Fumar está mal, muy mal; de hecho no sé por qué narices descubrieron antes esos palitos de humo antes que una cura para el cáncer, pero cuando me ponía muy nerviosa o me entraba la ansiedad fumar era lo único que me relajaba.
Por norma general no solía fumar mucho, la verdad es que un paquete de tabaco podía durarme uno o dos meses, solo fumaba cuando realmente lo necesitaba y ese día el cuerpo me estaba pidiendo a gritos un poco de nicotina.
Eran las pruebas para ser animadora. Yo ya estaba cogida desde hacía muchos años; era la capitana del equipo , pero todos los años se iban alumnas y había que sustituirlas. Me alegraba saber que, a pesar de que ser animadora era... divertido, por definirlo de alguna manera, ese era mi último año.
Le di una calada al cigarro; era el segundo del día. Las arpías de primero venían pisando fuerte y si no les salía un día redondo probablemente a quien iban a crucificar era a mí ya que tenía la decisión final.
Estaba apoyada en las gradas esperando a que el resto del equipo viniera para empezar a prepararlo todo. Solo había que colocar unas mesas y listo, pero las pruebas serían después del almuerzo y para eso solo quedaban unos diez minutos.
-¿Cuántas veces te he dicho que fumar es malo?
Pegué un respingo al escuchar la voz de Dilan detrás de mí. Él soltó una carcajada al ver mi reacción.
No le gustaba que fumase, pero ¡venga ya! una vez al año, no hace daño; al menos eso solía decir... Dilan era el típico chico deportista que ni fumaba ni se drogaba. A veces tomaba alguna que otra copa demás, pero eso era todo.
-¿Y yo que cuando me pongo muy nerviosa necesito hacerlo?
-¿Hacer qué? -sonrió de lado, mirándome con picaría.
-Fumar Dilan, fumar -dije con un tono casino, rodando los ojos.
Dilan pasó por encima de uno de los hierros que formaban parte de la estructura de las gradas y se sentó a mi lado, contemplándome mientras terminaba de fumar. Había tenido que esconderme allí para que nadie me viera. Como en todo instituto que se precie en el LA Hight School no estaba permitido fumar; pero ese día me había levantado en plan ¨rebelde sin causa¨ y me salté la norma. Era toda una ¨malota¨.
-¿Hoy son las pruebas para animadoras?
-Sí -suspiré, dejándome caer contra el hierro en el que estaba apoyada.
-¿Esas harpías novatas te sacarán los ojos?
-O algo peor -reí, tirando la colilla al suelo y aplastándola con el pie.
Aunque el típico tópico de película no se solía cumplir entre las animadoras, sí que había alguna que otra que se pasaba de formas con el resto de personas. ¿Ser animadora te daba popularidad? Sí, pero eso no implicaba que yo, por ello fuera superior al resto; pero al parecer no todas lo veían así.
-Si alguna se pasa me lo dices que la mato.
-¿A sí? -inquirí con sarcasmo.
Me apoyé de lado en el hierro para que pudiéramos quedar cara a cara. Iba vestido con el uniforme del equipo de fútbol y no pude evitar mirarle el paquete que le hacían las mallas. Esas mallas deberían estar prohibidas.
Yo llevaba el uniforme de animadora compuesto por una minifaldita a la que le faltaban un par de metros de tela azul al igual que a la camisa, que me llegaba poco más abajo del ombligo. Tiré de la falda hacia abajo, como si así pudiera cubrir los centímetros de pierna que tenían que estar cubiertos, pero se bajaba de arriba. Ese uniforme era una de las cosas más incómodas que existían.