❛capítulo iii❜

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(Editado.)

Gracias a la hora y media libre que tenía por las tardes después de clase, Setsuka no tuvo inconveniente en dejar hechos sus deberes en la tranquilidad de la biblioteca de la academia antes de partir a su trabajo de medio tiempo tres veces por semana y los sábados por la mañana hasta el medio día. Su horario era espléndido, y no tenía ninguna queja las veces en que su jefa, Nekohama Maeko, una mujer jovial que aparentaba veinte a sus treinta y dos años, le preguntaba por mover un par de sus turnos cuando una de sus colegas meseras no estaba disponible. ¿Qué podía hacer? ¿Negarse? Setsuka iba más que encantada con tal de obtener dinero extra –y tener algo que hacer además de volver a la soledad de su casa–, teniendo de que nunca estaba ocupada esos días; era la forma perfecta de gastar el tiempo.

También, el ambiente laboral era cálido y lo que necesitaba, pese a que nunca lo dijera en voz alta.

A parte de Setsuka y Maeko-san, habían otras cinco personas con las que se manejaban en el restaurante familiar tipo japonés tradicional; los encargados de la comida, dos hombres simpáticos de edad adulta, Takahiro Ichikii y Momotaro Kyousuke, y tres mujeres entre los veinte y veinticinco –dos de ellas universitarias–, Takahiro Megumi, Asahi Nobuko y Yoshiko Harue. Por lo tanto, eso hacía de Setsuka la trabajadora de menor edad a la que adoptaron con una rapidez espectacular.

Ese día, fueron Megumi y Harue quiénes le dieron la bienvenida cuando ingresó al lugar.

—¡Setsu-chan! ¡Buen día! —la cándida y afable sonrisa de Megumi fue lo primero que vio, y bastó ese saludo para que el resto de sus compañeros volteasen a verla, esbozándole la misma sonrisa.

—Buen día —dijo como respuesta.

—¡Setsuka-chan! El uniforme te queda espléndido querida —siguió Harue, haciendo una pausa en su camino a dejar una bandeja con comida a una de las mesas—. Que orgullo verte así.

—Nuestra estudiante de secundaria ahora es toda una mujercita lista para convertirse en la mejor de las heroínas. Bienvenida, Setsuka-chan —comentó Momotaro, con el gesto pasivo y los ojos gatunos viéndola desde su lugar detrás del mesón. Ella hizo una reverencia, avanzando hacia las puertas de servicio, captando el simple asentimiento que el callado Takahiro le mostró.

—¿Lista para tomar tu turno, Setsu-chii? —preguntó Moeka cuando se la topó en su puerta, la mujer vestía el uniforme que constaba de la tradicional yukata japonesa de color verde acuoso junto a un delantal oscuro atado en la cintura, con sus orejas gatunas reaccionando sobre su cabeza y la cola a sus espaldas dando flojos movimientos oscilantes mientras la miraba con esos afilados ojos felinos color azul.

Ella, aunque fuera la gerente y dueña del lugar, adoraba hacer su parte trabajando como una de las meseras, lo que también ayudaba a rescatar las opiniones de los comensales con respecto al lugar, si Setsuka mal no recordaba haberle escuchado alguna vez en el pasado.

—Por supuesto que sí, Moeka-san —respondió, dejando su mochila en su casillero respectivo y con la mujer al pendiente de sus movimientos. Fracasó en el intento de atar su cabello en una cola de caballo y optó por dejarlo caer libre a sus espaldas—. Terminé con mis deberes, así que puedo quedarme hasta las ocho.

Ni siquiera había terminado la oración cuando Moeka ya estaba negando con la cabeza, el corto cabello negro azulado meneándose con el movimiento.

—No si estoy para impedirlo; las vacaciones terminaron y es recién tu primera semana en Yūei, y no permitiré tenerte hasta esas horas sabiendo lo que haces durante el día —dijo, preocupación tiñendo la rectitud en su voz, y Setsuka mordió su mejilla interna, evitando sus ojos mientras se enfocaba en ponerse el uniforme.

暁 ; bnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora