Parte 18._ Vértigo

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¿Habéisvisto esas películas en las que los protagonistas despiertan tras suprimera noche juntos y todo son sonrisas y arrumacos? Pues mentiratodo.

Aquellanoche apenas pude pegar ojo. No estaba acostumbrada a dormir con otrapersona en la misma cama y me despertaba continuamente. Pensar quetenía a Samuel allí conmigo hacía que me pusiera nerviosa y mecostase volver a conciliar el sueño, además de que el señoritoocupaba casi toda la cama. Decidí que aquella era una prueba más deque no estaba hecha para tener pareja.

Madruguémás de lo que tenía acostumbrado, pero me era imposible seguir enla cama. Decidí vestirme y salir a dar una vuelta para aclararme unpoco. Se me hizo muy raro no tener un mensaje o una llamada de Sara.Nunca habíamos estado peleadas y lo notaba como si me faltase algo,como si hubieran extirpado una parte importante de mí misma. Decidíque esperaría un par de días y luego la llamaría. Si tenía queceder yo, lo haría, pero no quería perder a mi única amiga.Alimenté a Trípode, y ya que estaba decidida, lo tomé en brazos ybajé hasta casa de mi madre. Entré sin llamar con la llave porquesabía que ella estaría trajinando en la casa.

—¡Mamá!- Le llamé. Apareció con su bata y sus rulos por elpasillo, con unas toallas en las manos.

—Buenos días, Edel. ¿Ya has desayunado? Es muy temprano...

—No, pensaba salir ahora a comprar algo. Tenía que enseñarte unacosa primero.

—¡Ah! ¡Dime!

—He... encontrado un gatito...— Susurré sacando al pequeño ymostrándoselo.

—¿Qué?- mi madre miraba al gato como evaluando todos los pros ycontras que iba a acarrear. — O sea, que ya te has rendido.

—¿Qué? ¡Por favor mamá! Es sólo un pequeño cachorro. Y mira,está herido. Nos necesita. Además no es solo mío. Es de Samueltambién—. No sé por qué me pareció buena idea argumentar eso.

—¡Oh! Genial. El yonki tatuado forma parte de esto.

—¡Mamá! ¡No es un yonki!

—Sí... tú defiéndelo... me vais a matar a disgustos, eso es lo quevais a hacer.

—Mamá, sé que es muy importante para ti que yo encuentre a alguien,créeme que lo sé, y no puedo decirte si eso va a ocurrir o no, perosí puedo decirte que el hecho de que yo haya rescatado a un gatitode la calle no va a influir en el resultado.

—Por ahí se empieza...

—¿De verdad preferirías verme con un hombre como Alfonso? ¿Qué segana la vida rellenando pieles de animales muertos para presentadoresde televisión?

—¡Oh por Dios! ¡Es un trabajo como otro cualquiera!

—¡Mamá!

—¡Vale! ¡De acuerdo! Quizá no fue mi mejor elección, pero hija,vas a cumplir ya los treinta. A tu edad mis hermanas y yo yaestábamos casadas y con hijos.

— Yono soy tú. Y no soy tus hermanas. Esta es mi vida, y no va a ser másfeliz porque empiece a salir con hombres que no me interesan enabsoluto.

—Pero es que no le das la oportunidad a ninguno. Vale, Alfonso no nosgustó a nadie... pero ha habido otros, y siempre les pones algunapega...

—Tal vez si me dejases a mí elegir mis citas en lugar de entrometertey obligarme a la fuerza, yo estaría más receptiva.

—¡Pero tú no haces nada! ¿Cuántas citas has tenido últimamentepor tu cuenta? ¡Ninguna! Mientras Sara va coleccionando un noviodetrás de otro.

El Placer de la Gula Más AbsolutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora