Por el instituto, en Twitter, en Facebook, en Instagram… por todos lados, y no exagero cuando digo que por todos lados, había carteles de La Fiesta del Solsticio; incluso en una de las puertas del cuarto de baño de la cafetería en la que me encontraba.
-Joder, esto ya es demás –me quejé, arrancando uno de los carteles y tirándolo a la papelera.
-Si sigues así te acabará saliendo una ulcera en el estómago –dijo Bonni con indiferencia.- Tenemos que ir.
-Me lo pensaré.
Saqué el gloss y me unté los labios con el brillo.
Claro que iríamos, desde que cumplimos los quince no nos habíamos perdido ninguna fiesta, aunque bueno, pensándolo bien teníamos diecisiete, por lo que solo habíamos asistido a dos, pero aún así, era la mejor fiesta que se hacía en Los Ángeles. Las fiestas de Paris Hilton eran la cagada de una mosca en comparación con La Fiesta del Solsticio. Nunca había entendido por qué se llamaba así cuando en realidad era una fiesta para despedir el verano y el solsticio era el día en el que el Sol permanecía más tiempo en lo alto. Supongo que eran ironías de la vida.
Bonni era una fanática de las fiestas. Allá donde hubiera una, Bonni también estaba. A mí me gustaban pero lo de mi amiga era algo exagerado. Dinna era más como yo, le atraía más el royo de ir de ¨tranqui¨ -como ella decía-, que el de ir de ¨marcha¨ -como Bonni decía-. Pero La Fiesta del Solsticio no me la perdería por nada del mundo.
-¿Estás? ¿O piensas darte otra capa de brillo de labios?
Bonni estaba apoyada en la puerta del cuarto de baño, enredando en su móvil. Hacía tiempo que sospechaba que se veía con alguien, pero aún no me había dicho nada por lo que esperaría a que ella misma me lo contara.
Una última mirada de reojo y lista.
-Estoy –le sonreí desde el espejo- ¿vamos a por esos cafés?
-Ya era hora –se quejó, poniendo los ojos en blanco.
Estábamos en el Kellys, una de las mejores cafeterías de todos Los Ángeles. Hacían unos cafés que te daban ganas hasta de chupar la taza en la que te lo servían. Era un sitio pequeño, decorado con un toque vintage. Las paredes estaban forradas con un papel rosa en el que había unas jaulas dibujadas que parecían colgadas del techo. Repartidos por todos lados; había cuadros de famosos como Marilyn Monroe, entre otros, mezclados con distintas fotografías, entre la que se encontraba una de mis favoritas: una Volkswagen azul clarito. Quería una como esa. También había cuerpos de maniquíes de los ochenta repartidos por toda la sala vestidos con trajes de chaqueta y vestidos de gala de la época. Era un lugar precioso.
Bonni y yo nos sentamos en nuestro sitio habitual; un banco acholchado con cuero rojo junto a la ventana. En los días de lluvia era relajante mirar las gotas de agua hacer caminitos por el cristal y además, veías a la gente pasar de un lado para otro pendiente de sus cosas.
-¿Sabes si vendrá Dinna? –pregunté, mientras ojeaba la carta, aunque ya sabía lo que iba a pedir- No he vuelto a saber nada de ella. El otro día estuve hablando con ella y le puse al día de las novedades sobre el equipo de animadoras. Me dijo que no estaba de acuerdo en que Rizzo estuviera entre las elegidas.
A decir verdad, yo la apoyaba. Tampoco estaba de acuerdo en que Rizzo fuera una más del equipo de animadoras, pero era muy buena en lo suyo y sabía moverse; aunque si por mí hubiera sido, habría escogido a la rubita que parecía una loncha de pavo.
Cuando salieron las listas y Rizzo se enteró de que formaba parte del equipo, le faltó comprarse un megáfono e ir diciéndolo por los pasillos del instituto; bueno, a decir verdad… creo recordar que lo hizo.