❛capítulo vii❜

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No había nada mejor como tener un día libre para sobrellevar cualquier posible secuela de un trauma que necesitaría meses de idas y venidas con terapeutas, y Yūei, siendo una academia élite en su suprema posición como líder educativo de los héroes más destacados, tenían la posibilidad de ignorar la salud mental porque situaciones de extremo peligro manejados sin una pérdida humana forjaban los héroes de hoy, ayudándolos a la larga a sobrellevar la pesadilla detrás del esplendor de las cámaras.

Setsuka pensaba que eso era pura mierda, en realidad. Podía verlo, desde su asiento designado en el salón, como una de sus compañeras, una tímida chica de mejillas sonrojadas pegó un brinco cuando una silla se arrastró y rio para disimular. Como ojos titubeantes y opacados registraban el lugar, buscando amenazas que no habían y se deslizaban por las ventanas y salidas cercanas, en el retorcimiento de manos sobre escritorios, encogimientos de hombros y ticks nerviosos al mínimo movimiento brusco que antes no estaban presentes.

Sí, estos chicos necesitaban visitas al consejero escolar, y el hecho de que Aizawa-sensei, en su imagen vendada que trajo lágrimas no derramadas, no hiciera comentarios al respecto en todo su discurso de superación y señalamiento al evento escolar programado para la semana entrante, trajo una afilada mirada a los ojos de Setsuka que intentó suprimir aún cuando conectó visión con Aizawa-sensei. El hecho de que evadiera su acusación, provocó que las manos bajo su pupitre se apretaran en puños, resaltando el blanco en sus nudillos.

Trató de mantener la esperanza hasta el final de la clase, pero se esfumó junto a la figura desapareciendo por la puerta sin un vistazo en su retroceso. Inhaló hondo por la nariz y exhaló lo más pasivamente por la boca, calmando sus nervios picados y decepción en el más ligero crispar de sus labios englosados por el bálsamo de cereza que cargaba en el bolsillo.

Luego vino la duda que la desplomó contra el respaldo de su silla, no sabiendo si tocar el tema con el representante sería la mejor idea, teniendo en cuenta que Iida no era de las personas más aplacadas para hablar al respecto, siendo ruidoso y de voz entonada, además de esa aura autoritaria que sinceramente chocaba con su personalidad quieta y recta. Su segunda opción, sin embargo, sonaba como la única opción a decir verdad.

Yaoyorozu Momo, en su semblante más compatible y abierto, sería capaz de comprender su punto y no armar un escándalo desproporcionado frente a toda la clase y darle atención argumentada que evadió expertamente al inicio del semestre. Tarareó y tamborileó los dedos sobre la mesa con sus uñas, llegando a su resolución. Ahora, tendría que esperar al momento adecuado para hablar sin muchos espectadores que atestiguaran lo que podía ser el inicio de una revolución por lo que podría sonar como un insulto a sus compañeros, o a la perfecta salvación acogida con estruendos y aplausos.

(No había punto intermedio con la clase 1-A.)

Buenos, quizás se estaba tirando flores de más en el caso de que funcionara, pero necesitaba un incentivo positivo para no desmotivarse rápidamente y perder el aliento.

Por desfortuna, debió aplazar sus planes.

—H-Higuchi-san.

A veces, Setsuka tenía la impresión de que las deidades superiores adoraban meter a la más peculiar de las personas en su camino.

Parpadeó para suavizar el rostro y relajar sus hombros en una actitud sencilla y atenta, pese a que, aparentemente, el brócoli parlanchín frente suyo la tomara por sorpresa.

—¿Sucede algo Midoriya-san?

Tuvo que reconocerlo, la expresión titubeante, los ojos brillantes y el cuerpo removiéndose en su lugar le daba la impresión de que se hallaría receptora de una confesión superficial. La experiencia hablaba por sí sola, y deseaba con todo su ser que la posibilidad del dos por ciento indicando lo contrario, fuese verdad.

暁 ; bnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora