❛prefacio❜

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Setsuka meditó, con los ojos entrecerrados y los dedos tomando su barbilla, pensativa e inquisitiva mientras la escena se desplegaba frente a sus ojos, incapaz de no sentirse un poco exhausta y mosqueada porque no le veía sentido a una acción que no tenía posibilidades de aceptación bajo ningún termino o circunstancia.

El día había sido demasiado pesado y extenuante, con todo el rollo de los exámenes finales y la tensión liberándose a flor de piel, como para permitirse perder otro preciado segundo con sonrojos estúpidos y sentimientos que esquivaba con una eficacia increíble.

Suspiró, quitándose un par de mechones rojizos del rostro.

—Disculpa, uh... Shirotaki-kun, ¿verdad? —el muchacho se erizó como un gato, asintiendo fervientemente y con una ilusión cegadora brillando en sus ojos oscuros. Setsuka frunció ligeramente las cejas—. Me temo que debo rechazar tu confesión. Lo lamento —dijo lo más amable posible, haciendo una reverencia con incomodidad. Suponía que recibir un rechazo tan directo dejaba de piedra a cualquiera, y aunque Setsuka era empática, no podía imaginarse lo que el chico debería estar sintiendo en ese momento.

Dándose la media vuelta, Setsuka se alejó sin dar un segundo vistazo por sobre su hombro; nadie podía culparla por su actuar, después de todo, no era la primera vez que se veía en la situación de escuchar una confesión y declinarla de inmediato. Era incómodo y algo pesado, especialmente cuando los rumores sobre ella se desparramaban como el petróleo; solo faltaba alguien para que le diera la chispa que necesitaba. Sin embargo, a esas alturas, se había acostumbrado al qué dirán, y ya poco le importaba lo que los otros pensaran, después de todo, según su forma de pensar, la escuela estaba para estudiar y forjar el futuro, no para perder el tiempo en chismorreos tontos para mantener el interés.

Setsuka tenía demasiado sobre sus hombros para prestarse a jugarretas de niños entrando a la pubertad, en cambio, prefería enfocarse en mantener su promedio en el tope de la lista de calificaciones de su escuela y en su trabajo de medio tiempo en uno de los restaurantes en la avenida principal, ganando un dinero que le servía como extra para sus gastos, además del que le enviaba su padre cada mes sin falta.

Sin embargo, el trabajo como mesera no estaba mal, y le permitía desarrollar su habilidad como mera observadora de las reacciones humanas, algo que la mantenía ocupada la mayor parte del tiempo, y que le daría el doble de ayuda una vez comenzara a asistir a Yūei el año próximo. De hecho, poco importaba que todavía no se presentara a las pruebas de entrada, Setsuka tenía la confianza y el ego suficiente para predecir que ese objetivo se haría realidad de una forma u otra.

Tenía que aprobarlas, aún si su verdadero sueño tuviera que hacerse a un lado para ello.

Suspirando con cansancio después de un viaje de veinte minutos en tren y diez caminando hasta llegar a su destino, atravesó conocidos pasillos y se inclinó hacia los adultos que ya la conocían y que le saludaban deseándole una buena tarde. Caminó con determinación, aplacando amargos pensamientos que creaba su mente moviendo la cabeza de lado a lado; no podía meterse en ese lugar con el miedo de perder lo que más amaba en el mundo, se sentía como un mal augurio.

Sus pasos se detuvieron, el corazón le martilleaba fuerte contra su pecho en ese instante, y las manos sudadas estrujaban el papel traslúcido en sus manos, sintiéndose abrumada por sus emociones. Como pudo, sus labios dibujaron una sonrisa desconocida para quienes la veían taciturna en su entorno escolar, y se adentró a la habitación de blanco inmaculado con el familiar olor a desinfectante haciendo aparición por sobre el dulce aromas de las flores que había estado cargando durante una calculada media hora.

Cerrando la puerta a sus espaldas, se acercó a la camilla iluminada por la luz del atardecer golpeando desde los cristales.

Sus ojos se suavizaron.

暁 ; bnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora