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—Adelante. —dije un poco más alto.

Ya me había puesto bien la falda y trataba de disimular lo mejor posible, había posibilidades de que la persona que había al otro lado me hubiera oído gemir, pero si hacía como si nada quizá creyera que habían sido imaginaciones suyas.

La puerta se abrió, dejando ver al otro lado a la última persona que esperaba ver allí, pero que me cortó la respiración nada más verlo.

—¿Qué hacia, señorita Hidalgo? —preguntó Jesús.

Cerró la puerta tras de si y caminó hacia mi escritorio con paso lento y pesado, mientras me observaba atentamente con una mirada seria y penetrante, esa mirada que tanto me calentaba.

«¿Este hombre no puede parar de ser increíblemente sexy? —pensé, observando todo su cuerpo, mienttas se acercaba a mí.»

Mordí mi labio, inconscientemente, cuando se posicionó junto a mí, y pude ver el imponente bulto que se elevaba bajo la tela de su pantalón de vestir.

—Yo... nada. —negué con la cabeza.

Una sonrisa demasiado sexy para poder resistirme a querer besarlo apareció en su rostro, mostrando sus perfectos dientes blancos.

—No me haga castigarla, señorita. —murmuró con voz ronca, acercando sus labios a mi oído.

—Señor Ov... —no dejó que siguiera hablando.

Sus labios se encontraron con los míos, en un beso tan apasionado como corto, a penas me dio tiempo a saborear su boca tanto como quería.

Se posicionó detrás de mi y sus labios se posaron sobre mi cuello desnudo, comenzando a dejar besos húmedos, mientras sus manos viajaban hasta el borde de mi falda.

—A partir de ahora me llamarás Daddy. ¿Entendido? —asentí, sin articular palabra— Así me gusta. Recuerda una cosa, todo el placer que quieras te lo podrá dar Daddy. —murmuró con un tono de voz ronco, aún con sus labios sobre mi cuello.

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Be my daddy; j.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora