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Jesús Oviedo

Caminó hacia mi escritorio lentamente, contoneando esas preciosas y bien formadas caderas que Dios le había dado, y, por si fuera poco, sus preciosos y grandes pechos se movían a la vez de sus brazos.

Definitivamente, había elegido a la chica perfecta. No me habría importado tenerla en mi despacho todo el día, moviéndose de un lado a otro, pero no estaba aquí por eso.

—He traido los... —comenzó a decir, pero la corté al instante.

—Lo sé, dámelos, les echo un vistazo rápido y podrás empezar a trabajar. Necesitamos cuanto antes tus ideas. —tendí mi mano hacia ella.

Dejó todos los papeles sobre la palma de mi mano, con una sonrisa amable y dulce, consiguiendo que pudiera admirar mucho mejor sus preciosos labios. Que bien quedarían alrededor de mi polla.

No pude evitar morderme el labio al pensar en eso, a la vez que agarraba los papeles con firmeza, acercándolos a mí, para poder mirarlos con cautela.

—Tome asiento, señorita. —señalé el sillón de terciopelo rojo que tenía a sus espaldas.

—Gracias... —murmuró, sin dejar de sonreír en ningún momento.

Posó su precioso y bien moldeado trasero en la tela, acomodándose sobre el asiento, dejando su bolso sobre sus muslos. Yo me dediqué a hojear los folios lenta y cuidadosamente, mientras la observaba de reojo, sus ojos estaban fijos en todos mis movimientos y sus labios estaban entreabiertos.

Cogí la fotocopia de su DNI y observé la foto, salía realmente preciosa, algo peor que en la vida real, pero aún así no me quitaba las ganas de empotrarla contra mi escritorio y hacerla gemir de placer.

Noté como mi polla hacía presión contra mi pantalón, haciéndome desear arrancarme el pantalón de un tirón.

—Sale muy bien en la foto, señorita Hidalgo.

Levanté mi mirada hacia ella, observando sus ojos clavarse en los míos, como si no supiera de qué le estaba hablando.

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Be my daddy; j.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora