Oscura la carretera rodeada de árboles y arbustos batidos por el viento se abría ante Tamar. En la distancia y hacia abajo de la montaña se veía el resplandor de las luces eléctricas del pueblo que ya dormía. Prontamente llegó a la bifurcación que, de seguir derecho, llevaba sin tardanza al pueblo del valle, pero que, si se cruzaba a la izquierda, se dirigía a su casa. Giró en esta dirección dejando atrás el aerocartel de luces holográficas de neón que rezaba en letras rojas la leyenda: "Vúlnerant ommes, última necat*". Era la encriptada indicación en Neolatín para dirigirse a su hogar.
Rápido prosiguió el recorrido mientras se acercaba al alto cerco blanco que delimitaba el área de su casa dentro de la finca. Al inicio de las dos largas paredes de piedra gris que enmarcaban el gran portón de hierro forjado, bajó la velocidad y asomó su cabeza replegando el casco tras su oreja. En éste reconoció el decorativo monograma familiar de una "B" entrelazando una "C": Blanco Castillo. Activados los biocensores de proximidad se abrió y, al pasar ella, comenzó a cerrarse haciendo un chirrido que generó un breve eco en la floresta.
Por más de un milenio esa propiedad había pertenecido a su familia y su turno de dirigirla corría forzoso. Esa era una de las antiguas mansiones de la región que aún se mantenía en pie a pesar de estar construida en madera y fibroconcreto. Pero estaba sola. La familia ya no venía a disfrutar de la naturaleza, la calma y el silencio que reinaba en ese breve Boscaje de las afueras; lejos de la bulliciosa y extratecnologizada ciudad.
Todos se fueron yendo hasta quedarse completamente sola. La primera en marcharse fue su madre y esta experiencia la dejó sumida en un trauma disociativo. En segundo lugar, su abuela. Ambas se alejaron para nunca más volver dejándole una gran turbación y el triste recuerdo de ser las dos primeras personas que murieran en sus brazos.
Sus hermanos también se habían marchado ya. Sumaba casi una década desde que su gemelo, Tito, se fuera a "recorrer el mundo". Y, aunque conversaban por la interfaz de comunicación, no era lo que deseaba. Pero últimamente él casi nunca estaba disponible. Solo le quedaba releer sus cartas, de las escritas en el papel; apreciar los paquetes que le enviaba; verse al espejo para conversar consigo misma como si fuera con él y concentrar su mente al máximo para hablarle en el silencio. Mas, tres años y medio después de haberse ido, su padre fue internado de gravedad en un Centro Clínico de la Ciudad del Sol. Entonces León se mudó a la ciudad seguido por Amaranta. Se alejó movido por la moda, la disponibilidad de la tecnología, la popularidad y porque no soportaba vivir en un lugar tan campestre, sin los últimos avances tecnológicos, sin su padre y donde los recuerdos eran la orden del día.
Hasta ese momento, la casona era visitada por sus parientes. Se divertían en la piscina, corrían con los caballos por el terraplén, jugaban en los campos y hacían largas caminatas por la ladera de la montaña o bordeando el río.
Al poco tiempo su padre también la dejó para no volver jamás. Él se había esforzado en ocultar su lenta y silenciosa enfermedad hackeando los drones de escaneo físico. Por esto, y por el caso de la abuela, la familia se ganó la sanción de limitación tecnológica en la que se encontraba la propiedad. Una tarde, padeciendo los estertores de la muerte, se despidió de ella en un abrazo. Era la tercera persona que moría en sus brazos y eso fue un refuerzo al trauma que exteriorizó su particular visión del mundo. Luego, el último deseo que éste expresara de que nadie más pisara esas tierras se seguía cumpliendo y todavía no sabía la razón. Nunca olvidaría lo que se desencadenó en su vida a partir de ese momento. Tras su muerte y el accidente con Amaranta (¿acaso podía llamarlo así?), nadie más se presentó en esa casona. De eso acababan de cumplirse cinco años.
De modo que solo quedó con el apoyo de Tomás 862.554, su castaño novio. Pero él, movido por la responsabilidad familiar y sus estudios, tuvo que mudarse a una ciudad extranjera. Y, aunque conversaban constantemente por la interfaz de comunicación, contaban tres años de no verse en físico...
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Como Viento con la Muerte
Science FictionComo Viento con la Muerte Vúlnerant ommes, última necat* *Hieren todas, la última mata En las afueras de la futurista Ciudad del Sol un ser oscuro, antiguo y seducto...