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—Vale... —cerré los ojos, disfrutando de los besos y caricias que rozaban mi piel.

—¿Vale qué? —gruñó levemente.

—Vale, Daddy. —susurré, sin poder evitar sonreír.

—Muy bien. —susurró en mi oído.

Me bajó la falda del tirón, estaba segura de que se habría ensanchado algo ante tanta fuerza. Sus dedos bajaron por mi muslo, hasta llegar al borde de la braga, una vez allí, con dos de sus dedos, acaricio mi coño por encima de la tela de la braga, consiguiendo que soltara leves gemidos ahogados.

—Estás muy mojada, nena. Voy a tener que solucionarlo. —murmuró con el tono de voz ronco que había usado desde que había llegado allí, y que me ponía tanto.

Volvió a gruñir, para luego deshacerse de mi fina braga rápidamente y tirarla al suelo, comenzando a masajear delicadamente mi clítoris, proporcionándome más placer del que creí, y consiguiendo que gimiera con los ojos cerrados, disfrutando de cada sensación que corría por mi cuerpo.

A penas duré siete minutos así, la sensacion de placer se hizo más intensa, fue entonces cuando supe que había llegado al clímax y que me había corrido en los dedos de Jesús.

—Muy bien, a Daddy le gusta que te corras así. —susurró cerca de mi oído.

Alejó sus labios de mi cuerpo, acercándolos a él y observándolos con una sonrisa pícara en los labios. Cogió un pañuelo de papel, de una caja situada sobre el escritorio y los limpió correctamente.

—Ahora, nena, trabaja, por que si no... —comenzó a decir, pero le corté.

—¿Daddy se enfadará? —me mordi el labio.

—Exacto, pero a Daddy también le enfada que no le dejen terminar lo que va a decir. Me pensaré el castigarte. —murmuró ronco, para luego alejarse de mí, caminando hacia la puerta de salida de mi despacho.

Lo observé hasta que desapareció de mi vista y, entonces, solté un largo y sonoro suspiro, como si fuera una adolescente que acaba de perder la virginidad.

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Be my daddy; j.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora