Chocolate, bollos, bizcochos, galletas varias y magdalenas rellenas. Esto es lo que puedes encontrar habitualmente en mi lista de la compra. De vez en cuando para disimular o no sentirme tan mal, añado al carrito del supermercado una lechuga, para que parezca que llevo algo sano a casa. Lechuga que después acabará poniéndose mala en la nevera.Quiero decir... ¿Cómo se cocina una lechuga? Las ensaladas no me gustan y no sé qué más hacer con ella.
Muy a menudo me hago la promesa mental de intentar realmente y a conciencia llevar una vida más sana... pero no. Siempre se me olvida antes de llegar a casa.
En fin, tras esta presentación quizá os preguntéis quién puñetas es la protagonista de esta historia. Pues no soy yo. Yo sólo soy la amiga gordita, la dicharachera y divertida amiga de la protagonista de verdad. La que da buenos consejos y es el paño de lágrimas cuando los avatares de la vida diaria de la protagonista la llevan por dramáticos derroteros de aventuras y desamor. Soy la eterna secundaria. ¿Quién iba a darme a mí un papel notorio en ninguna historia?
No,yo solo soy la secundaria. No es que no tenga mi papel, pero vamos,nadie recuerda al ganador del Oscar como mejor secundario. Creo que es un premio de segunda. Y así me siento muchas veces, como la secundaria. El extra.
No me malentendáis, adoro a Sara. Pero es difícil vivir junto a alguien tan maravillosa en todos los sentidos sin sentirse un poco menos...menos especial. Hasta su nombre es bonito. Ella es mi mejor amiga desde la infancia. Siempre hemos sido muy diferentes pero ella es la amiga más fiel del mundo. Incluso en el instituto, esa etapa que debería convalidar varios años de purgatorio, nunca dejó que la presión de grupo nos separase.
Es alta y guapa, con un pelo liso y de un castaño dorado que se deja caer por su espalda como una cascada. Es simpática, e inteligente. No entiendo por qué nunca tiene suerte en el amor. Lo que por otro lado le ha llevado a vivir varias aventuras intensas y tórridas dignas de cualquier novela... solo que sin final feliz.
Por mi parte, no soy especialmente agraciada, ni alta. Mi pelo de un color oscuro y enmarañado en rizos que se resisten a dejarse peinar. Y obesa. No con un ligero sobrepeso... Obesa. Tengo un trabajo inestable y cutre y vivo justo encima de mis padres. No soy una Bridget Jones, no tengo una cara de ángel, y desde luego, ni Colin Firth ni Hugh Grant van a coincidir conmigo en esta vida.
He tenido algún que otro escarceo amoroso, es cierto. Pero ninguno que realmente haya desatado mi pasión. Más bien han sido citas y encuentros en los que ninguno de mis acompañantes bebía los vientos por mí... y dicho sea de paso, ni yo por ellos. Yo soy de esas chicas que se enamoran hasta el tuétano de los huesos y durante años, pero solo de hombres que están completamente fuera de mi alcance. Como mi vecino de enfrente. Le he visto instalarse, cuidar de su mujer y disfrutar de la paternidad desde la ventana de mi habitación durante años. Sara lo sabe, claro, y siempre me anima a que salga más, a que conozca a otras personas. Por eso he tenido algunas citas. Han sido unos buenos chicos, pero que creo que les pasaba un poco como a mí. Se estaban conformando con algo más fácil que lo que les hubiera gustado de verdad. Y es que suena horrible, teniendo en cuenta como soy yo, pero es que no quiero estar con un chico que no me atraiga físicamente.
Tampoco es que necesite a Brad Pitt, pero no sé, creo que debe haber algo que haga saltar la chispa, que se me acelere el corazón y se me ponga esa sonrisa de boba en la cara. Vamos, como mi vecino de enfrente. Su casa está justo delante de la mía, y mientras él la comparte con su mujer y su bebé, yo me contento con observar desde mi ventana.
Así que de momento en el plano familiar, laboral y sobre todo sentimental, me quedo en pause, como dice Sara.
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El Placer de la Gula Más Absoluta
Romance¿Quien soy? Pues Edel. Una chica gorda, con un trabajo de mierda que vive encima de sus padres. ¿Y quién es Sara? Ella es mi mejor amiga, rubia, preciosa, de esas chicas que adora todo el mundo. ¿Y qué pasó la noche que mi hemano me emborrachó con t...