Be my daddy; j.o

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Terminé de abrochar los botones de mi camisa blanca, a la vez que bajaba las escaleras del edificio de apartamentos, en dirección a la salida.

Llegaba increíblemente tarde a la oficina y sólo era el primer día se trabajo, no podía cagarla de aquella manera antes de empezar si quiera a trabajar. Debía darme mucha prisa si quería llegar a tiempo.

Subí rápidamente a mi coche y revisé que en mi bolso estuvieran todos los papeles y carpetas que debía entregar nada más llegar a la empresa. Comencé a conducir algo más rápido de lo permitido, sí, se que va en contra de la ley, pero ese no era el mejor momento para preocuparme por aquello.

Siete minutos después logré aparcar el coche a pocos metros de la entrada, pudiendo así llegar justo a tiempo, bueno, más bien, a falta de medio minuto. Sí, llevaba la cuenta de cuántos segundos me quedaban para entrar al trabajo.

—Buenos días, señorita Hidalgo. —me saludó la recepcionista, con una sonrisa amable.

—Buenos días, aquí tiene los papeles que quería el señor Oviedo.

Saqué de mi bolso el pequeño montoncito de papeles y traté de ordenarlos con ambas manos, para luego dejarlos sobre la mesa de la recepcionista.

—No tiene que dármelos a mí, el señor quiere que los lleve a su despacho personalmente. La acompañaré personalmente. —negó con la cabeza.

Deslizando los papeles de nuevo hacia mí, para que los cogiera de nuevo y los guardara otra vez, cosa que hice instantáneamente.

¿Entregárselos en persona? Bueno, si no había más remedio. De todas formas, me picaba la curiosidad de saber como era mi jefe, no lo había visto, pero los rumores que había oído sobre él decían que era increíblemente atractivo. Además, el ser el propietario de la empresa más grande y rica de juguetes sexuales que existe en el país consigue que miles de chicas estén a sus pies. Después de todo, ¿quién no quiere tener en su cama a un hombre que se dedica a complacer?

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