Capítulo 15:

21 2 0
                                    

Abrí lentamente los ojos, aun no recordaba demasiado lo que había pasado. Aun no me acostumbraba a la luz. Cuando, lentamente, mis últimos recuerdos volvían a mí, comencé a observar dónde estaba. Estaba acostada en un cómodo sillón. En frente mío había una mesita bajita en la cual se encontraban muchos papeles. En frente de la misma había una sencilla televisión. Un pequeño equipo de música y unas cortinas color blancas. Giré mi cabeza y observé que había unos estantes con libros y más papeles. Giré mi cabeza para el otro lado y había una puerta. Me senté sobre el sillón y me dispuse a observar lo que había detrás de este. Una simple alfombra, una mesa pequeña para comer y dos sillas rodeándola. Había un hogar a leña. Se asomaba una pequeña cocina por allí. También vi que había un ventanal que, supuse, daba a un balcón, pero se encontraba cerrado. Los pisos eran de madera y las paredes pintadas sencillamente con un color crema blanquecina.

Era una sencilla sala, pero pintoresca y justa para una, o cuanto mucho, dos personas. Imaginé que se trataba del hogar de Liam. Se notaba que no se trataba de la casa de una mujer, pues había detalles que hacían saber que claramente se trataba de la casa de un hombre. Pues se encontraban ciertas maquinas para hacer actividad física en casa.

Me descoloqué unos segundos para observar un detalle que había pasado desapercibido, un cuadrito en la pequeña mesita, que se encontraba justo en frente mío. Tomé el cuadrito con mis manos. Un bebé. Era un bebe bonito y al mismo tiempo, tierno. Mostraba una sonrisa que le sacaría una sonrisa a cualquiera que lo mire. Tenía una pequeña naricita bien marcada con curvas perfectas. Había una mujer también. Una mujer que lo sostenía. Era rubia y tenía flequillo. Era un poquito gordita pero tenía facciones faciales hermosas.

Un sonido de llaves entró por mis oídos, miré a la puerta con miedo. Este miedo se desvaneció cuando lo vi a él entrar.

En ese entonces, reaccioné. Recordé que él se había ido a ayudar a aquellos chicos que habían sido atacados. Entonces recordé que él podría haber salido herido… o podría no haber salido. Entonces recordé que él fue quien me desmayó para que lo dejara ir.

No pensé un segundo, corrí a abrazarlo. Él podría haber salido lastimado. Él podría haber muerto. Y yo no quería que algo le pasara. Liam me correspondió el abrazo. Era de esos abrazos que te dicen “te extraño”.

No quería soltarlo, sentía que cualquier cosa podría haberle pasado. Pero él lo hiso. 

- Tranquila, tranquila – dijo él 

- ¿Estás herido? – pregunté preocupada y noté que una lágrima salía de mis ojos.

- No, estoy bien – dijo él, con vos firme.

- ¿Qué fue lo que pasó allí? – pregunté sollozando

Me miró con furia y yo me encogí por el miedo, sus ojos pueden causarte terror también.

- Sabía que no tenía que llevarte, no sé por qué fui tan idiota – dijo alejándose de mí y casi en susurros atormentados.

Luego de golpear la mesa con su puño, me miró y después, desvió la mirada.

- Algo podría haberte pasado – susurró, pero pude escucharlo.

Sentí que de verdad lo entendía. Pues cada hombre tiene su lado tierno y protector, por más que esté al fondo de todo. 

Me sentía diminuta, no sabía qué hacer o que decir. 

- ¿Hace mucho te despertaste? – preguntó sacándome de mis pensamientos.

- No en realidad – dije un poco tímida - ¿por qué tenias que dormirme?

- No me dejarías ir de lo contrario – contestó él

- ¿Qué pasó con tus amigos? – pregunté preocupada.

- Solo espero que estén bien – respondió

- ¿Acaso no fuiste a ayudarlos? – pregunté otra vez

- Sí, pero hice de franco – contestó pero luego abrió los ojos como platos… de una manera extraña. Como si lo que él mismo hubiera dicho le hubiere sorprendido.

- ¿De franco? - pregunté confundida

El emitió un par de sonidos roncos a través de su boca entre abierta, pero no había respuesta.

- Nada – dijo luego de un rato

- Dime – insistí

- Uhm… nada, es solo un… dicho irlandés – dijo él, al parecer poco convencido.

Lo miré con ojos entrecerrados.

- ¿Estás seguro? – pregunté

- Si, lo estoy – dijo firme.

- Bien… - dije y desvié un poco la mirada – y ¿qué significa?

Se hiso un silencio entre nosotros que quería romper, no porque fuese incómodo, sino porque creo que él debe explicarme un par de cosas.

- Lamento haberte desmayado – dijo él, rompiendo el hielo y desviando el tema. Lo miré. – no me diste opción

- Lo entiendo… - dije – sé que soy muy fuerte – intenté ponerle un poco de gracia a la situación pero él no mostró ni media sonrisa, así que me volví más seria - ¿Podrías explicarme qué pasó? – pregunté en fin.

- Peleas callejeras – dijo él

- Las peleas son con golpes, no con… armas – dije

- Bueno… yo y mis amigos vivimos más al límite – contestó

- Pero… ¿no es muy peligroso? – pregunté

- Quizá – respondió – pero uno se acostumbra

- ¿Y no temes por la vida de tus amigos o… la tuya? – pregunté preocupada

- Si – contestó seco

- ¿Y por qué no estás con ellos ahora? – pregunté

Me miró intentando encontrar una respuesta. Pensé por un momento, que lo que él quería era cuidarme a mí.

- Tienes razón – dijo él – te llevaré a casa.

Asentí levemente. 

Todos aquellos deseos de que me diga “porque quiero cuidarte a ti” se fueron al diablo. Yo, aun así, insisto que debajo de su frialdad, se encuentra un hombre adorable, tierno y protector.

Creí que por un momento me diría “dejé a mis amigos por venir a cuidar de ti”.

MI CRIPTONITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora