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Ella la vio a los ojos...acarició su cabello y le dijo que todo estaría bien.

Pero en su corazón sabía que su hija moría, que su corazón estaba débil y que detrás de aquella máscara de fuerza se ocultaba una niña frágil y asustadiza.

En el fondo nunca quiso que su hija se enamorara, y es que sabía que esa niña por los demás se mataba.

Sentía en su pecho la angustia de saber que su hija lloraba a solo metros de ella y que solo podía fingir no saberlo a pesar de ver sus pequeños ojos rojos, tristes y cansados.

Quería gritar, quería rogarle a su hija que la dejara ayudar. Que le abriera su corazón y no la alejara más.

Pero ella no sabía que su niña pedía a gritos por su apoyo, no sabía que su hija con navaja en mano hacía de su dolor un silencio eterno con nombre de "estoy cansada" en aquella mirada vacía y perdida.

La hija sabía que su madre sufría por ella, quizás por eso calló aquellos gritos de auxilio que morían por salir de su boca.

Ella sabía que estaba por darse por vencida en la vida al ver que por primera vez deseaba refugiarse en los brazos de su padre y escuchar la voz de su madre calmar sus tormentos.

Y sin embargo nunca habló...se resguardo en su habitación y lloró por horas, aquel dolor inmenso que abundaba su pecho salían de su cuerpo en millones de pequeñas gotas saladas que corrían por sus mejillas y aterrizaban en su cama para desaparecer así.

Todo aquel que a los ojos de la niña vieran, podían notar y sentir aquel tormento y vacío que la niña sufría. Sin embargo nadie hablaba, todos callaban esperando a que ella tomara la iniciativa.

Pero lo que no sabían era que ella nunca lo haría, no por que no quisiera, si no por miedo a lo que eso ocasionaría. Derrumbar aquellas barreras que construyó contra todos era difícil, necesitaba mucha valentía y era algo que aquella niña no solía tener.

Era extraño, ya que cuando por primera vez había deseado tumbar aquellas barreras, justo en el instante en que aquella chica la había echo tomar un arma para atravesar sus muros...se la arrebataron.

La pequeña hija hablaba de aquella chica con su madre como si hubiera descubierto el mayor de sus tesoros. Y su madre lo veía, se sentía bien viendo a su hija feliz.

Y cuando por primera vez vio a su hija bajo presión, dolor, rabia y mostrando tantas emociones sin importar quienes estaban...

Fue cuando vio que su hija estaba mal y nunca fue capaz de darse cuenta. Su hija sufría en silencio por algo que no podía comprender pero que en la mirada podía notar.

Intentó con aquella leve caricia mostrarle su presencia, hacerle ver que estaba allí para cuando quisiera.

Pero cuando vio que su hija ni siquiera pudo sonreír, fue cuando vio que había llegado tarde. Y que ya salvar la vida de su hija y su corazón, no dependía de ella.

Por qué el corazón de su hija ya no lo tenía ella. Ahora le pertenecía a alguien más. Y sintió miedo, miedo de lo que eso pudiera causar, miedo de que de nuevo viera a su hija llorar desde las sombras.

Aún así su hija no habló y su mamá nunca preguntó. Dejaron que la vida tomara su curso y que se encargara de ambas.

Yo solo podía decir:

Perdónala mamá, ya ella no quiere vivir más...

"Estragos de una Mente Suicida" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora