La verdad es que mi jefe se sorprendió bastante con mi llamada. No soy una persona que suela faltar al trabajo, ya que básicamente no tengo una vida muy agitada. No me levanto nunca con resaca, no discuto con mi novio, ni me rompo el brazo montando en Skate, que era lo que habitualmente les pasaba a mis compañeros, todos, por cierto, más jóvenes que yo. Una emergencia familiar, le dije. Que mi hermano me necesitaba urgentemente. No le hizo mucha gracia, pero como me mostré dispuesta a que restase las horas de mi salario o a recuperarlas después, no le quedaron muchas excusas para no ceder.
Salve decir que mi madre puso el grito en el cielo, claro, pero la ignoré ampliamente mientras metía alguna muda en mi bolsa de viaje.
Y allí estaba yo, en plena carretera, cantando a viva voz y desafinando de lo lindo, sintiéndome intrépida por huir de mi madre cual comadreja. Y es que así soy yo, tan normal en mi vida que cualquier cosa que se saliera del guion, parecía sumamente excitante. Admitiré que me perdí un par de veces por que el GPS de mi móvil me odia y solía perder la señal en los momentos más cruciales, y es que no me caracterizo precisamente por mi sentido de la orientación. Cuando quise llegar, ya era la hora de comer. Lidia estaba estupenda. Se había cambiado el color del pelo y le quedaba muy bien. Había descubierto, según me dijo, una nueva peluquería en la que hacían maravillas. Antes de que me diera cuenta, estaba pidiendo hora para mí para aquella misma tarde. Ni si quiera sé cómo lo consiguió,porque tenían todo ocupado, pero realmente es una chica muy persuasiva.
—Alégrate. Así estarás más guapa para los novios que te busque mamá-. Se burló mi hermano.
—Sí, eso me faltaba.
—¿Sabes? Creo que ya sé a qué venía lo de la cena de esta noche.Lo he estado pensando y creo que es por la cena de Navidad de este año.
—¿Cómo que por la cena?
—Este año, como nos vamos a juntar todos en casa de la abuela...
—Ah, ya.
Claro,¿cómo no había caído? La temida cena de Navidad. Por estas fechas, cada dos o tres años, se organizaba una convocatoria familiar sin precedentes en los que cada miembro de esta familia (léase, la abuela, los tíos y primos con sus respectivos consortes)se daban cita en la casa de la matriarca del clan, para dar habida cuenta de exquisitos manjares y poder llevar a cabo la consabida competición entre las cuatro hermanas/rivales, contando a mi madre.Por supuesto, en esa partida, yo restaba puntos.
— El año que viene se casa Marta. Eso es una buena baza a favor de la tía Juana. Mamá va a necesitar munición pesada, y claro, aparecerte allí con un novio nuevo, sería todo un golpe de efecto.
— Osea, que no va a parar.
— Me temo que no, hermanita. De hecho creo que esto no ha hecho más que empezar.
—¿Puedo venirme a vivir contigo hasta que pase todo? ¿Por fi?
— Me encantaría pero no quiero que el largo brazo de mamá llegue hasta aquí. Si no puede echarte el guante a ti, empezará a insistirme para que deje embarazada a Lidia. Y a Lidia para que se deje embarazar... prefiero que sea tu guerra, no la mía.
—Eres un cobarde y un mal hermano. Además, ya tienes 32, deberías pensarte lo de ser padre.
—Nah, aún soy demasiado infantil como para compartir mis juguetes con otro mocoso.
El rato con mi hermano se pasaba volando y antes de que me diese cuenta,estaba llegando ya a la nueva peluquería. Parecía un salón de belleza de los años 50. Grandes bombillas rodeando los espejos, las peluqueras, al menos cuatro, todas muy pin—up.
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El Placer de la Gula Más Absoluta
Romance¿Quien soy? Pues Edel. Una chica gorda, con un trabajo de mierda que vive encima de sus padres. ¿Y quién es Sara? Ella es mi mejor amiga, rubia, preciosa, de esas chicas que adora todo el mundo. ¿Y qué pasó la noche que mi hemano me emborrachó con t...