que, gracias a las vueltas del destino, lo toqué. Recién en ese momento rompió el cascarón.

Luna Lovegood no cabía en su asiento. Había sido una de las primeras cosas que ella y su padre querían conocer. Un jinete verdadero. Sabía miles de historias, pero jamás había tenido un contacto directo con uno de ellos.

- ¿Es cierto que lo que a un dragón común le toma más de 30 años, uno con montura lo aprende en un año?

- Cierto.

- ¿Y es cierto que un jinete le puede dar órdenes mentales a su criatura aún si están muy lejos?

- Cierto.

- ¿Y es verdad de que pueden compartir técnicas?

- Si

Todos eran espectadores de la ida y vuelta de preguntas y respuestas entre Ivonne y Luna. La joven Ravenclaw parecía totalmente feliz y llena de admiración. Y más de un alumno dejo de verla como una extraña.

Al ver que nadie preguntaba mas nada, se despidió para hacer su ronda, seguida de Ayko.

El resto del día transcurrió tranquilo. Recibió la lista de los alumnos de Sybill. Por fin lo había encontrado, debajo de una mesa. La profesora de adivinación no logró explicar cómo había llegado ahí. Ciertamente, había que ser adivina para encontrar las cosas en el despacho de Sybill.

Ivonne caminó los pasillos lentamente, saludando y conociendo un poco más de los alumnos. Mentalmente ya lograba hacerse una idea de cada uno.

La Guardia Imperial | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora