Parte III

1.2K 16 3
                                    

Estaba divagando y ni siquiera se había dado cuenta de que su mano volvía a moverse hasta que sintió el frío bajo su palma. El frío de una piel mojada de sangre, de una piel muerta.

Aquello no podía estar pasando, al menos no a él. Era lo que estaba pensando Lucien mientras observaba que su otra mano corría la misma suerte que la anterior. Se movía sin control. Intentó separarse pero le fue imposible apartar la mano que ya reposaba sobre el cuerpo inerte de la joven.

La idea de que se había topado con una autentica bruja comenzaba a ganar fuerzas. Había traspasado sus barreras mágicas, buscando ayuda y había fracasado, sería un castigo, una maldición y él había caído. Pero la pregunta de por qué no había escapado de aquella tortura, ganaba las mismas fuerzas.

Él no iba a acabar allí, a Lucien Laverty no se le atrapa. Con decisión, utilizó todo el poder que tenía para escapar de aquello. Ya no le importaba ser descubierto, no se iba a dejar cazar.

Concentró todo su poder en apartar las manos de ella, pero cuanta más presión ejercía más difícil se le hacía apartar la mano y más rápido subía la otra hacia el cuerpo de ella. Como si su propio poder estuviese siento utilizado en su contra. 

—Nooooo —gritó, cuando sus manos tocaron el cuerpo femenino.

Una punzada de un dolor insoportable le recorrió desde las manos que tocaban a la mujer hasta los pies. Recorrió su columna vertebral e  igual que un veneno, se coló en sus venas, acabando de recorrer su cuerpo, sin dejar nada sin invadir. Directa al corazón, como una puñalada bien certera. Sintió el corazón estallarle en pedazos en el pecho. Sus rodillas se doblaron y sus manos tocaron el suelo a sus pies.

Su cuerpo ya no se movía, el dolor había mermado sus sentidos…

2

—No puede ser cierto. Nooo… —. Marcus Laverty sacudió la cabeza, negándose a admitir lo que su cerebro le estaba diciendo. Lo que su cuerpo había identificado.  Observó a los que estaban a su lado, quizás solo había sido un temblor de tierra y no de su cuerpo únicamente. Nadie dijo nada, sus hombres seguían comiendo y bebiendo sin ninguna alteración.

Marcus se alejó un poco, hasta la puerta que daba al exterior de la sala. El gran salón del castillo estaba lleno de sus mejores hombres, sus mejores soldados. El trovador seguía entonando su canción sobre tiempos de guerra entre clanes. Nada había pasado. Recorrió el salón  buscando algo que estaba bien seguro de que no iba a encontrar allí.  Tan solo habían sido unos segundos, podía pensar que se lo había imaginado, pero es que algo así no se imagina.

 Esa sensación… había recorrido su cuerpo por entero, sacudiendo cada una de sus células con una descarga de energía que llevaba mucho tiempo sin sentir; y ese mucho, no eran días, ni meses, ni años…

Lucien…

Llevaba casi medio siglo sin tener noticias de su hermano gemelo y ahora su cuerpo había reaccionado ante una señal de peligro.  No importaba cuanto tiempo llevara su hermano sin dirigirle la palabra, aquello superaba todo. No iba a dejarle solo cuando era evidente que estaba en peligro.

Lucien pudo sentir la fuerza mental de su hermano tentando su propia mente. Aquella sacudida de energía había llegado hasta Marcus, había atravesado el vínculo que unía a los gemelos.

—Marcus, no es el mejor momento —le advirtió Lucien mentalmente antes de que su hermano dijera una sola palabra. Sabía que no se quedaría callado ante la señal de peligro.

“ ¿Estás bien? “ la pregunta de  Marcus llegó a sus oídos sin tenerlo al lado.

—Estoy bien, pero ahora no puedo ocuparme de ti  —le dijo Lucien, volviendo a utilizar el contacto mental. Lo último que necesitaba en esos momentos era ponerse a hablar con su hermano.

Condenado a amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora