Prólogo:

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"Se admite universalmente que un soltero poseedor de una buena fortuna debe tomar esposa". Orgullo y Prejuicio; Jane Austen.

Año 1823, Berlín, Alemania.

Época envuelta en una creciente paz, en la que los bailes de salón eran la sensación para todas las chicas en edades casaderas, que con ansias esperaban las nuevas noticias sobre la siguiente fiesta; mientras que los caballeros de alto renombre se paseaban por aquellas convivencias esperando encontrar alguna señorita que se adaptara a su ideal para pasar el resto de sus días juntos, aunque muchas veces el interés residía únicamente en las dotes o herencias que ellas les darían para incrementar su riqueza.

"Es mejor que lo atrapes ahora, ya habrá mucho tiempo para conocerse después de la boda", dicha por una de las dulces doncellas del condado, una de las frases más conocida por los caballeros. Y sin tener la menor intención, dicha señorita dio a conocer el único pensamiento que agobiaba la mente de las damas. Matrimonio. No era sobre alguno de los tantos libros, que se jactaban en presumir, habían leído. Tampoco era sobre las bellas mesitas que pintaban y mucho menos sobre sus bordados. Lo único importante era el matrimonio, con un hombre de alto estatus y grandes cifras monetarias como carta de presentación.

Mas, a pesar de conocer los intereses que tenían las chicas, la mayoría de los hombres aún se mantenía rondando por los bailes en busca de encontrar a una joven que les pareciera atractiva o una buena compañera de vida.

Entre estos señores, destacaba uno azabache de baja estatura, pero gran atractivo y sobre todo, gran riqueza; recibiendo más de 10, 000 thalers prusianos al año, convirtiéndolo, en el soltero más codiciado de la ciudad.

Levi Ackerman es el nombre de aquel que estaba en boca de todos al saberse de su próxima llegada al condado, como invitado a la fiesta que organizaría su amigo Erwin Smith, quien se presentaría nuevamente ante la sociedad, solo que esta vez acompañado de su esposa, Hanji Zoe.

Por otro lado, una pequeña familia de floristas al servicio de la familia Smith se preparaba con entusiasmo para el día de la fiesta; arreglos de rosas, hortensias, azucenas, lirios, claveles, pero las que más brillaban, eran las orquídeas; las flores favoritas del hijo de la pareja de los Jaeger, que de poco en poco les fue pegando su amor por esas flores a los demás; incluyendo a la pareja de recién casados.

Eren Jaeger chico de cabellos castaños y hermosos ojos que no se podían definir con un solo color, dejó su nombre en el pasado para convertirse entonces en "El chico de las orquídeas"; ya que se la pasaba la mayor parte de su tiempo al cuidado de estas. Gracias a su madre, el castaño, desde pequeño comenzó a tomarle amor a las flores y al cuidado de estas; tanto así que hasta puso un pequeño puesto ambulante en la plaza, donde ya era bien conocido por todos, bajo el apodo que le dieron desde la casa de sus señores.

El soltero más codiciado y un joven florista, que extraña la unión. Pareciera que sus caminos nunca fueran a encontrarse; pero el destino decidió otra cosa...



El jardín de las orquídeasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora