Caminaba por el parque sintiéndose muy inquieto, sin comprender por qué exactamente tenía esa sensación. Tomó el libro que había traído y lo empezó a leer tratando de relajarse, después de todo a eso había ido a ese lugar tan hermoso lleno de flores de cerezo.
Furihata nunca había sido un chico que causara problemas, era lo más normal que podría considerarse, con una familia normal y un hermano que lo molestaba de vez en cuando, pero nada que pasara del bullying cotidiano de hermanos. También tenía unos amigos iguales de normales que él.
Nunca podría causar impresión en alguien o eso es lo que pensaba.
Sin embargo estaba una persona que no le quitaba la mirada de encima, que no podía dejar de mirarlo aunque quisiera, pero en realidad es que lo que menos quería era dejar de mirarlo en ese instante en que su corazón palpitaba de emoción con solo verle ahí sentado.
Aquel joven tenía todo lo que el anheló alguna vez: Una verdadera familia, unos amigos de verdad, una vida tranquila sin tener que representar a nada, simplemente en vez de envidiarlo se había enamorado.
A Akashi Seijūrō le gustaba todo de Furihata, sus ojos grandes de iris color café oscuro, su cabello castaño y algo alborotado que en vano trataba este de acomodarse para leer, su piel un pequeño tono oscuro no demasiado. Todo él le parecía un bello ángel tentador que parecía invitarlo a acercarse.
Pero Furihata no le había invitado, solo eran ideas locas de su cabeza, de su obsesión por este desde que le enfrentó.
Su diversión después de su vida tan meticulosa y aburridamente estricta era mirar a aquel joven al punto de ver cosas que una persona normal no debería ver.
Era un maldito enfermo y lo tenía claro ¿Se arrepentiría de lo que hacía y dejaría de hacerlo? No mientras viviera.
"Quiero besarte"
"Quiero abrazarte"
"Quiero tocar cada fibra de tu cuerpo y besarlo como si fuera lo más preciado"
Deseó ser ese libro que su amado leía, quería que le viese de esa manera, que le tocase como tocaba esas páginas que cambiaba después de leer. Quería ser la ropa que usaba para estar pegado a su cuerpo, para sentir el calor de él. Poder tocar su sudor, lamerlo con lujuria y deseo.
Obviamente ni hablar de que cada vez Furihata comía algo deseaba ser aquella comida, ser mordido por aquellos dientes tan adorables, ser lamido por esa lengua húmeda y rosada. Tenía una erección involuntaria cada vez que pensaba en lo que sería la enorme dicha de poseer a aquel joven entre sus brazos y que hicieran el amor. Sus ganas de tenerlo se reforzaban con locura, él y su otro yo estaban completamente seguros de lo que querían.
Estaría por siempre mirándolo sin importarle nada más en la vida, viendo como las flores de cerezo hacían caer pétalos en su cabeza, en sus lindos cabellos castaños, en su cuerpo cubierto por la ropa. Ropa que quería quitarle para ver su pecho desnudo, sus hermosos pezones oscuros y pequeños o tal vez serían rosa oscuro. El color rosa se le veía muy bien con él. Pero él mismo combinaría mucho mejor con Furihata Kōki, serian perfectos, únicos.
Quizás debería ser el momento perfecto para acercarse el día de hoy, para decirle cuanto lo amaba de una vez por todas. Para reclamar lo que por derecho siempre le perteneció.
Sin embargo unos guardaespaldas llamados por su padre lo detuvieron para que volviera a sus obligaciones.Cerró el libro y suspiró haciendo la cabeza hacia atrás quitándose un poco de los pétalos que habían caído sobre él.
Realmente es un lindo día. Pero no es perfecto, aún no lo es. El haría que lo fuera.
Aún estaba inquieto, pero tal vez era su nerviosismo de lo que estaba a punto de hacer. Guardó su libro en su bolso y se encaminaba hacia el lugar donde haría que todo fuera aún más perfecto, pero se detuvo.
Ahí estaba él. La persona de la cual se había enamorado profundamente, haciendo que su corazón latiera profundamente de manera alocada en su pecho.
Akashi Seijūrō hablaba con unas personas, parecía que eran sus sirvientes o eso creía. No podía ser otra cosa que eso.
Porque Akashi no podía amar a nadie, no debería amar a nadie. Ni tampoco lo permitiría, no le daba permiso.
Él se desharía de cualquiera que toque a su ángel perfecto. Por eso vez que podía iba a Kyoto solo a verle, a espiar si estaba por allí, sabía dónde vivía porque un día lo siguió disimuladamente después de verlo salir de Rakuzan, por suerte no usaba auto para ello.
Sabía que nunca sería amado por este porque era demasiado normal para ser amado por alguien tan extraordinario, por su dios de la creación, su amado emperador.
Le había hecho creer a todos que le temía, pero estaba enamorado. O tal vez solo estaba obsesionado, no importaba. Akashi era suyo solamente.El amor de ambos era obsesivo y correspondido, sin embargo, ninguno de los dos lo sabía todavía.
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AkaFuri en múltiples tonos.
FanfictionPrácticamente sección de diferentes Oneshots y drabbles (Muchos sin relación entre sí o mundos alternativos) que se me ocurren con esta pareja, algunas serán r18 El dibujo de portada pertenece a _s0074 de Instagram AkaFuri /FuriAka AU