Parte 29._ Las últimas campanadas

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El 31de Diciembre llegó inexorablemente. Ángel me había llamado por lamañana para decir que llegaría a tiempo de cenar con nosotros.Habíamos pasado gran parte de la mañana en el hospital. Teníamosla esperanza de que quizá Nina pudiera salir, pero hasta un pocoantes de la cena no sabríamos con seguridad si se encontraba mejor ono.

- Lamedicación para dilatar los bronquios actúa despacio, pero estádando buenos resultados- Había asegurado el doctor- Sin embargo, porla tarde suele empeorar, y pasa mala noche.

- ¿Ysi llevamos la bombona esa portátil? En la casa donde vamos a cenarhay ascensor.

-Bien, si pasa buen día y no sufre una crisis lo estudiaremos.

- Latraeremos después de las campanadas- Aseguró Samuel.

Eldoctor nos miró con algo de lástima que procuraba esconder, sinembargo, podíamos notarlo.

-Haremos todo lo posible para que paséis juntos este fin de año.

- Va aser el último, ¿verdad, doctor?

- Sí,Samuel. No puedo darte una fecha exacta, pero es difícil que pase deun mes.

- ¿Tanpoco tiempo? - Dijo, de pronto asustado.

Sabíamosque quedaba poco pero yo tampoco pensaba que teníamos menos de 30días. Apreté su mano de forma instintiva. ¿Solo un mes? Erademasiado poco. Una sensación de urgencia y de vértigo se instalóen mi estómago y estaba segura de que Samuel se sentiría igual.

- Losiento. Sobre las ocho sabremos seguro si puede salir.

Asentimosy salimos del despacho. Samuel tenía los ojos rojos, luchando por nollorar. Yo sentí algunas lágrimas deslizarse por mis mejillas perono me preocupaban demasiado.

Nosfuimos al piso de Samuel y pasamos la mayor parte del tiempointentando pensar en otra cosa. Vimos películas navideñas en elsofá comiendo palomitas. Me gustaba sentirme cómoda allí y que élpareciera estar igual.

-Deberían hacer una película sobre tu madre.

-¿Sobre la mía?

-Bueno, sobre toda tu familia. Una comedia, algo así como "Un noviopor Navidad", y que aparecieran todas las citas que te buscaba tumadre para la cena.

-Sería divertido. ¿Quién haría de ti?

-Algún actor guapo, claro. Cameron Díaz podría hacer de ti.

- ¿Quédices? Pesa como 40 kilos. Tendría que engordar por lo menos 35 paraser como yo.

- Yolo decía porque es muy buena haciendo comedias. Lo del peso es lo demenos, Edel.

- Nolo es. El peso ha sido siempre lo que me ha definido. En el colegio,y en el instituto, siempre he sido la gorda. La amiga gorda de Sara.La hermana gorda de Ángel. La cajera gorda en el trabajo, la morsa.No es que me haga feliz pero lo tengo muy asumido.

- Puesgorda o no, eres la primera mujer en mi vida a la que he necesitadoconocer. Nunca había querido mantenerme cerca de alguien hasta elpunto de casi imponer mi presencia con excusas tontas como una sesiónde fotos. ¡Mierda, Edel! ¡Si quería ponerte celosa con tu amiga!

- Oh,señor... no digas tonterías.

- Solodigo la verdad. Me gustaste mucho desde casi el primer momento.Cuando os presentásteis aquí borrachos aquella noche, había oídohablar tanto de ti que ya sentía que te conocía, pero aún así mesorprendías cada vez. Me retabas, y me desafiabas, no pretendíasque me fijase en ti como hacen la mayoría de la mujeres que conozcoy vienen a que las tatúe.

El Placer de la Gula Más AbsolutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora